Prólogo

154 11 2
                                    

- Zedhkai~... El amor es algo dulce~ ¡cómo el de tu padre al abandonarnos! - Gritaba la mujer alrededor de aquel enorme charco carmín, mientras que a sus pies estaban aquellos cuerpos inertes, su padre y su amante desmembrados brutalmente por su propia madre.

- Zedhkai~... lo que acabas de ver ¡SE LLAMA AMOR EN SU MÁZIMO RESPLANDOR! ¡ES TAN DULCE COMO UN CARAMELO!

- ¿Dulce?...

(...)

- ¿Dulce? – El susurro escapo de aquellos labios de aquel adulto.

- ¡Oe! ¡Zed! ¿Qué sucede? – Interrogó uno de sus acompañantes mientras lo veía con completo asombro, había escuchado como de aquellos labios se había escapado aquel susurro.

- Solo... recordaba el pasado. – Fue su simple respuesta ante el hecho.

- ¡Oh vamos! ¡No debes recordar eso! ¡Desde que el padre de Shen te adopto y luego te reconoció tu tía Syndra todo va bien! ¿No?, ahora vives solo – El segundo acompañante mencionó mientras veía al albino con una sonrisa.

- ... Syndra y yo apenas hablamos. – Fue su única respuesta ante aquel comentario

- ¿Mh?, pensé que se llevaban bien – Dijo la tercera voz, una femenina.

- Eso mismo pensaba yo, Akali

- Shen... Akali... Kennen... cambiemos de tema, ¿quieren?

Luego de aquello, la charla había cesado, nadie había hablado, se mantuvieron callados hasta llegar a aquel complejo de apartamentos, donde el albino se separó de sus acompañantes para adentrarse en el suyo una vez que los mismos se habían retirado.

Tras abrir la puerta principal fue recibido por aquel menor de ojos dorados, cabello azabache atado en una coleta y acompañado con un mechón azul.

- ¡ZEDPAI! – Mencionó con alegría, extendiendo los brazos hacia el recién llegado.

El recién llegado simplemente se agachó para estrechar al menor en un abrazo, mientras sonreía levemente, regalándole siempre una sonrisa para el menor, jamás para otra persona, ni siquiera sonreía para la persona que lo adopto.

- Llegue... - Fueron sus simples palabras mientras mantenía el abrazo con el menor

- ¡Lo noté, idiota! ¡Siempre te tardas! – Reprochó el menor, causando en el mayor una pequeña risa, algo que solo hacía ante aquel pequeño niño. Su pequeño dulce, su pequeña felicidad.

(...)

Tras caer la noche simplemente hacía dormir al menor luego de su típica promesa, para ir luego hacia aquella habitación que mantenía siempre cerrada bajo llave.
Las manchas rojas de sus pecados estaban en las paredes y en el suelo, y en un rincón, aquellas tres bolsas que contenían sus secretos.

- Pensé que sería más fácil borrar los rastros, pero veo que no... seguramente ella sabrá que hacer... - Tras mencionar eso, fue rumbo hacia la habitación que compartía con Kayn, recostándose en la misma cama que el menor, procediendo a dormirse vestido, esta vez no se cambiaría, estaba realmente agotado para hacerlo. Solo deseaba conseguir dormir, cosa que había conseguido.

Había caído en un sueño, en los recuerdos de su pasado, de quienes le enseñaron como ser actualmente.

- Veo que mi hermana te enseño bien, pequeño Zed – Comentó la albina de ojos morados mientras veía a su pequeño sobrino comer aquellas golosinas, luego de aquel cruel acto que había presenciado.

- ... Mamá me enseño... que el amor es como un caramelo... y cuando se agota, solo queda tirar el envoltorio

- Así es Zed~... Pero muchos caramelos puede ser malo, aunque algún día encontrarás uno que no podrás quitarte el sabor de la boca~ 

Dulce VidaWhere stories live. Discover now