Metamorfosis

52 4 5
                                    

Eri caminaba por la calle con la misma sonrisa que siempre se veía en su joven rostro.

Era una mujer alegre, empoderada y segura de si misma, que se hacia notar. Por donde quiera que pasaba, se notaba su presencia, y no solo por que era físicamente hermosa, si no también por su forma de ser.

Era de esas personas que uno admira, vamos, para nada era una princesita disney, era una guerra dispuesta a luchar por lo que quería. Era de las personas que hacían de todo, que no le gustaba quedarse solo con algo en especifico. Era escritora, actriz, cantante, científica, artista plástica, fotógrafa y comediante.

Gozaba de todas esas profesiones como un niño al probar su primera paleta.

Su filosofía de vida era simple:

¿Por que quedarse solo con una cosa, habiendo tanto que aprender y conocer?

...

Una vez llego frente a la puerta de metal, suspiro emocionada.

Repaso mentalmente como se veía:
El pelo largo suelto, un poco de maquillaje al natural, ropa casual y tacones con plataforma baja, que no necesitaba mucho dada su altura.

Tenia los ojos cafés y la tez blanca, que hacia juego perfecto con el color rojizo de su pelo.

Abrió la puerta para caminar unos pasos hasta llegar al escenario.

Estaba feliz, ese era su tercer show en el mes, y le encantaba la sensación de estar frente a tantas personas.

Usaba la comedia como una herramienta de empatia.

Recordaba la infinidad de veces que las personas le habían dicho que tras un mal día, escucharla era lo único que las animaba.

Si, quería que todos fueran felices, y que olvidaran sus problemas, aunque fuera por unos minutos.

Lo deseaba y le hacia feliz, por que no quería que nadie sienta lo que ella había sentido por años. Veinte años de depresión, ansiedad y rechazo, que casi la habían consumido, antes de convertirse en la persona que era ahora, antes de haberse convertido en Eri.

Antes de haber dejado atrás a Joseph, que había sido la mascara que reflejaba el desconocimiento de la sociedad.


Atravesó el telón, con el micrófono en mano, dispuesta a comenzar otro ritual de risas y reflexiones para las personas que estaban dispuestas a escucharla y entenderla.

Como quien dice: el mensaje solo le llega a quien le tiene que llegar.

Y tras saludar a la audiencia, comenzó a relatarles, con intervalos de bromas, su historia de transformación.

Como había pasado de ser un triste y deprimido chico llamado Joseph, a ser la feliz mujer que era en ese momento, que siempre había sido en el interior, y que había luchado por salir para poder comenzar a vivir.

- Saben... hace unos días, que fue el día de la mujer, alguien desde una cuenta anónima, me escribió en privado lo siguiente:

- A las mujeres trans no se las puede felicitar en el día de la mujer, por que nacieron hombres. Entonces le respondí:

- Las mujeres nacemos como nos da la chingada gana!




EriOn viuen les histories. Descobreix ara