1- Estela

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ESTELA

Hoy llegan de visita mis dos maravillosos hijos, Natt y Alana. Ellos son el mejor logro que he conseguido en mi vida y también mi orgullo; mi hijo mayor es un estudiante de informática con veinticinco años. Mi pequeña cuenta apenas con veinte primaveras y dos años cursado en sus estudios de medicina. Algo curioso conmigo es que con las cinco décadas y media que me echo encima no me he dado a la tarea de indagar en el mundo de la tecnología como lo hace Natt; igual él es quien me soluciona los problemas con esos aparatos sofisticados. Yo soy más chapada a la antigua, a diferencia, también, de mi hija.

Alana será la primera mujer doctora en la familia, ya que, sí tenemos familiares médicos, pero puros hombres.

Mi marido proviene de una familia un poco machista, muy al contrario de cómo me crió la mía; crecí solamente con mi madre y soy hija única. Tengo mis principios, pero también están esos sentimientos que me invaden el cuerpo y me nublan la mente; aquellos que me hacen sentir indefensa a su lado y me hacen experimentar una sensación de protección que nunca experimenté con nadie más.

Quizá son tonterías mías; Jaime fue y es mi primer amor, mi primer novio, y a día de hoy seguimos manteniendo eso en racha.

Que yo sepa.

A veces pienso en dejarle pero la costumbre ha creado un extraño lazo en nuestras vidas que me es casi imposible de ver para poder cortarlo. No sé cuándo comenzó, tampoco cuándo terminará. Es una desdicha cotidiana que me mortifica por el conformismo que he desarrollado.

Esta no soy yo, pero es lo que conozco.

Mientras espero que todos lleguen para comer, preparo el almuerzo y escucho una de las tantas melodías cristianas que transmiten por la radio.

«Yo sin ti,
soy tan incierto,
como la luna pero sin el firmamento.»

Tarareo un poco mientras me desplazo por la cocina.

Al poco tiempo dejo lo que me encuentro haciendo y voy a abrir la puerta cuando escucho el timbre; ha de ser mi hijo. La cerradura es nueva y no tiene copia de la llave aún; ha vivido solo por tanto tiempo en un apartamento pequeño que le arriendan y no se ha visto en necesidad de querer una.

—¡Hola, Ma! —me saluda con la hermosa sonrisa que trae, pero no es lo único que viene pegado a su cara.

Bueno, no precisamente pegada a su cara; pero sí es una chica morena y de cabello rizado, muy corto, que está abrazada a él. Mi sorpresa es mayúscula y los dos lo notan.

—Hijo, ¿y...? —no me sé el nombre de esta chica.

¿Quién se supone que es?

—¡Natasha, mamá! Le hablé de ella a papá la semana pasada. Creí que él te lo diría —comentó, rascándose la cabeza—. Me pidió que la trajese a casa.

Enarco las cejas mientras examino cuidadosamente su apariencia y, la verdad, parece ser una muchacha simpática. Su dentadura es casi perfecta y nacarada. Tiene una sonrisa preciosa, no lo puedo negar; así como su cabello. En fin, sé su nombre más no quién es.

Noté que sus ojos verdes me investigan también con curiosidad.

—Lo siento, es que he estado ocupada y él... ya sabes. Llega tarde por eso del trabajo.

—Uhm, sí. El trabajo —dice Natt, escéptico y apático.

—Es un gusto, Sra. Medina —pronuncia la chica, de modo cortés, intentando deshacer el ambiente de incomodidad que se creó entre los tres.

BUSCO NOVIO PARA MI HIJOWhere stories live. Discover now