Capitulo II

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Ahora que por fin estaba solo podía entra en pánico de forma apropiada, ¿En qué agujero negro se cayó? Porque la noche anterior se había ido a dormir en Seattle, esos años de tortura  que vivió después  del incendio no fueron imaginarios estaba bastante seguro de eso.

Lo primero era ubicarse, saber qué cosa lo había mandado allí, donde quiera que fuese. Un Djinn lo más probable pero había que estar seguros, no quería acabar suicidándose por accidente.

Salió de la cama por fin con un poco de recelo, como si los sesenta centímetros de altura y su edredón significaran una garantía infalible de protección; La madera bajo sus pies se sentía tibia y familiar, reconfortantemente segura.

Por un momento tuvo la sensación de que debía estar listo para ir al colegio, y probablemente era cierto pero no precisamente porque fuera a asistir a clases; Como fuera Laura le había dado unos minutos de tiempo fuera sin querer, por lo menos tendría tiempo para decidir su próximo movimiento con conciencia, porque ahora mismo lo único que se le ocurría era volver a la cama e intentar dormir a ver si al despertar todo regresaba a la normalidad, pero dado el ruido de abajo dudaba mucho que eso fuera posible.

Dentro de su armario las cosas eran un poco bastante distintas de cómo lo recordaba, allí estaban en efecto sus stickers de los power rangers y el espejo de cuerpo entero en la puerta derecha, además de su ropa perfectamente doblada en las gavetas y  colgada en los ganchos; pero también había camisetas tiradas en el suelo, Jeans aventados cerca de la cesta de ropa sucia sin ningún cuidado, calcetines sin su par y otras cosas que la verdad no quería ni averiguar que eran, sobre todo porque no olían como él…Sin embargo tampoco le resultaba del todo extraño.

Sacudió la cabeza un par de veces, tomó la primera camiseta que encontró y examinó un poco su reflejo. Algo más lleno de la cara, sin ojeras y sin esa expresión en los ojos de perro apaleado o de furia extrema; podría disfrutar del espectáculo pero cada vez se convencía más de que era un Djinn, sólo debía encontrar cualquier pequeño indicio de realidad, cualquier diferencia.

La pintura era de un color distinto pero no creía que eso se pudiera tomar como un indicio razonable para romper el espejo y apuñalarse el estómago con una esquirla, en las paredes había unos cuantos diplomas escolares, su graduación de la preparatoria de Baecon Hills, su Hey! Su carta de admisión a NYU. Ingeniería mecánica automotriz al parecer;   el escritorio con sus computadoras, tal vez debería comenzar por ahí a explorar. Pero él no era tan asquerosamente desordenado, vale que a veces se olvidara un vaso por ahí pero lo de la mesa era un insulto a la higiene, alcanzaba muy apenas a distinguir dos marcos de fotografía, uno boca abajo sepultado bajo la caja vacía de una pizza y el otro en posición correcta pero totalmente eclipsado por bolsas de frituras.

Sus libros estaban ordenados, demasiado ordenados a decir verdad, porque si, no era un desorden con patas pero tampoco tenía un trastorno obsesivo-compulsivo que  le obligara a ordenarlos por tamaño, color, editorial y fecha. Sobre todo no tenía tanta paciencia.

Algo parecido sucedía con sus trofeos de béisbol, no estaban colocados por logros, sino por fecha; casi parecían una cronología de su paso por el equipo de secundaria y preparatoria, con un solo detalle fuera de lugar; Un pequeño osito de felpa marrón con un casco y una pequeña camiseta color vino con un enorme “24” estampado al frente. Raro, a él nunca le gustó el Lacrosse…y su madre jamás le habría permitido jugar de todas maneras.

El bosque a través de la ventana se veía exactamente igual que siempre; verde, espeso y enorme. Por supuesto sin el pequeño detalle de los tintes chamuscados ensombreciendo la vista, allí fuera tampoco estaba su signo de realidad.

Lo que le llamó la atención fue que en el cristal inferior de la ventana había ¿dibujos? Y unos bastante arcaicos. Muchos perros  aparentemente de raza Schnauzer haciendo diferentes tipos de cosas, uno estaba enroscado durmiendo, otro caminaba con un suéter y otro más le aullaba a la luna, ese último tenía una flecha señalándole, que al otro extremo ostentaba orgullosa un “Derek” con letras suficientemente legibles para no ser de un niño pequeño pero  aun así bastante deformes. ¿Cómo que Derek?

Family ManWhere stories live. Discover now