9. Esperar lo inesperable.

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Foto de multimedia: Hermano de Madison, Adams Redmond, también conocido en la vida real como Ben Bowers. 

Jamie’s POV 

  —Mi hermano se va a ir a una Universidad de Londres... —murmuró mirando el agua del mar.

  —… y no quieres que se vaya —dije frunciendo levemente el ceño.  

  —No, es el único hermano que me queda, obviamente no quiero que se vaya. 

  —¿Eh? ¿Único hermano que te queda? —no estaba entendiendo — ¿Tenías más? 

  Asintió levemente. 

  —Cuando tenía cinco años, mi… madre quedó embarazada. Todo iba genial en nuestra familia —una sonrisa se formó en sus labios al recordar —; mi padre acomodando el cuarto del bebé, Adams y yo dibujando para decorarla y mi madre siendo tan… dulce como siempre lo fue. Pero —podía ver como pestañeaba repetidas veces, intentando que las lágrimas no caigan —, cuando tenía siete meses de embarazo, enfermó. Al principio creímos que sería algo pasajero, pero con pasar los días, ella no mejoraba… Tenía, de alguna forma, leucemia. Nadie entendía cómo no se había detectado eso, pero así fue. El cáncer estaba demasiado avanzado, y el bebé también lo tenía. Esa pequeña personita que jamás conocí murió dentro del cuerpo de mi madre, y al sacarlo de allí, mi... madre murió al estar tan débil. Claro, yo en ese momento apenas entendía que había una persona dentro de la panza de mi madre, al principio había creído que se lo había comido, lo que menos iba a entender era que mi madre ya no estaría nunca más conmigo, al igual que el bebé. 

  Mientras Madison contaba, mis ojos nunca se apartaron de ella. Parecía ajena a mi mirada de lo tan profundamente sumisa que estaba de sus recuerdos. Podía imaginar perfectamente todo el dolor que había pasado, hasta a mi me dolía imaginar a una pequeña Mad con ojos negros y dos coletas a cada lado de su cabeza, recibiendo la noticia que nunca más vería a su madre. 

  —Mi padre comenzó a trabajar más, dejándonos a Adams y a mi con viejas y aburridas niñeras que no hacían más que apretar mis mejillas —bufó —, pero cuando estaba, no se separaba ni un segundo de nosotros. Yo me acerqué mucho a Adams en ese tiempo, jugando, peleando, recordando cosas de mamá y tratando de dibujarla con nuestros lápices de colores —sonrió de lado para luego tragar sonoramente —. Me entristeció mucho saber que no tendría a ese bebé como hermano, y eso también me acercó mucho a Adams, tenía… tanto miedo de perderlo a él también… 

  —Pero no lo harás —murmuré. 

  Sus ojos se desviaron del mar hacia mis ojos. Podía ver —con la poca luz que ahora teníamos— sus profundos ojos negros rodeados por agua salada. Estaban algo hinchados, pero parecían capaces de seguir largando agua. 

  —No lo sabes, nadie lo sabe —dijo con voz entrecortada. 

  —Es cierto —coloqué un mechón rebelde por detrás de su oreja, haciendo contacto solo unos segundos mis dedos con su mejilla. Ella, sorprendentemente, no se apartó —, pero no puedes atarlo a tu lado por siempre. 

  —No lo sé… —bajó los ojos hacia la arena y la mantuvo allí por largos minutos. 

  Se veía tan… indefensa, que despertaba en mí aquella sensación de querer protegerla y hacerla sentir bien. Querer sacarle una sonrisa. Ya estaba sonando como un empalagoso. Dios, ¿qué me pasaba? 

  Miré a Madison, quien aún seguía mirando la arena en el poco espacio que nos separaba, no pude resistir a levantar su barbilla con mi mano para que nuestros ojos se encuentren. Mi acto la sorprendió pero tampoco vi que lo odió. Yo mismo estaba sorprendido de mis actos últimamente… 

No Soy La Típica Chica© (Cancelada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora