9 - Mar Mediterráneo

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La visita de mi Jaime a mi lugar de excursión con el crucero me deja peor de lo que creía. No es que me haya sentado mal que viniese, al contrario, me ha alegrado tanto que la despedida es totalmente un asco.

Primero, al despedirnos en el puerto a la hora que mi madre nos indica, ninguno quiere despegarse del otro. Y pensar que un día antes me había montado en el crucero con la idea de poder separarme de mi novio durante todos estos días de excursión.

Pero eso no es todo, cuando subo a bordo lo primero que hago es meterme en mi camarote. Me ducho, pero no pienso en cenar. Incluso mi madre llama un par de veces a mi puerta para avisarme de la genial cena que nos espera. Para un día en todo el crucero que hacen noche marroquí con sus comidas y música marroquíes y voy yo y me lo pierdo.

No me apetece nada salir de mi camarote. Lo peor de todo es que hoy toca día en el barco porque Mónaco está lo bastante lejos de Palma de Mallorca como para que de un día para otro hayamos llegado a esta velocidad.

Así que, para evitar a Ivan y no sentirme culpable cada vez que lo veo porque casi pienso que me gusta más que Jaime, decido no salir de mi camarote en todo el día. No piso la piscina ni el gimnasio. Ni siquiera el buffet para el almuerzo o el desayuno. En su lugar, le pido a mi padre que me traiga un par de sándwiches y zumos para pasar el día viendo la tele y durmiendo. Al final del día estoy tan cansada de ver la misma imagen del trayecto del barco que creo que voy a soñar con barquitos. Una vez más pienso que debería haberme traído el libro que me dejó mi prima. Al menos así la ausencia de Jaime la llevaría mejor.

Ahora creo que sí tengo ganas de que llegue septiembre.

Cuando llega la noche y me despierto de mi segunda siesta, alguien llama a la puerta.

Me levanto de la cama entre resoplidos y la abro. Al otro lado encuentro a mi madre.

–Me siento culpable por haber sido cómplice de Jaime –confiesa.

Entra y cierra la puerta. Yo me paso la lengua por los labios.

–Está bien, mamá. Me ha gustado la sorpresa.

No miento, pero tampoco le digo que quizá sin su sorpresa disfrutaría más de estas vacaciones con Ivan, Dioni y Tatiana. A propósito, espero no verlos en todo lo que queda de crucero.

–No está bien. Si estuviera bien habrías salido a la piscina o incluso a correr, al gimnasio, como dijiste que harías antes de subir.

Me encojo de hombros.

–No voy a dejar que te quedes sola aquí, que lo sepas. Anoche no cenaste y las cenas no las traen al camarote, así que no tienes excusa para no cenar.

–No tengo hambre –me apresuro a contestar, pero mis tripas me dejan en vergüenza cuando empiezan a rugir. La verdad es que no me extraña, una no puede alimentarse con dos sándwiches al día. Mi madre levanta una ceja–. Vale, ahora me arreglo y salgo.

Mi madre me dedica una sonrisa y me abraza.

–No estés mal. Piensa que un día más aquí es un día menos que te queda para verlo.

–¡Pero no lo veré en todo el verano!

Nos separamos y mi madre coloca sus manos sobre mis hombros.

–Podemos hablar con sus padres y los abuelos para que se venga a la playa. ¿Qué te parece?

No digo nada, pero es que hay sonrisas que se adelantan a las palabras. Mi sonrisa se adelanta esta vez.

*******

A las nueve en punto, como acordamos el primer día de crucero, mis padres llaman a la puerta de mi camarote para que salga y vayamos a cenar. Lo que no recordaba de esta noche es que es la noche ibicenca, y, al ser ibicenca, han planeado una especie de restaurante en la cubierta de la piscina. Los empleados han quitado las tumbonas y en su lugar han colocado mesas y sillas de madera blanca. Hay, incluso, antorchas de fuego artificial. Realmente parece un chiringuito de playa.

El amor no existe hasta que llegaजहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें