Prólogo

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No sabe lo que está observando.

Por un segundo le pareció que era algo parecido a una imagen en su sueño, pero estaba segura que por más disparatada que fuera su mente nunca se llegaría a imaginar un ser como ese, tan gigante que era capaz de llevarla en su mano, dejándola sentada entre sus dedos.

No sabe que tan basto es, que tan extraño o magnífico puede llegar a ser, con sus alas brillantes tras su espalda y que daban un porte más majestuoso; sus sentidos se pusieron en alerta en cuanto sintió su mirada oscura sobre ella.

-Eres demasiado pequeña, no entiendo las razones de Ifrit, pero esto es lo último que puedo hacer por él -su voz es fuerte, tuvo que taparse sus oídos en cuanto lo escuchó- un ser sin magia, ¡Qué tan terrible debe ser la existencia de los tuyos! Quizás quería que los humanos de Eos vean a través de ti el ejemplo de verdadera desgracia, es muy tarde ya para él, pero no para los otros que siguen en su descanso.

No entiende ni una palabra de lo que le dice, el asombro es mayor en su mente que el propio miedo.

Es como si estuviera en pausa, casi en shock, reformulando en su cabeza lo que está pasando porque nada de lo que se le ha enseñado en la escuela la esta ayudando.

Reconoce algunas palabras solo por su sonido mas no por su significado, pero no como su idioma, eran más como en los juegos de su... ¿era su hermano o su primo? ¿quizás el vecino? Empezó a sentir algo de pánico cuando se dio cuenta que empezaba a olvidar cosas, cosas que hace sólo unos minutos recordaba con total claridad se estaban esfumando de su mente.

-Al menos, al no tener magia, eres inmune a esa plaga, puedes absorber su esencia dentro tuyo pero nunca serás maldecida -uno de sus dedos gigantescos se acerca a ella y solo le queda ir hacia atrás hasta que eventualmente la alcanza, toca su cabeza y la hunde un poco, de seguir recordando esto le daría miedo, pero ahora ya ni sabe a qué temer, qué es el peligro o qué es desconocido.

Todo es diferente, pero ahora, mientras reposa en su mano cubierta de metal, no tiene miedo.

-No sé si será útil, un ejemplo de la decadencia externa o un intento de benevolencia de Ifrit antes de caer en la desgracia, pero no vivirás con ese estado tuyo, morirías al poner un pie ahí -le da su único regalo, el ligero roce deja marcado de manera invisible en la piel de su nuca el signo de lo que en el antiguo calendario de Eos era el emblema del Sidéreo de fuego, debería ser suficiente para darle la habilidad de vivir, de respirar al menos, hasta que alguna persona se apiade de ella- Aun así, tu cuerpo es denso, más que cualquier otra persona en Eos, no posees la fuerza, sigues siendo igual de débil que cualquier otra de las flores esparcidas, por eso serás infinitamente herida.

-Señor.

Solo recibe su mirada, no se entendían, eso le quedó claro en ese momento.

Ojalá quien la encuentre lo haga antes de que sea muerta por las bestias o los cadentes; era preferible de que fuera antes de que la marca pudiera revelarse.

En esos momentos, Ifrit no era signo de adoración.

-Pequeña niña, al igual que el cuerpo del Sidéreo que te quiso aquí tu fuerza provendrá de su antigua gloria, pero cuando tu momento llegue no debes negarte al destino que Ifrit te dejó, vivirás mientras yo continúe en este mundo -la ve tocar con cuidado parte de su armadura, como tanteando el no ser rechazada por su tacto y casi disfrutando la sensación del metal que hasta se siente cálido- eres un peligro al provenir de su voluntad, pero ya estabas aquí, no puedo abandonarte así nada más, no cuando ya no puedes regresar.

Se sintió como caer, pero en verdad no lo hacía, estaba flotando, ligera, el tacto cálido del metal se ha ido mientras se eleva, mira la estela de espadas detrás de él conforme gana altura.

-¡Señor! -trata de alcanzarlo pero solo puede conseguir el tacto de las estelas brillantes- ¡ayúdeme, señor!

-Aquel que debía velar por ti ha muerto -le impresiona poder entenderlo, sus palabras le dan miedo, si aquel que la cuidaría ya no estaba, ¿Qué sería de ella?- fue necesario, y mis manos están manchadas por ese pecado, incluso me siento culpable ahora que empiezo a buscar lo mismo que él.

No sabía de qué pecado hablaba, no sabía por qué estaba ahí cuando todo lo que quería era regresar a casa, pero ya ni recordaba cómo era.

Fue cosa de parpadear, ver algo parecido a una marea y luego, cuando abrió los ojos de nuevo entre su raro sentir muscular, vio un cielo nocturno sobre ella.

Una hermosa noche estrellada.

Y luego lo vio a él, con ese cabello negro, los ojos azules y el aura azulada que emanaba de él.

Star SkyWhere stories live. Discover now