Única Parte.

655 98 70
                                    

Como una suave caricia, el viento gélido que solía silbar mientas la luna ascendía anunciando la llegada de la noche rozaba la tez de su rostro, de sus brazos y de cada hebra rubia de su cabellera, columpiándola al ritmo de aquel sutil vaivén que viajaba de ciudad en su ciudad, que había recorrido de igual manera a otras personas.

«El mismo viento que nos recorre a ti y a mí... Mamá.» pensó mientras contemplaba los últimos matices de morado y lila despedirse del cielo. El tiempo si que avanzaba.

Inhaló profundamente el aire fresco que la rodeaba, dejando entrar el sonido del lago tranquilo despidiendo el reflejo de la luna de su espejo, con la esperanza de que se hiciera un eco profundo y opacara aquellas palabras que resonaban como un marcapaso en su mente.

¿Qué fue lo que dijiste, Tuesday? — escuchó la voz de su madre, y con esa pregunta sus manos empezaron a temblar, todos esos temblores empezaron a repartirse a todos lados de su ser, también logrando hacer su voz trémula. No; no quería repetirlo, no tenía planeado decirle ahora, pero no había marcha atrás . — Repítelo.

Que no la llames así, madre. — sentía como algo obstruía su garganta, haciendo que las palabras dolieran al abandonar su boca, era un nudo que se apretaba a medida que los segundos avanzaban. Era lo que la presencia de su madre provocaba en ella, por lo que temía contarle la verdad. — No la vuelvas a llamar así.

Lo otro, lo que mencionaste hace poco. — los temblores en sus rodillas y manos aumentaron, y lágrimas querían desbordarse en ese momento. Ni siquiera se atrevía a voltear la mirada a la ventana de lo bajo que mantenía su cabeza. — Eso no puede ser cierto, Tuesday. Sabes que no puedes bromear con ello.

No se encontraba gacha por la vergüenza que su madre esperaba de ella, estaba mirando abajo porque no quería ver la cara molesta y decepcionada de ella. Ya conocía esa mirada, no era la primera vez que ella le defraudaba, estaba tan grabada en su mente que podía imaginarla en su rostro en ese momento. Pero eso no significaba que no le lastimara, no soportaría esa mirada, no ahora.

No es ninguna broma, mamá. Ni yo ni ella. — trataba de elevar y aclarar su voz, ponerse lo más firme posible.

Eran madre e hija, y por el amor que le tenía a su progenitora, tenía que ser sincera con ella. Era hora que una de las dos intentara derribar esa pared que tanto las dividía, y si su relación ya estaba en la cuerda floja... Una de las dos tenía que intentar dar el paso. El que derribara las paredes o el que abandonara el sitio de batalla.

Me gusta. Me gusta mucho. — tomó con fuerza las telas de su vestido y con el dolor de su garganta decidió levantar su rostro, sintiendo como su pecho dolía al ver la cara molesta y roja de su madre. Pero reunió el valor suficiente en ella y dejó que abrazara las palabras que saldrían de su boca.— Yo amo a Carole.

Cállate. — interrumpió la mujer frente a ella. El timbre profundo que empleó provocó que su mirada volviera a caer, y un miedo abundó al conocer esa reacción de ella. Rezaba en su mente que no sucediera como las otras veces. — ¿Te estás escuchando? ¡Déjate de estupideces! — soltó un manotazo hacia el asiento vacío a su lado, haciendo que la rubia pegara un salto del susto. — ¡Yo te conozco!¡Eres mi hija! Tú no puedes... ¡Tu no puedes..!

¡¿No puedo qué, mamá?!— alzó la voz, sin notarlo. Más bien, comprendió que con esa respuesta... Su madre había decidido el destino de su propia relación. Anunció que el todo o nada, siempre fue un nada. Lo único que no podía permitir, era que Carole se viera metida. Ella podía recibir eso de su madre, pero no Carole. — ¡Yo también me conozco! Por eso te lo estoy diciendo ¡Me gusta una mujer!¡Una mujer! ¡Me gusta ella!

«Hold me» Carole and TuesdayМесто, где живут истории. Откройте их для себя