•Dos•

18 1 0
                                        

Milo tiraba de mi mano entre los cuerpos de jóvenes bailando, sentía los empujones y las risas por encima de la música. Las bebidas se derramaban al suelo por los bruscos movimientos pero logramos llegar a las escaleras.

Era raro sentir la mano de Milo en la mía, era más grande y estaba fría, sentía un escalofrío correr mi espina dorsal ante su contacto. Llegamos a la planta alta y él, empujando a algunos jóvenes, se abrió paso hasta llegar a una habitación; la puerta era blanca y sencilla, no había nada raro en ella. Abrió la puerta de la que pienso, es su habitación y me guió dentro.
Cerró detrás de nosotros lentamente y tomé mi tiempo observando el lugar.

Las paredes eran grises, un color gris claro y la cama era grande, con una base de madera de bajo que daba el efecto de que ésta flotaba. La ventana era una grande, de hecho tenía salida a un balcón desde donde se veía el patio delantero y por último un escritorio junto a la pared contraria y su armario al lado izquiero de la habitación. Mi mirada se dirigió al techo y a la tele que estaba allí, seguramente eso se movía y podía verla.

Vaya, era un lugar muy sofisticado para una fraternidad. Junto a la ventana, había varias repisas con libros. Logré leer entre ellos a autores como Wilde, Allan Poe, Las hermanas Brönte, Shakespeare...
Wow, autores grandes y complejos de entender a la primera. Me pregunto si Milo lee por pasión o esto tienen que ver con la universidad.

— Parece que terminaste de curiosear mis cosas. — comentó cruzado de brazos y sonriendo con suficiencia. Mi cara ardía.

— Yo sólo... — carraspee. — ¿No era que tenías un sillón?

Intenté cambiar de tema pero conseguí que Milo riera haciéndome conocer el sonido más hermoso del mundo.

— ¿Quieres hacerlo en el sillón? Puedo traer uno si quieres. — se encogió de hombros y se acercó a mí.

— No quise que sonara de esa forma... — murmuré y sentí su mano en una de las ondas que me hizo Becca en el cabello.

— Es el cabello más suave que he tocado. — murmuró y enrolló un mechón en su dedo. — Tus ojos son increíbles.

Mi cara ardía nuevamente, estaba muy cerca y haciéndome cumplidos.

— Son color miel pero también grises y celestes. — continuó y sonreí. — Wow...

— ¿Qué? — pregunté confundida ya que dio un paso atrás.

— Tú sonrisa... eres la chica más hermosa que he conocido. — Afirmó y yo elevé ambas cejas sorprendida.

— Eso le debes decir a todas, ¿funciona verdad? Con esa voz de moja-bragas. — joder, no debí beber. No tolero el alcohol.

Milo me observó con una sonrisita pegada a sus labios.

— ¿Te parezco un moja-bragas? — se volvió a acercar y tocó mis labios con su pulgar. — ¿Quieres que moje las tuyas Camila?

¿Quiero eso? ¿Lo quiero? Joder, quién puede decirle que no a una propuesta como esa... pero tampoco soy una chica fácil.

Di un paso delante, acercando mi boca a la suya, sin tocarla y una vez que él intentó acercarse, me alejé un poco y dije:

— Será en otra ocasión, Milo. — le sonreí y besé su mejilla saliendo de la habitación y dejando al chico moja-bragas confundido.

Bajé la escaleras y me dirigí a la improvisada pista de baile donde dejé que toda la energía de los tíos y tías me llenara y me moviera al ritmo de lo que sonaba. La música era lenta, hasta casi sexual diría yo. Movía mi caderas a este ritmo tan lento e hipnótico hasta que sentí unas manos sobre mis caderas y una erección en ella. Miré sobre mi hombro, era Milo por lo que seguí bailando y dejándolo con ganas de más.

— No sabés las ganas de follarte que tengo Camila. — Habló en mi oído. — ¿Quieres ir a la habitación?

Me di vuelta y lo observé, tenía una ligera capa de sudor en su frente, al igual que yo. Sonreí y asentí acercándome a su boca y a unos centímetros me separé otra vez y comencé a alejarme hasta la habitación.

Al llegar Milo me acorraló contra la puerta y quedó a escasos centímetros de mi rostro.

— Esta no te salvas. — murmuró y comenzó a besarme. Era un beso hambriento y lujurioso, su lengua se movía recorriendo cada parte de mi boca y sacándome gemidos involuntarios que al parecer a él lo ponian más. Sentía su erección en mi vientre y sus manos bajaron de mis mejillas a mi culo al cual sobo y apretó haciéndome jadear.

Dios, esté hombre si sabe cómo ponerme, levantó mis muslos y los colocó al rededor de su cadera, mi vestido se subió y el gruño llevándome hacia la cama sin separar sus labios de los mios. Era como si nuestras bocas no pudieran siquiera pensar en separarse, era pura lujuria y tensión sexual.

Me dejó suavemente en cama y me ayudó a quitarme el vestido, estábamos hambrientos de sexo pero tomábamos nuestro tiempo en quitarnos la ropa, disfrutando de las suaves caricias inocentes que se producían al hacer un movimiento. Quité su sudadera luego de que él se quitó la campera que llevaba puesta y disfruté de la vista y de su piel caliente contra la mía, bajé mis manos hacia el botón de sus jeans y él ayudo a quitarlo quedando ahora sí, ambos, en ropa interior.
Se colocó sobre mi, besando mi mandíbula y bajando a mi cuello, siguió con sus lentos y húmedos besos hasta mis pechos y cuidadosamente y reincorporandose, pasó las manos detras de mi espalda y liberó a mis pechos solatando un jadeo. El brillo de sus ojos era pura lujuria y no tardo un segundo en darles atención como a mi cuello. Mordía, lamía y chupaba haciendo que mis pezones quedaran duros y húmedos, me estaba dando más placer con su boca de lo que nunca creí sentir.
Delicadamente, bajo una de sus manos por mi vuentre y se introdujo dentro, llegando a mi zona intima, donde todas las conexiones nerviosas se estaban acumulando. Estímulo mi clitoris, haciéndome jadear y gemir, retorcerme de placer debajo de él. Un dedo se introdujo en mi y comenzó a moverlo de arriba hacia abajo.

— Joder, estás muy mojada. — murmuró y se relamio los labios.

Seguía dando torurosos y lentos movimientos a mi clitoris, quería venirme pero él no me dejaba, era frustrante.

— Quiero que te vengas conmigo. — dicho esto, bajó su boxer dejándome ver su miembro erecto y con la punta brillante.
Sin poder resistirme, me acerqué a él y lamí la punta.

— Cuando vuelvas a hacer eso, me corro. — dijo con los dientes apretados. Sonreí y me volví a recostar.

Se puso el condón y se volvió a colocar sobre mi, entró lentamente y cuando estuvo completamente dentro, ambos suspiramos. Esto se sentía muy bien.
Comenzó con embestidas lentas y rítmicas para luego pasar a aumentar la velocidad, poniendo sus dedos dentro de mi boca y haciéndome gemir fuertemente. Se volvió brusco y descuidado y el único sonido que se lograba oir eran nuestros gemidos y el roce de nuestros cuerpos.

Llegamos los dos al orgasmo al mismo tiempo, y fue algo monstruoso, mi vista se nubló y cerré mis ojos tratando de recuperar mi respiración, Milo se dejó caer a mi lado, su pecho subía y bajaba. Y mi cuerpo comenzó a pasarme factura del cansancio. Sin poder evitarlo, caí rendida a los brazos de Morfeo.

•••

Un capítulo tranquilo, verdad? JAJAJAJAJSJ

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Jul 17, 2020 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

|We Are Broken|Where stories live. Discover now