El filo de la pluma

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Los artistas me generan desconfianza en la medida de su talento.  Es superior a mí. Canciones, películas, cuadros… Cualquier obra que pueda evocar cualquier tipo de sentimiento de la ficción, de una mentira, me parece tan maravilloso como malévolo. Pero si la experiencia me ha enseñado a consolidar esta idea, su pilar de mayor peso es lo diabólico de los escritores. Porque aquel que dijo que una imagen vale más que mil palabras no ha leído las palabras adecuadas. Un sinfín de escenas plasmadas en papel me han supuesto sacudidas en el pecho, nudos en la garganta, llanto desconsolado y puñaladas en el estómago lo suficientemente fuertes como para creer en la fuerza del lenguaje escrito.

Un escritor puede agarrarte del cuello y asfixiarte, pero sólo te darás cuenta de la realidad en la milésima de segundo que delimita la vida de la muerte; puede llevarte a las nubes y dos segundos después hacer que te des cuenta de que ni tienes alas ni llevas paracaídas. Y cerrar los ojos puede diezmar el miedo a la caída, pero el “si no lo veo no existe” deja de funcionar conforme crecemos y no ver el suelo acercarse a ti hace imposible que te prepares para el golpe. Solo escuchamos el “No son gigantes, mi señor, son molinos” mientras buscamos la forma de sanar huesos rotos y hemorragias, mientras mendigamos que alguien recomponga los pedazos.

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⏰ Last updated: Mar 29, 2019 ⏰

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Relatos efímeros de noches eternasWhere stories live. Discover now