HANNAH II

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HANAH II

¿Qué hay mas deprimente que despertarte en una maldita celda? Nada. No sabía ni que hora era porque nunca he sido fan de llevar relojes, ni tampoco como había llegado allí. Entonces poco a poco mientras me incorporaba en la cama dura en la que habían tres tias más, la memoria fue viniendo a mi en forma de fogonazos o imagenes entrecortadas. Probablemente aquello se arreglará si no fuera porque tenía a una de las tres locas pegando voces en su celda gritando incansablemente que llamarán a su hija o a su abogado. Me froté las sienes como el único modo que concebía para aclarar mis ideas (Estoy completamente en contra de la medicina moderna y aunque estuviera a favor seguro que ninguna de las tres tendría un ibuprofeno para dejarme).

Entonces me di cuenta que algo me faltaba y fui directa a los barrotes a ver si lo localizaba. Mi negro joder,.. ¿Qué mierda habría pasado con él? Mi dolor de cabeza aumentó en protesta. Mi negro y yo habíamos pasado muchas noches y días en aquella maldita comisaría y en sus calabozos. Tanto era así, que teníamos hasta nombradas las más de 25 de celdas de las que contaba el calabozo. Yo me encontraba en la de siempre,... en la de las “Chifladas”. Las tías que por un motivo o otro, habían causado problemas en el orden público y las tenían ahí hasta decidir que hacer con ellas. Pues bien, tantas veces visitar el calabozo comenzaba a dejar ciertas,... “manchas” en el expediente. Para mí, no había ningun problema ya que soy ciudadana reconocida y legal del país,... Pero para mi negro que vivía en la clandestinidad e ilegal sin más lujos que la poca maría que se conseguía,... Estaba a un solo paso de la repatriación. Las veces anteriores, como una medida cautelar, el juzgado no nos había decretado más que 20 dias de trabajos a la comunidad para reparar los daños o algún curso de “reintegración”. Pero aún así, me inquietaba enormemente.

Unos pasos que se oían de lejos despertaron mi completo interés, al menos podría llamar la atención del guardía y que me arreglará la papeleta,.... Pero los pasos no eran de una persona, sino de 3. Michael Milano, el Sargento Hillway y el guardía de vigilancia del calabozo con el manojo de llaves en sus manos. Me distancié de la puerta en cuanto los ojos de Michael Milano se clavarón en mi. Por el contrario, las tías de la celda se removieron como locas por los barrotes entre chillidos. Tanto es así que una cuando abrieron la puerta poco más y tira al guardia de un empujón.

-Hannah Growhard,.. Sal. - Anunció Hillway mientras el guardía cubría la puerta jugando con la porra en sus manos.

Me levanté perezosa, ya solo la idea de que Michael Milano estuviera ahí,... Me inspiraba el peor miedo que os podaís imaginar. Más que nada porque mi abogado... (Si si, Michael Milanoe es mi abogado) Nunca jamás había tenido que ir a comisaría a buscarme, siempre lo había visto y me había citado con el por expresa orden judicial.. Eso solo era un aliciente más a mi dolor de cabeza.

No dije nada, me mantuve callada caminando en silencio con las esposas aún en mis manos hasta que salimos de los calabozos y me llevarón a la sala de interrogatorio que tan bien me conocía. Y ahora era,... Cuando Hillway y su bigote me chillaban una y otra vez que mis actos estaban mal,... que debía cambiar mi forma de vivir,... y eso en el mejor de los casos! Pero esta vez la cosa no fue así. Me obligarón a sentarme en la silla que de tantas veces que me había sentado allí, tenía la forma de mi culo. El Sargento se fue para la puerta seguido del abogado,... Este le dijo un par de palabras y el sargento se marchó cerrando la puerta con llave por fuera y dejandonos a mi y a Michael Milano solos. Lo seguí por los ventanales que pasaban de ese purgatorio,... seguido de la entrada y salida de la comisaría y finalmente su despacho, donde se metió y cerró la puerta con un sonoro cierre.

Star City (Remaking)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora