DÉCIMA PARTE | un nerd, una catástrofe.

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— Cierra los ojos, Sofia, no tengas miedo —habló dándome un poco de tranquilidad—; sólo debes respirar, calmarte y caminar un poco, ya casi llegas; no mires abajo...

Los sucesos de las últimas horas pasaron como un auto quedándose sin frenos a punto de estrellarse, sin poder tener el control de detenerse. Traté de procesar cada acto y sin embargo aún no lo puedo creer, estaba en la peor de las situaciones y no sabía cómo iba a salir de ahí.

Di unos cuantos pasos al frente sobre el delgado metal, la adrenalina corría por mi sangre y tenía muy acelerado el pulso. De mí dependía que saliéramos vivas de ahí, y esa misma presión me estaba matando de nervios.

Extendí mis brazos a los costados tratando de mantener un equilibrio y al dar otro paso, mi tobillo sin previo aviso se dobla y me hace tambalearme del metal frío hasta hacerme caer...

24 horas atrás...

— ¿Entonces crees que el gobierno básicamente es lo que George Owell transmite en sus libros? —cuestionó el chico de ojos verdes mientras le daba un sorbo a mi delicioso y calentito café.

— No lo creo. Estoy completamente segura de eso —me acomodé un poco sobre mi silla—. 1984 y Rebelión en la Granja están basados en una época difícil del trayecto de la vida humana. Owell nos abre los ojos en esos libros, nos dice que estamos siendo manipulados y usados por la gente de poder, podemos notarlo claramente en el gobierno. Somos como unos títeres manipulados, actuaremos de acuerdo a lo que ellos quieren y sin siquiera darnos cuenta. Nos endulzan el oído, pero poder y dinero es todo lo que desean de nosotros, somos esclavos sin darnos cuenta.

— Interesante. Pienso lo mismo, ¿sabes? —me miró curioso—, todo esto es una cadena sin fin. Los hijos de los que están en el poder, tendrán el poder; al igual que los hijos de estos y después sus hijos, así consecutivamente mientras la clase baja y media se queda sirviendo. Es duro decirlo y aceptar lo que sucede, pero es la verdad.

— Sí...

Por un momento, nos ahogamos en un silencio nada incómodo. Simplemente nuestras mentes pasaron a pensar en todo eso, era una situación algo complicada. Supongo que el cambio está en nosotros y en nuestras acciones.

— ¿Y cuál es tu nombre, chica misteriosa? —tosí un poco al escuchar su pregunta y reí recordando que no le había dicho mi nombre, ni él me dijo el suyo.

— Sofia. ¿Y el tuyo, acosador?

Noté cómo sus mejillas se fueron incendiando al hablar y se me hizo tierna la forma en que comenzó a tartamudear del nerviosismo que le causé.

— Ehh... Claro, mi n-nom-bre e-es... Lucah.

— Lucah —sonreí—, lindo nombre.

— ¿Sí? bue-eno, n-no tanto como el tuyo —sonrió mostrando sus blancos dientes, haciéndome notar los bonitos hoyuelos que se le marcaban a los lados.

El nerd guapo perfecto.

Comenzamos a platicar de otros temas, él comentó cosas sobre la segunda carrera que estaba cursando. Al parecer, estudió Derecho para complacer a su padre y después entró a lo que es Negocios Internacionales, ya que era un ámbito relacionado a lo que quería. Y aunque Negocios Internacionales llevaba en parte lo político, este lo orillaba a lo económico y diplomático, que era lo que más le llamaba la atención. Conversé con él que yo había estudiado eso y que recientemente había terminado mi carrera de Comunicación, pero cuando se quiso profundizar en mi vida personal; evadí todo por completo y cambie de tema para no ser expuesta por el apuesto nerd.

Tengo ganas de tenerte siempre

de conocerte

una y mil veces 

Tengo ganas que todos se enteren

si existe suerte,

la mía es quererte

Se escuchó una linda melodía acompañada de una hermosa voz varonil que captó mi atención durante la conversación. Le hice señas de que guardara silencio dejándolo un poco confundido y sonreí mientras cerraba los ojos, tratando de disfrutar la canción.

Eres tú, sólo tú

qué importa el mundo entero

si lo único que quiero

Eres tú

Tengo ganas de que no me sueltes

que lentamente 

el tiempo vuele

Comencé a tararear la canción, como si la conociera a la perfección y sentí cómo mi corazón se aceleró al abrir los ojos y ver los suyos completamente concentrados en mis acciones. Sentí que perdí el sentido del tiempo por unos minutos y tímidamente me removí en mi lugar de forma nerviosa haciéndolo hablar.

— ¡Oh, por favor! no te detengas, te ves hermosa así —se recargó en la mesa como niño chiquito viendo las estrellas. Viéndome a mí.

Estuve cerca de responder a eso, cuando su celular comenzó a sonar con una canción que podría reconocer a una muy larga distancia; Música Ligera de Soda Stereo. Ignoró la llamada y yo le insistí en que contestara, pero hizo caso omiso. Por un momento, agradecí el gesto, pero me sentí una maleducada al darme cuenta de lo tarde que se estaba haciendo y preguntar la hora.

8:45 p. m.

¡Ya casi eran cuatro horas fuera!

Debía volver cuanto antes. No podía dejar a Adriana tanto tiempo sola con su familia y tal vez, ella estuviese preocupada porque no he vuelto. 

— Lucah, todo está increíble y te juro que amé conversar contigo, pero tengo que irme. Me están esperando y no me di cuenta de lo tarde que era —me levanté diciendo todo muy rápido y deposité un beso en su mejilla— de verdad, gracias por el café, la plática... tu compañía. Espero verte pronto...

Y sin más, salí como rayo del establecimiento con rumbo a casa de Ad. La noche era claramente notoria, el sereno frío comenzaba a impregnarse en mí cada vez más al paso que daba. Los focos de las casas a penas y dejaban ver con poca claridad la calle, el ambiente se sentía tenso. Desconocidos caminando de un lado a otro, partes de la avenida desoladas y ruidos extraños originando de distintos lados. Me sentí fuera de lugar, algo abrumada de lo ignoto.

Concentré mi mente en recordar el camino de vuelta y gracias al cielo, di con la casa. Entré discretamente y subí las escaleras hasta llegar a la habitación donde dormí la noche anterior. Las puertas se encontraban cerradas, guíe mi cuerpo hasta la de Adri y la abrí llevándome una gran sorpresa. 

El colchón de la cama levantado, hojas regadas por todos lados, ropa en el suelo, la mesita de trabajo impactada contra el pequeño clóset; el cuarto era un desastre. 

¿y Adriana? no, ella no estaba ahí.

Make a wish.Where stories live. Discover now