CAPÍTULO XLII La fiesta promoción

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Bailamos toda una ronda de canciones, como cinco del mismo género. Así que cuando terminamos, estábamos muy cansados y salimos a tomar aire fresco afuera. Él salió primero y yo después a tomar gaseosa que regalaban los meseros del evento. Luego entré y me di cuenta de que ese chico estaba hablando con sus amigos, seguramente de mi baile con él. Algo que recordaré y me gustará de él, será su sonrisa, cuando lo miraba también sonriente cada vez que me daba la vuelta.

Descansé un buen rato viendo a todos bailar y enloquecer. Pasó el tiempo y me dieron ganas de bailar nuevamente y nadie se apuntaba a invitarme. Aproveché algunas veces y bailé cuando había círculos de personas, y en uno de ellos estaba Sol., Karen y Ángel. Por desgracia, no sé quién nos echó limonada, especialmente a mí. No tuve más remedio que medio secarme lo que podía, especialmente mi cabello y mis gafas.

Luego de secarme y dejar pasar mi sorpresa de la limonada, Vi a Daniel, un chico de 1101 que ese día se notaba apuesto con su traje, así que yo estaba esperando el momento perfecto para bailar con él. No obstante, Sol lo invitó primero y en ese momento empezó a sonar reggaetón. Poco me gusta esa música, pero igual no la rechazaba ya que quería bailar, fuera lo que fuera. Al ver que no tenía opción con ese chico, fui al otro lado a ver si alguno que conociera o distinguiera estaba libre para bailar, o si alguien más me invitaba por ahí.

Observé desde el otro lado a Andrés Camilo, así que fui a hablarle, y si algo, bailar con él ya que era un compañero de mi curso 1102.

—¿Por qué no bailas?

—Por dos cosas. La primera, la música no me gusta y la segunda, no sé muy bien bailar esto —respondió Andrés, el que mejor bailaba electrónica en mi curso. Con esto que me dijo, entendí que era inútil invitarlo a bailar. Así que lo dejé con su soledad y me fui al otro lado.

Ahora sólo tenía tres opciones, o el chico de 1101 Daniel que no lo veía por ningún lado —seguramente bailaba con Sol o su amiga Karen—; también uno de 1001 llamado Favio que lo veía bailando con otra Sol; y Daniel, mi compañero de curso que bailaba con otra chica de décimo grado. Esperé si alguno terminaba, pero no, lo que logré fue que me pisara un tal Luis, accidentalmente bailando con otra chica de su mismo curso 1101.

Sin imaginarme ni pensarlo, Marcos me sacó a bailar. Notaba que él estaba encendido y sudoroso de tanto bailar, su traje parecía el de un ninja y unos chicos le hicieron el juego de ninjas listos para el ataque. Él era un chico de 1001 amigo de Jireh, y al parecer, también amigo de Favio. Después de bailar con él —primera vez que bailaba pegado con alguien —la ronda de música cambió a dar paso a las canciones populares de toda fiesta al final. Los representantes de los cursos presentes iban a ser los guías para todos los estudiantes de décimo y once.

Desde hacía un rato, mientras bailaba con Marcos, vi que Favio no estaba bailando, estaba ubicado a un rincón con sus amigos. Cuando todos empezamos a bailar las canciones populares, vi que el chico en compañía de un amigo me miraba, yo me hice la que no sabía nada, a la vez que intentaba imitar los pasos de los de arriba en la tarima.

Luego de que pasaron las canciones populares y reconocidas de siempre, pusieron bachata. Entonces, me fui al rincón izquierdo del auditorio que no había explorado y desde allí, seguí observando a Favio y su amigo que hablaban no sé de qué cosas. Me di cuenta de que Favio otra vez volteaba a mirarme y yo lo sentía, pero no lo quise ver por miedo de que pensara que le gustaba.

Vi que desde el sitio donde estaba no iba a ganar nada, así que me fui al otro lado donde estaba antes, y apenas llegué, se acercó Sol a mí.

—Oye, ¿Sí supiste quien te echó la limonada encima?

—No —dije acordándome de ese mal momento donde me mojé, sobre todo, el cabello y las gafas. Me sorprendí, no había pensado que el ataque estuviera dirigido a mí principalmente.

