Capitulo 2

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Capítulo 2: "La primera palabra"

Eran las tres de la mañana cuando Lía sintió un cosquilleo en su pierna que la despertó. Pensó en que quizá era Colin, quien solía hacerle ese tipo de bromas para que ella se asustara y así, burlarse por la mañana. Pero al abrir los ojos, incluso en plena oscuridad, no pudo sentir la presencia de su hermano.

El cosquilleo siguió recorriendo su pierna. Iba subiendo hasta su cadera, por su estómago. Hacía frío y estaba tapada hasta los hombros, pero sus brazos estaban por arriba de la manta. Era extraño sentir esa sensación, como si algo caminara por su cuerpo.

Sintió su cuerpo pesado, era una sensación parecida a tener en su estómago depositados varios kilos de absolutamente nada, ya que a simple vista no había nada que impidiera que se levante. Recordó la vez que, en gimnasia en la escuela había hecho abdominales de más y al día siguiente no podía ni levantarse de la cama, producto de que había hecho bien el ejercicio.

Intentó mover los brazos pero le era imposible. Todo su cuerpo se encontraba paralizado. Podía pestañear, pero su cuello no podía girar hacia los costados.

¿Es esta una parálisis del sueño?" se preguntó Lía, siendo incapaz también de hablar y pedir ayuda. No recordaba la última vez en la que había tenido una parálisis. Sabía que había experimentado esa sensación espantosa de no poder moverte ya que tu cuerpo se encuentra dormido, pero no sabía bien en qué momento de su vida había sucedido tal experiencia.

No intentó moverse. Sería en vano. De lo contrario intentó volver a dormir. El cosquilleo que sentía en su estómago y sus piernas era cada vez más fuerte. Comenzó a picarle y la sensación de no poder rascarse era insoportable. Casi tanto como no poder moverse, como querer dormir para que se acabe aquella pesadill, como no poder lograrlo.

Respiraba cada vez con más fuerza. No sentía a Colin cerca de ella, tampoco podía verlo debido a su limitada visual. No sentirlo cerca, creyó Lía, era lo peor. Siempre estaba allí para ella, nunca desaparecía así porque sí, al menos no sin avisarle antes.

Intentó gritar el nombre de Colin, luego recordó que sus esfuerzos iban a ser en vano. Sintió una gota de sudor que le caía por la sien. Ya estaba comenzando a incomodarse, a impacientarse.

Cerró los ojos. Ignoró todo tipo de pesar, todo tipo de distracción o síntoma que le recordara el sufrimiento por el cual estaba pasando y fue a su lugar feliz. Esa había sido una recomendación de su padre cuando le contó la primera vez que había tenido una parálisis del sueño.

Peter le había dicho que recordara el momento en el cual había sentido la felicidad máxima. Aquel momento que jamás podría olvidar. Y Lía siguió su consejo:

Era otoño. El otoño en Cambridge no es distinto al invierno. Las hojas de los árboles caían, era de ese color naranja que a Ophelia tanto le gustaba. Pero lo que más le gustaba a Lía era pisarlas cuando pasaba por allí. Crujían fuerte debajo de su pequeño pie y eso le fascinaba.

Estaba a un par de días de su cumpleaños y como era tradición, Peter llevó a toda la familia a un parque no muy lejos de su hogar, en donde Ophelia podría andar en bicicleta, cosa que le gustaba casi tanto como pisar las hojas del camino rodeado de árboles en tonos tierra.

Peter también dijo que sería una buena idea para que el bebé, hermano de Ophelia, estuviera al aire libre. Colin era un niño de un año de edad. Aún no había dicho ninguna palabra y eso les preocupaba a Peter y Mónica.

La familia se movilizó hasta el parque más cercano. Era inmenso y lleno de bellos árboles. Había caminos enteros para que la gente anduviera en bicicleta, incluso para una larga caminata. No había mucho ruido ya que estaba bastante alejado del bullicio de la ciudad. Era el lugar más pacífico en el que había estado en su corta vida.

Lía comenzó a andar en bici por todo el parque mientras Peter y Mónica la seguían, junto a Colin, quien estaba en el carro de bebé que perteneció a Ophelia en la misma etapa de su vida que la de su hermano menor.

Colin estaba durmiendo. Raro ya que solía estar siempre despierto, con los ojos bien abiertos mirando todo lo que sucedía.

