La mejor persona

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Octubre, 2002. 7 años.

"¡Aquí está, corre!" Me grita Valentina desde la escalera del edificio donde está nuestro salón. Empiezo a correr lo más rápido que puedo y trato de no chocar con los otros niños que juegan en el pasillo al mismo tiempo. Valentina me hace una señal de hacer silencio cuando la alcanzo y se asoma por debajo de la escalera. 

Me cuenta hasta tres en silencio con sus dedos. 

"¡Boo!" Gritamos las dos al mismo tiempo y Pablo da un salto del susto. 

"¡Me golpepé en la cabeza por culpa de ustedes!" Chilla y nosotras explotamos en risas. 

Cuando salgo del escondite de Pablo me limpio las rodillas con las manos y camino a saltitos hasta la mitad del patio. Alguien me empuja y me tapa los ojos con las dos manos. 

"¡Adivina!" dice riéndose, pero no puedo saber quién es.

"¿Jose?"

"No."

"¿Carla?"

"No."

"No sé, ¡suéltame!" Le agarro las manos y las aprieto para sacármelas de la cara. Me rasco los ojos con los puños para volver a ver bien y la veo. Es Rosario. 

"Hola" sonríe gigante, casi tan grande como sus ojos detrás de los cristales.

"¿Qué estás haciendo?" Le pregunto y sigo mirándole los ojos. Me acuerdo cuando tenía que usar un parche en uno de los dos porque tenía un problema. Qué suerte que ya no lo use porque siempre lloraba cuando tenía que ponérselo. 

Se encoge de hombros y me mira seria. 

"Estaba jugando con mis amigos pero después vi a Ignacio en la cafetería."  

"¿Todavía estaba almorzando?" El almuerzo dura como una hora y siempre que termino de comer salgo a jugar con mis compañeros de curso todo el resto del recreo, pero mi hermano que está un año más arriba siempre se demora casi toda la hora y no alcanza a jugar después. 

"Sí, pero llegaron unos de su clase y le botaron la tapa del recipiente."

Pongo un poco cara de enojada. "¿Por qué?"

"No sé, se estaban riendo."

"¿Y él qué les dijo?"

"Nada. Recogió la tapa cuando se fueron y siguió comiendo. Son unos tontos, siempre los veo y molestan a todo el mundo, sólo porque ellos son más grandes. Y son más grandes porque repitieron un curso, y se sienten geniales por eso."

Me encojo de hombros y suspiro.

"¡Rosario!" Grita una niña de su clase. "¡Ven!" 

"Me voy a seguir jugando."

"Bueno, adiós."

Sale corriendo y yo echo carrera también, pero hacia el otro lado, donde están mis amigas jugando a las cartas en el suelo.

"¿Qué están haciendo?"

"Jugando" me dice Nicole y pone una carta encima del montón de más cartas. 

"¿Puedo jugar?"

"Sí, pero tenemos que terminar esta partida primero porque ya no quedan cartas" replica Josefina. "Pero puedes mirar si quieres."

Me siento con las piernas cruzadas y me arreglo la falda del uniforme para no mostrar mis bragas. Josefina siempre pierde, pero como es la dueña del juego de cartas, siempre sigue jugando, aunque a mí no me molesta, porque se las presta a todo mundo siempre, no como otras chicas que jamás prestan sus cosas. Es casi lo mismo que las colaciones de media mañana. 

No empieces, Eff.Where stories live. Discover now