Jelsa

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Como cada conmemoración especial el hotel de la familia Arendelle estaba repleto de visitantes y ese catorce de febrero no era la excepción. Los pisos bien cuidados de madera pulida eran transitados por un sinfín de parejas, incluso las féminas más jóvenes hacían acto de presencia en bulliciosos grupos para adquirir uno o dos amuletos o brazaletes que las ayudaran a conseguir el verdadero amor.

Elsa cumplía con su deber de supervisora en forma serena como requería su obligación. Entregaba los amuletos y brazaletes, realizaba bendiciones entre otras cosas en el edificio.

A pesar de amar su trabajo, la platinada, sentía que era la única solitaria entre todo el mar de personas que se le acercaban una tras otra para en busca de su ayuda.

-Mamá -la joven llamó a la mujer que conversaba animadamente con un par matrimonios.

-Dime, querida.

-Voy a descansar por cinco minutos -se apresuró a levantarse, aprovechando que la clientela había disminuido-. Necesito despejar mi mente.

-Adelante. Ve, ve -la apuró, haciendo ademanes con las manos.

La joven ingresó a su piso y se dirigió directamente a su habitación para buscar su celular y así poder revisar los mensajes y llamadas recibidos. No le agradaba cargar con el aparato mientras llevaba a cabo sus labores ya que lo veía como una distracción y consecuente falta de respeto hacia los visitantes.

-Al parecer no podremos vernos hoy -murmuró, al constatar que no existían nuevas notificaciones.

Desde el momento en que su relación con Jack se había vuelto un poco más cercana, ella esperaba con disimulada impaciencia los mensajes y llamadas que el rubio se encargaba de ejecutar cada día.

No eran una pareja formal ni nada parecido, pero, pese a que la insistencia y presencia del cantante en ocasiones le resultaba molesta, ella esperaba que ese día pudieran compartir unos momentos juntos. Sobre todo, después de que él le enviara un mensaje invitándola al cine y a cenar.

-Bueno, eso me gano por romper sus ilusiones -se amonestó, al recordar la manera tan fría en que lo rechazó.

No comprendía del todo su malestar, era consciente que Jack buscaba algo más que una amistad y ella no podía negar que era agradable estar a su lado, mas no creía estar lista para entablar una relación amorosa; mucho menos después de la decepción sufrida por culpa de Tadashi. Aunque sus amigas se empeñaran en insistir con que le diera una oportunidad al cantante.

Su estómago rugió y al percatarse de la hora, decidió salir de la casa para dirigirse a uno de los puestos de comida que su padre había enviado a montar con la intención de vender algo más que los artefactos y amuletos. Resultaría extraño adquirir su almuerzo en aquel puesto y más aún rodeada de los visitantes, pero no tenía tiempo de prepararse algún bocadillo y esa opción resultaba tentadora.

-Buenos días, señorita. ¿Sería tan amable de mostrarme una habitación? -una voz masculina la interrumpió cuando seleccionaba lo que iba a ingerir.

-Lo lamento, en estos momentos estoy... -al voltear para disculparse con su interlocutor las palabras se detuvieron en su garganta.

A su lado, ataviado con una gorra azul y lentes oscuros, se encontraba aquel extraño conocido del cual esperaba noticias.

Al notar su sorpresa, Jack, sonrió con disimulo. El rubio conocía a la perfección el carácter malhumorado de la platinada.

-¿Qué estás haciendo aquí? -preguntó Elsa, aún atónita por la masculina presencia.

-Bueno, dijiste que hoy no podríamos salir debido a tus obligaciones -el rubio se acomodó la visera de su gorra para cubrir un poco más su rostro cuando dos jóvenes pasaron a su lado-. Y decidí que si Mahoma no va a la montaña... -continúo.

Relatos (Jelsa, Mericcup, Eugenzel, Kristanna) Completo.Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt