- Ya veo.... -sujetó la pequeña tetera que portaba desde hacía meses con él y se la acercó, notó que su mirada se perdía mientras observaba aquel artefacto de acero – Te lo dije hace tiempo, Hanji es más humana de lo que crees.

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Se tumbó de espaldas sobre la fría piedra mientras comenzaba a releer la lista de reclutas que pertenecían a aquel batallón. Intentaba asociar alguna cara con alguno de ellos pero tras casi dos años de  esquivar la interacción con ellos comenzaba a pasar factura. Apenas podía reconocer unos pocos. Ni siquiera estaban bien redactadas sus habilidades entre aquellos papeles. ¿Cómo se supone que iba a elegir?

Tal vez debería acudir más a menudo a los entrenamientos en grupo y observar de que era capaz cada uno. ¿Realmente conseguiría algo si intentaba que alguno de aquellos soldados desarrollase sus capacidades? Ya había fracasado demasiadas veces. Farlan, Isabel....Mordió su labio mientras recordaba a la última persona a la que le había enseñado a esquivar el cañón de una escopeta.

Él era distinto, era consciente de ello. Su límite estaba bajo un umbral mucho mayor que el de todos aquellos soldados. Sabía que alcanzaría su objetivo mucho antes que cualquiera. Incluso las míseras heridas que a veces traía consigo desaparecían con bastante celeridad. No podía transmitirle eso a nadie. Tan solo instruirles en unidades básicas de ataque. Tal vez si dejaran de ser tan temerosos...

Recordaba la primera vez que había visto a aquellos titanes. Eran bestias más colosales de lo que había podido llegar a imaginar. Solo diseñadas  para matar. Su único objetivo vital era aniquilarlos. Pero no sintió miedo. Tan solo se despertó un extraño instinto que le acompañaba continuamente y que le permitió sobrevivir bajo aquellas circunstancias. Su instinto de supervivencia. ¿Cómo iba a despertar eso en otros soldados? No tenía ni la más remota idea. Erwin Smith solía ser una persona inteligente, pero decidir poner la vida de cuatro soldados en sus manos, había sido la decisión más estúpida que había tomado.

-.......No, claro, pero cuando lo dispones sobre una cloración salina....... - una extraña conversación llegó a sus oídos.

Se giró instintivo hacia el borde, reconocía aquella maldita voz. Y de alguna manera, notaba que la necesitaba. Sacudió la cabeza ante aquel pensamiento. ¿Para qué necesitaba oír su voz? Sabía que ella no iba a morir tan fácilmente. No necesitaba cerciorarse de que volvía viva de las misiones, siquiera. Intentó buscar el origen de la conversación. ¿Dónde estaba? La oía muy cerca, demasiado cerca.

Finalmente divisó dos figuras cargando con una enorme caja, probablemente los suministros semanales. La siguió con la mirada, volvía a estar acompañada de aquella continua escolta que parecía seguirla a todos lados. Un hombre que temblaba ante su presencia y demasiado obsesionado por conocer la relación que existía entre ambos.

-.........Y al finalizar, lo guardas en un recipiente con ventilación. En varios días se ve el resultado. La última vez que lo hice no tardé más de cuatro días en ver pruebas - ¿por qué su voz sonaba tan sonriente mientras hablaba con él?

-Que...... interesante. No sabía que los lagartos podían regenerar...... miembros - ¿y porqué la voz de él sonaba tan estúpidamente aduladora? Ni siquiera parecía interesado en lo que le contaba.

- Es agradable encontrar a alguien que le guste oír acerca de mis experimentos. A las chicas de mi habitación no le interesan, ni a la mayoría de soldados – murmuró mientras se sentaba sobre la caja –El comandante dijo que la dejásemos aquí, ¿verdad? Supongo que en media hora vendrá la policía estacionaria a recogerla.

Decisiones y arrepentimientosWhere stories live. Discover now