Era muy curioso, igual que su hermana. Y bastante activo. Se la pasaba gateando por toda la casa, intentando caminar ya que tenía un año y debía comenzar a hacerlo, a veces rompía cosas, y muchas de esas veces, Ophelia era la que recibía los retos. Eso la enfurecía y como que la llegada de un bebé no le había gustado para nada desde el principio, odiaba a su nuevo hermanito.

Ella era la nena de la casa hasta que llegó él. Toda la atención de Peter era para ella. Mónica nunca fue tan expresiva como lo era Peter que todo el tiempo jugaba con ella a lo que fuera.

Ahora ya no lo hacía, y eso hacía que Ophelia odiara más a su pequeño hermano, quien recibía toda la atención. A ella la habían olvidado.

Ophelia escuchó cómo su hermano había despertado ya que la tranquilidad que había en aquel parque ahora era interrumpida por el llanto de un bebé que no iba a parar hasta vaya uno a saber cuándo.

Al no hablar, la única forma de decir que estaba desconforme con algo era llorando, asunto que a Ophelia le molestaba en demasía. Debía comenzar a hablar, cuánto tiempo más iba a estar así.

Ophelia, ignorando el llanto de su hermano que se iba apagando poco a poco, siguió andando en su bici, dejando que el viento otoñal golpeara sobre su rostro. Solo tenía seis años, bueno casi siete, y manejaba muy bien su pequeña bicicleta rosa sin ruedas entrenadoras. Pero a veces, confiarse tanto de ello podía llevarla a caer. Y eso sucedió.

La bicicleta rosa se topó con una piedra y provocó que se estanque y por gravedad e inercia, Ophelia salió volando de ella impactando fuertemente en el suelo. Todo se nubló.

Había golpeado su cabeza muy fuerte contra el suelo. Tenía los ojos cerrados pero sentía absolutamente todo. De sus ojos salían lágrimas, pero era un llanto silencioso. Peter al oír el silencio de la bicicleta y las risas de la niña, miró en dónde estaba su hija y al ver a Ophelia inconsciente en el suelo, salió corriendo hasta ella, desesperado.

-Ophelia.- gritó Peter mientras se agachaba.

Muy lentamente, Mónica se iba acercando con el carro en donde Colin se encontraba, ahora sin llorar y con la mirada ubicada en Ophelia.

Ophelia fue cobrando la consciencia de manera bastante lenta. Tenía las rodillas ensangrentadas al igual que las palmas de su mano. Le dolía la cabeza, producto del fuerte impacto.

Peter estaba con lágrimas en los ojos. Había estado a punto de perder a su hija. Mónica estaba mirando la escena, petrificada, como si la hubiera tomado por sorpresa y no supiera cómo reaccionar.

Colin, el hermano que Ophelia tanto odiaba, comenzó a balbucear y a llamar la atención de su hermana. Ella, a duras penas miró a Colin. El estaba sonriendo y aplaudiendo, feliz de que su hermana mayor lo esté mirando.

-Lía.- dijo entre balbuceos.

Y así fue cómo Colin, además de decir su primera palabra, dio origen al apodo que Ophelia adoptaría para el resto de su vida. Desde entonces, Colin jamás la llamó de otra manera que no sea Lía.

El recuerdo de aquel día en que Colin había dicho su primera palabra provocó que Lía llorara en plena parálisis. Si bien había estado a punto de morir, Lía amaba recordar la primera palabra de su hermanito. Claro que aquel día terminaron en el hospital en caso de que la contusión sea grave, pero había sido el día más feliz de su vida. Había estado a punto de morir, pero a pesar de eso, lo primero que vio al despertar fue a su hermanito, intentando pronunciar su nombre y haciendo de este, su primera palabra.

Había estado un rato largo recordando que ya no sabía cuánto tiempo había estado así. Intentó ver el reloj que se encontraba en su mesa de noche. Las tres de la mañana era todavía. No había pasado ni un minuto. Poco a poco tomó dimensión de lo que estaba pasando. Su reloj era uno de esos que tenían agujas y despertador en forma de campana insoportable. Cada segundo que pasaba, una aguja hacía ruido de "tic tac tic tac". Era insoportable pero ya se había acostumbrado a aquel sonido.

Su reloj, antes inmaculado, en perfecto estado en blanco y negro ahora tenía manchas de sangre, como si alguien lo hubiera roto de un puñetazo. Sintió un dolor fuerte en su mano. Al mirarla, notó que estaba empapada de sangre.

Between: Bienvenidos a BonfistWhere stories live. Discover now