Sol se fue a perderse en la fiesta y me quedé sola de nuevo. Ahora vi que el amigo de Favio estaba bailando con una chica y él estaba en el rincón prácticamente solo. No perdí más tiempo. Me acerqué y le pregunté.

—¿Quieres bailar conmigo?

—Sí, claro —respondió con una sonrisa angelical.

Fuimos a la pista de baile y sus amigos que se dieron cuenta, empezaron a hacernos bulla como si alguno supiera algo de mí o de él que le gustara —yo que sepa, a nadie le conté que me gustara él —pensé nerviosamente. Ambos sonreímos. Y ahí él me dijo:

—La verdad, sé bailar más o menos.

—No importa, vamos —le dije mientras cogía sus manos y empezábamos a bailar esa canción que justo, se terminó aproximadamente cinco segundos después.

Se detuvo la música, eso significaba que habría otra tanda de canciones, seguro de género distinto, como en toda la fiesta había oído cada vez que la detenían. Mientras tanto, le enseñé cómo se baila bachata, haciéndome la que sabía, pero no era tan cierto.

—A la próxima bailamos —dije yo mientras él asintió la cabeza.

Pusieron un género alegre muy familiar y parecido que había bailado con el otro muchacho.

—¿Es merengue? —preguntó él.

—Sí —respondí sin pensar en qué género de música era, pero parecía serlo.

Empezamos a bailar, al principio sólo tocando nuestras manos. Luego a medida que pasaba el tiempo y la confianza, le indicaba a que me diera la vuelta, y en uno de esos instantes, mi mano izquierda pasó al hombro de él y la mano izquierda de él a mi cintura. Pasaron otras vueltas y ya mis dos manos estaban sobre su cuello y hombros, y ambas manos de él en mi cintura. Hice mi mejor esfuerzo para mover bien mi cinturita. Además, aunque era bajita y él alto, estábamos a una distancia perfecta, y ahí, fue cuando sentí una extraña sensación de confianza y alegría que parecía estar en un cuento de hadas.

Mientras bailaba, vi a alguien que parecía mirarme desde el fondo: era un chico. No pude ver su cara, pero sabía que tenía un traje rojo. Imposible saber después de quien se trataba, pues varios tenían traje rojo. Cuando terminó la música, el dj indicó que faltaba lo último para terminar la fiesta. Así que miré a mi pareja sonriendo y le dije lo único que se me venía a la mente.

—Gracias.

Él también me miró sonriente y se fue al mismo sitio desde donde lo había sacado a bailar. Después no sabía qué hacer, estaba inconsciente, sólo supe que en ese momento pusieron una canción que había presentado en un baile con mi curso e intenté acordarme de los pasos. Aprovechando que unos compañeros de mi curso lo bailaban, yo también me metí como loca. En fin, estaba sin razón después de haber hecho algo que nunca hice antes: sacar a bailar a un chico de décimo que me alcanzaba a gustar un poco.

—¿Qué estabas bailando? —me preguntó una excompañera llamada Yuliana, deteniéndome para que le respondiera.

—Pues el baile que había hecho antes con mis compañeros —me detuve medio borracha por las vueltas del baile y extrañada de la pregunta, dentro de mi pensé —¿entonces hice el oso? Vaya, espero que no me haya visto Favio que estaba cerca.

Después, el dj dejó la ñapa y fue una canción de género popular tan reconocida por todos menos de mí que empezaron a cantarla, especialmente el grupito de Kevin. A algunas personas se la dedicaron mirándolas y señalándolas, y una de las primeras fui yo y las que estaban detrás de mí. Luego de esto pidieron otra, pero eso era todo y empezamos a salir uno por uno.

A la salida del auditorio me dieron una porción de natilla con unas semillas masticables que no sabía de qué eran, y esta vez, sí me demoré comiendo. A la vez, esperé a que Favio saliera para verlo por última vez o ante penúltima vez, acordándome después que faltaba aún, un ensayo de entrega de banderas y el evento como tal. Una vez él salió, salí yo también recibiendo un lindo obsequio (un pequeño cofre) de parte del colegio que me entregó la profe de inglés María del Pilar, a la vez, felicitándome por ser tan buena estudiante y nos abrazamos. Luego salí y vi a mi madre que ya me estaba esperando para regresar a casa.

Mi vida intentando ser socialWhere stories live. Discover now