XXIII. The Rose Bower

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- Algo así.

Tomo aire y me echó hacia atrás en mi asiento, él parece asustarse. 

- Esta es toda la justificación que puedo darte de los rumores, la actitud de la gente del Sweet Amoris, mis desapariciones y... otras cosas.

Otras cosas es una forma poética de llamar a nuestra supuesta ruptura, sus dosis de cal, sus secretos, comentarios, posibles mentiras y huidas, peleas, heridas... todo.

Es como si me hubieran quitado un peso de encima, puede que todavía no sea consciente de que se viene algo aún mayor. 

Mi cabeza da vueltas pensando en todas las implicaciones que trae consigo esta confesión improvisada. La experta en derecho el Priya, pero quizá se puede hacer algo para acabar con esto sin que nadie salga excesivamente herido. 

Entre ellos me cuento a mí misma.

- Desde que volví a verte yo... 

- ¿Quién más lo sabe? 

Lo interrumpo porque no quiero que siga, porque realmente no sé si estoy preparada para escuchar lo que viene a continuación. Y porque me encantaría ser capaz de encontrar una solución, uno de esos planes maestros, como la casa de ladrillo de los tres cerditos cuando han de enfrentarse al lobo feroz.

- Ámber... No la tomes con ella, MC, no puede hacer nada. Si abriera la boca la acusarían de cómplice y ahora mismo es lo que menos le conviene, no quiero arrastrar a nadie más a este pozo de mierda. No quiero que ella me vea entre rejas... Y tú tampoco.

- Yo... 

Ese gran plan, esa idea definitiva no llega.

- Siento no habértelo explicado antes, pero es justo. Creo que será mejor que me vaya. 

Se levanta tan rápido que tengo miedo de no poder seguirle el ritmo, mi cuerpo está paralizado, atado a esa silla, mi mente vacía y exhausta.

- Espera, espera, espera... ¿Qué ibas a decir antes? Desde que volviste a verme... ¿Qué más?

Tiene una mano en la puerta, apoya la frente contra su superficie de madera. 

- Desde que volví a verte recuperé las ganas de salir de todo esto, de recuperar mi vida y no tener que volver a pagar por mis decisiones. 

Seguro que conocéis el cuento del flautista de Hamelín, me siento igual que los ratones atraídos por el sonido de la flauta, en mi caso son palabras que saben a esperanza. 

- Desde que volví a verte mi corazón vuelve a acelerarse por motivos que van más allá del sonido de las sirenas de policía, pienso en planes e ideas disparatadas. 

Un pie delante de otro.

- Desde que volví a verte me doy cuenta de lo tonto que fue hace casi cuatro años por rendirme sin apenas mover un dedo.

Creo que no es consciente de mi cercanía, porque cuando lo rodeo con mis brazos su cuerpo se tensa.

Mi mejilla contra su espalda. Sin ideas, sólo oportunidades que coger por sus escurridizas melenas.

Hay otros muchos cuentos que podría servirme para definir este momento, en muchos de ellos se repite ese momento: el beso de amor verdadero. La princesa se despierta y, junto con su príncipe, viven felices comiendo perdices. 

Esto no es un beso, al menos, no de momento. 

Es una caricia que me despierta, me habla de algo que ha estado siempre ahí, agazapado en la oscuridad, temible, imprevisible. Un sentimiento.

Dos palabras.

Ocho letras y un espacio en medio.

Pero... ¿vale la pena dejarlo escapar? Nuestro final con banquetes de perdices está todavía muy lejos, en vez de eso tengo drogas y matones en chándal.

Y cero rutas de escape.

- Desde que volví a verte me di cuenta de que te quiero, y lo siento, lo siento mucho.

Se me ha adelantado.

Lo único que puedo hacer es abrazarlo aún más fuerte y susurrar todo lo que quiero decir a la tela de su abrigo, que sirve como un pañuelo para unas lágrimas que empiezan a inundarme.

- ¿Qué quieres de mí, MC?

- Todo lo que tú quieras darme.

- ¿No tienes miedo?

- ¿Acaso tienen miedo los príncipes cuando se enfrentan a un dragón y un castillo rodeado de espinos?

- Esto no es un cuento de hadas.

Se da la vuelta entre mis brazos

- Siempre que exista un nosotros, será el relato más maravilloso del mundo. - Lo tomo de la barbilla y lo atraigo hacia mí. - Nosotros contra el mundo.

Lo beso despacio, a la par que noto como sus dedos se enredan en mi pelo. 

- Haré lo que sea para protegernos, Nath. 

- Esa debería ser mi línea, Julieta.

Me devuelve una sonrisa triste que yo bebo directamente de sus labios.

Cada roce que me regala es diferente del anterior, ya no es una sorpresa, como en el gimnasio, no es pasión como la primera noche que pasó conmigo.

Es todo. Y miedo. Ira. Tristeza. Y alegría. Esperanza.

Esta vez sí, es un futuro. 

Una promesa abrazados entre las sábanas, con párpados perezosos que quieren cerrarse, arrullados por el calor de la piel ajena.


Rewrite [Nathaniel, Corazón de melón]Where stories live. Discover now