V. Bethanie

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Apretaba sus pequeños ojos cada que parpadeaba al intentar despertar. Estaba en su habitación, todo perfectamente ordenado y un aroma exquisito a violetas, como si el lugar estuviese repleto de ese tipo de flores. Annie estaba hecha un ovillo entre las cobijas, asustada desde que pudo presenciar la luz del día.

Entre su mente y su mirada, se revelaba aquél cadáver frente a ella en la habitación donde al parecer, había pasado la noche. Le daban náuseas acompañadas de un fuerte dolor estomacal y no sabía que explicación le daría a la doctora Hobbes después de eso. El problema era, que la doctora, había confiado en ella.

Decidida, hizo de lado las cobijas levantándose de golpe, se abrazaba a si misma con la intención de calmarse, pero no podía. Caminó hasta la funda del violín para sacarlo y comenzar a tocarlo, sabía que al menos de esa forma si lograría mantener la calma por un momento. Al tenerlo sobre el hombro, avanzó hasta la ventana, suspiró y entonó lentamente lo de siempre, perdiéndose cada vez más en el dulce sonido.

— Annie Becker, baja el instrumento — era la voz de la doctora Hobbes, estaba al pie de la puerta

Las lágrimas rápidamente iniciaron el recorrido, aunque Annie no entendía del todo por qué razón. Dejó de tocar para girarse y quedar de frente a la mayor, quien la veía algo extrañada.

— ¿Saliste por la noche? — cerró con pestillo la puerta dirigiéndose al sillón que estaba frente a la cama

— No — respondió sin más

— Annie, cariño. Quiero que seas honesta conmigo, no debería decirte esto pero, una enfermera ha muerto esta madrugada. Si viste o hiciste algo, por favor dímelo, la doctora Heiddegger cree fervientemente que has sido tú quien lo hizo — soltó Hobbes levantándose en dirección a donde Annie

— Si no debe decirlo, no sé para qué me lo cuenta. Yo no maté a nadie — Annie se alejó de Hobbes para volver a subir el violín a su hombro —, y en todo caso, ella se lo ganó por no tocar antes de entrar — murmuró viendo a la pared para volver a entonar la melodía más suave —. Como lo hizo usted

— ¿Cómo has dicho? — le tomó por los hombros logrando que dejara de tocar nuevamente —. Escucha Annie, si eres honesta haré que te transfieran pronto al colegio, es lo que deseas ¿No es así?

— Si usted es inteligente, me sacará lo más pronto posible de este infierno — el rostro de Annie parecía diferente, y eso era algo que Hobbes debía descifrar —. Heiddegger sabe mucho ¿No cree que es a ella a la que la policía debe interrogar?

— Annie, yo nunca mencioné a la policía. Dime lo que sabes y te protegeré — posó su diestra sobre la barbilla de la menor, haciendo que ella le mirara a los ojos

— ¿Protegerme? Yo soy una loca, a mí nadie me protege, mis padres me metieron aquí y quizá por eso maté a mi mami, usted pretendía dormirme más de la cuenta, creo que yo puedo cuidarme sola — le quitó de un golpe la mano alejándose de la mayor

— No digas eso, tienes personas a las que nos importas — volteó a donde Annie cruzándose de brazos —, además lo de tu mami fue un accidente

— ¿Importar? No se equivoque, aquí yo tengo enemigos, si le importara como dice, me cuidaría de ellos y no lo hace — suspiró frustrada sentándose en la orilla de la cama para dejar por un costado el violín —. Heiddegger es uno de ellos

— ¿Marina? ¿Qué te hizo? Puedes decírmelo sin miedo — dio un par de pasos quedando al frente de ella y así quedar en cuclillas —. Confía en mí, Annie

La pequeña quería sacar lo que vivió en la noche. Sin embargo, sus ojos se aguaron y las lágrimas comenzaron a salir, haciendo un recorrido desde sus mejillas hasta su cuello. Llevó ambas manos a su cuello como si quisiese sobarse, se estaba perdiendo en lo que Heiddegger le había hecho pasar.

AgoníaWhere stories live. Discover now