Parte 79: Último Paso

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Al mediar la mañana del día siguiente, sin siquiera desayunar, Joseph partió con dirección a la represa. Aquel lugar se encontraba fuera de la ciudad, de modo que le esperaba un muy largo recorrido que implicaba una fatigosa caminata. No obstante, el chico decidió ver el lado positivo del asunto ya que, si bien resultaba más sencillo tomar un par de buses para acortar enormemente la travesía, también podía aprovechar el extenso tiempo de caminata para reflexionar a fondo.

Joseph se sentía sumamente emocionado por encontrarse tan cerca del final del Juego, pero no pudo evitar que una gran desazón se adueñara de su mente. Recordó entonces las palabras de Arthurus, el veterinario de Odessa que había jugado contra el Embaucador.

Aquel hombre había afirmado que se había librado del ente caótico únicamente porque no había cumplido sus expectativas. En su caso, el Embaucador no parecía haber dado señales de aburrimiento ni decepción, por lo que Joseph temía las sombrías consecuencias que implicaría llamar su caótica atención.

Joseph meneó la cabeza, dispuesto a concentrarse en el reto y no en preocupaciones banales, pero su fuerza de voluntad decayó estrepitosamente luego de una hora de caminata, al percatarse de que se estaba muriendo de hambre. Consciente de que no conseguiría nada bueno en aquel estado de ayuno, decidió detenerse en un pequeño restaurante que encontró en el camino.

Mientras tomaba un aperitivo, repasó a grandes rasgos todo lo que sabía con respecto a su objetivo. Había intentado buscar información en la red la noche anterior, pero no había conseguido ni una pista de cómo funcionaban exactamente las represas en general. Joseph suponía que abrir una represa no era un dato que el público común debiera conocer, dadas las implicancias y riesgos, aunque resultaba lógico pensar que debería de existir alguna especie de punto de control para abrir o cerrar las compuertas del dique.

Aquella falta crítica de información podía llegar a representar un grave problema. Además, debido a límite tan apretado de tiempo, Joseph no podía sino desear ser capaz de idear un plan al mismo tiempo que investigaba personalmente la represa a la cual se dirigía. Por lo demás, el único apoyo que poseía estaba concentrado en la pistola cargada con una sola bala que el Embaucador le había entregado el día anterior, la cual escondía debajo de su chaqueta.

Idear los múltiples usos que se podría dar a un arma llegaba a ser una tarea ardua. No obstante, si aquella arma solo contenía una bala, las opciones se reducían drásticamente hasta prácticamente desaparecer casi por completo.

Por fortuna para Joseph, no era la primera vez que se veía en la obligación de empuñar un arma de fuego. Sin embargo, la vez anterior, en el Infierno de Rypriat, tan solo se había limitado a dispararle a perros mutantes y a paneles de celdas. En el caso de ese último reto, en cambio, era más que probable que solo se encontrara con seres humanos comunes y corrientes, y el chico no se sentía mentalmente preparado para dispararle a alguien.

Luego de comer continuó con su tedioso recorrido, deteniéndose de manera intermitente para recuperar el aliento y conseguir alguna bebida refrescante. Tras un par de horas de viaje, que Joseph no habría podido completar de no haber sido por el entrenamiento físico y mental que le habían brindado los nueve retos anteriores, finalmente consiguió llegar a su destino.

La represa de Laseal era ridículamente inmensa y parecía inexpugnable, como si de una colosal fortaleza medieval se tratara. Para empeorar aún más las cosas, había varias personas visitando el lugar, el cual estaba abierto al público a modo de atracción turística. Además de los visitantes y civiles, varios trabajadores uniformados recorrían las inmediaciones de la represa, cada uno con un intercomunicador portátil que los mantenía conectados.

Joseph maldijo para sus adentros, pero luego de un par de segundos concluyó que la cantidad masiva de personas podría resultar conveniente. Con esa seguridad en la cabeza, se formó en la larguísima cola que daba a la entrada del recinto, deseoso de ingresar cuanto antes al lugar para pensar en un plan factible.

El EmbaucadorOnde as histórias ganham vida. Descobre agora