Capítulo 35: Cuatro De Julio.

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Ya no me guardaría más secretos. Ya no quería callarme porque callarme significaba más desgracias para mi vida. Ya no más silencio. Lo que había hecho con el Juco no me remordía nada, no me dolía, no me lastimaba. No sé cuándo me convertí en eso, pero estaba tan tranquilo sabiendo que estaba muerto.

Le expliqué mis razones y le conté todo como había sucedido, desde que empecé a consumir su mercancía, hasta el momento que encontré a mi madre sin vida. No hubo nada que me guardara, lo conté todo porque quería que la señora Leticia supiera que eso que hice no había sido en vano. Que había razones de sobra para quitarnos a ese maldito de encima. Ella aprovechó ese desayuno para contarme por qué el Juco había matado a su hijo hacía casi tres años, poco antes de que nos mudáramos a Fang. Dijo que, al igual que yo, su hijo estuvo en drogas y él era el que se las vendía. Llegó al punto donde se volvió adicción y no pudo parar de pedirle más y más. Hasta que Julio se cobró todas, soltándole un disparo en la frente.
     —No sé de dónde sacaste valor para hacer eso, Robin —susurró la señora, como si alguien nos pudiese escuchar—, pero yo voy a hacer lo posible para que no se sepa que fuiste tú, nadie tuvo los pantalones para hacerlo.

Decidí contarle cómo fue que entré a la casa de Julio, y así también le pedí que me ayudase a esconder la mochila donde estaba el arma con la que Carlos mató a sus hombres, el fierro que le había quitado a Carlos y también el que intercambié con la mía, además de las cajas de tetraciclina y aquel cuadro que robé por curiosidad. Leticia me llevó a su cuarto, diciéndome que metiera la mochila bajo su cama y que cuando me fuera, no me olvidase de llevármela. No lo iba a hacer, tenía muy presente que todo eso, además de peligroso, era importante.

Mientras tanto teníamos que organizar todo para esa noche. Aunque no tuviese los ánimos y la valentía para hacerlo, tenía que hacerlo, porque era mi responsabilidad como hijo de Millaray, organizar su funeral como una forma de agradecimiento por todo lo que hizo por mí.

Nos quedamos callados por un rato, sentados en la orilla de su cama, viendo al infinito, metidos en nuestros propios pensamientos. Yo pensando en cómo hubiese podido impedir todo eso, y ella quizá meditaba lo que iba a cocinar para el velorio.
     —No sé cómo decírselo a mi hermana... —rompí el silencio, dándole el último trago a mi café.
     —Tienes que ser honesto, le va a doler más si se lo escondes. Ella ya está grande, Robin —dijo.

Solo asentí, antes de pedir permiso para levantarme y pasar al cuarto donde estaba mi hermana durmiendo todavía. Quería saber cómo estaba, qué pensaba o qué sentía. Si tenía idea de todo lo que pasó. Si escuchó los disparos que soltó Julio. Quería hablar con ella de una vez, porque la angustia me estaba carcomiendo y ya no quería seguir con eso guardado. Al final de cuentas, ella estaría presente en el velorio y tenía que despedirse de nuestra madre porque entonces, solo seríamos ella y yo.

La desperté, moviéndole el brazo con un poco de fuerza. La vi tan inocente abriendo sus ojos, que me dieron tantas ganas de abrazarla y decirle: "¡feliz cumpleaños!", pero no tenía nada de feliz, y hacerlo solo nos destruiría más por dentro. Preferí que hiciéramos de cuenta que su cumpleaños todavía no llegaba, porque el cuatro de julio se transformó en tristeza; en luto.
     — ¿Por qué le hizo eso? —preguntó con la voz dormitada y los ojos llorosos.

Me tomó por sorpresa y tan vulnerable que no supe qué responder, pero con aquella pregunta supe que ella sí sabía lo que estaba pasando y no podía mentirle echándole un cuento de hadas para transformar la muerte de mi madre como algo normal y que pasaría pronto, porque sabía que sería una situación larga de digerir.
     —Hay personas muy malas, Jeimy. Tenemos que cuidarnos entre todos —fue lo único que pude decir con un nudo enorme en la garganta.
     —Quiero verla... —una lágrima salió de su ojo izquierdo.
     —En la noche la vendrán a dejar aquí para que podamos despedirnos —lloré también.

Yo, ErróneoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora