La flor que resalta entre las demás

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NOTA: Mientras leen la historia, escuchen la canción (prometo que le agrega algo extra)

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NORMAN

A diferencia de la monotonía que solía aburrirlo, al ya conocer de memoria los rostros de sus compañeros, las conversaciones triviales que llegaban a sus oídos cuando no habían profesores cerca, y la rutina del estudio, ese día en particular había algo diferente. Los murmullos de salón, ahora eran como zumbidos desesperados por ser escuchados, buscando victimas para esparcir comentarios sobre un último rumor. En medio de la contaminación auditiva, logro escuchar algo que le había llamado la atención. No sabía si era cierto, y a decir verdad, una parte de él, tenía la ligera esperanza de que fuera verdad: Que aquel chico tímido que tanto le gustaba, también gustaba de los chicos.

Se preguntaba una y otra vez, si en caso de ser cierto, tendría alguna oportunidad de que Gabriel llegara a fijarse en él, pero esa sutil sonrisa que aparecía al pensarlo, se desvanecía al momento de siquiera considerarlo. Él era muchas cosas, pero sobre todo realista, quizá demasiado, inclinándose más a lo pesimista.

Gabriel era hermoso, no solo por fuera, y podía estar con quien quisiera. ¿Porque habría de fijarse en él? ¿Porque decidiría verlo de la misma manera en la que él lo hacía?

Y como tantas veces se sorprendió a si mismo haciendo, miraba a aquel chico de rizos cafés que le robaba suspiros, con la esperanza de que aunque fuera por un momento, volteara a verlo. Sin poder parpadear y casi olvidando hasta como respirar, se sintió casi morir, cuando ese día así lo hizo. Estaba más preocupado por el hecho de pensar que se podía notar que estaba nervioso, emocionado y asustado a la vez, que en la duración de esa mirada que convirtió los segundos en horas.

A veces le resultaba incluso divertido. Al verlo, nadie pensaría que su más grande debilidad era ese chico: Que se moría por hablarle, por besarle, y pasar el resto de sus días con él. Porque si, de nada ya le servía negarlo, estaba enamorado hasta la médula.

No era algo que busco sentir, porque el, como su familia y todos a su alrededor, esperaba encontrar a una chica que lo hiciera sentir lo que nadie había logrado en todos esos años, una guapa muchacha, con quien años después se casaría y pudiera tener descendencia para preservar el apellido familiar. El modelo de felicidad universal, un modelo que ya no significaba nada, al ver el brillo de los ojos verde olivo de Gabriel, que lo hacían perderse en un mar de ilusiones.


Al pasar las semanas, noto como las personas de su salón dejaban de comentar sobre la sexualidad de Gabriel. Estaba feliz por eso, y a la vez aliviado. Tenía miedo de exponer sus sentimientos y dejarlos en evidencia, pero no estaba dispuesto a seguir callando lo que tenía que decir, si ello implicaba defender al chico de risos cafés, que lo mantenía soñando despierto.

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Esa tarde estaba especialmente nervioso. Tras pensarlo por días, y a pesar de los miedos y las dudas, había decidió confesarse. Recordaba cómo horas antes, se preparaba para aquel encuentro, lo había pensado todo: por la mañana paso a la florería del centro de la cuidad, y de entre toda la variedad de ese pequeño jardín, con una sonrisa en los labios, eligió una flor silvestre, que resaltaba de entre las demás. Acto seguido, regreso a su hogar, para pasar la siguiente media hora con la cabeza hecha lió, al haber vaciado todo su closet sin tener algo que pudiera convencerlo, para al estar tan frustrado, tomar lo primero que vio y ponérselo antes de salir.

Repasaba mentalmente lo que tenía que decir, temblando un poco por el frio y por los nervios, estaba parado en la esquina de la calle, junto al árbol de hojas secas, aguardando que apareciera Gabriel. Lo esperaba moviendo el pie derecho con algo de impaciencia, dándose ánimos a sí mismo, para su primera confesión en voz alta. La primera había salido en el silencio, y en medio de la oscuridad, un sábado por la noche en la que, mientras temblaba de miedo al verse vulnerable, mirando su reflejo en el espejo, admitía entre pensamientos que un chico le gustaba.

Sintió una corriente electrizante recorrerle el cuerpo. No estaba seguro si por el frió, o por que la persona que era el motivo de sus nervios, caminaba hacia él.

Cuando sus miradas se encontraron, Norman suspiro, comenzando a caminar en línea recta. A cada paso que daba, sentía como sus latidos aumentaban el ritmo.

Solo quería decirle lo que sentía, no esperaba más, incluso se había preparado para un rechazo, pero muy en el fondo, tenía la pequeña esperanza de ser correspondido. Y al estar parado frente al chico que le gustaba, con las piernas temblando por los nervios, y la flor extendida hacia él, se confesó.

Debajo de la pielOnde histórias criam vida. Descubra agora