Capítulo 25: Dulce y amargo

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La miré sin entender.

—Si te cautivé, ¿por qué no aceptaste?

Parecía que ella se lo estaba pasando pipa poniéndome en aquella situación, porque su sonrisa se había tornado burlona y sus ojos habían adquirido un brillo travieso.

—Porque no te lo quería poner fácil. Quería saber si te gustaba de verdad, si estabas interesado en mí o si solo iba a ser un rollo de una noche.

Me llevé una mano al pecho con gesto dramático.

—¡Auch! Eso duele.

—Me has demostrado muchas veces que la imagen que las revistas dan de ti es totalmente errónea. No eres para nada el hombre que siempre andan definiendo. Eres tierno y dulce, te vuelcas en todo lo que te importa y lo das todo. A veces puedes llegar a ser muy testarudo, eso no te lo voy a negar, pero te quiero igualmente. Quiero al hombre que eres y no lo cambiaría por nada en el mundo.

Sus palabras tan cargadas de sentimiento me derritieron por dentro. ¿Esa era la imagen que tenía de mí? Era demasiado positiva. Yo tenía muchos defectos. Por ejemplo, era muy prejuicioso, cosa que al principio me había hecho rechazar a aquella despampanante rubia que tenía delante de mí.

Agarré su mano y la acerqué a la mesa. Quería que probara todos los dulces que había encargado. Había sido todo un reto, puesto que especifiqué que estos no debían llevar nada de nueces. Lo último que quería era envenenar a mi bella flor.

Su mirada se iluminó aún más cuando vio todos los dulces que había sobre la mesa. Estaba seguro de que le gustarían. Había desde bombones artesanales hasta un pastel de tres chocolates, pasando por los mousses que había.

Se llevó una mano a la boca cuando vio todo lo que había allí.

—Dios mío, Derek.

Nos sentamos en las sillas, uno al lado del otro. De manera cursi le di a probar el primero de todos los postres. Agarré en una cuchara un poco de mousse de limón y se lo di a probar. Ella abrió los labios y se dejó hacer. Esos zafiros que tenía por ojos estaban clavados en mí.

—Mmm.

—¿Está rico? —le pregunté.

Ella se relamió los labios, un gesto que causó estragos en mí.

—Está delicioso. Un poquitín amargo para mi gusto, pero, sin lugar a dudas, está de fábula.

La atraje hacia mí. Dejé que se recargara completamente en mi pecho. Quería sentirla más cerca.

Continué dándole de comer, gesto que ella repitió después conmigo. Nos reíamos como unos tontos enamorados, sumidos en nuestra propia burbuja de amor. En un momento dado, cuando ya no pudimos más, sus manos se enredaron en mi pelo y enterró su cabeza en mi cuello. Pasé los brazos por su espalda desnuda, embelesado por su tacto.

Tenerla así, sentirla, me causaba una sensación de paz interior absoluta. Haber despejado toda clase de pensamiento negativo de su cabeza me hacía sentir satisfecho. Había cumplido mi objetivo.

Elliana:

A la mañana siguiente desperté completamente enredada a él. La tarde anterior, tras comernos casi todos los dulces que había encargado, empezamos una guerra de mimos, caricias y besos que desencadenó en una noche de placer infinito. Me había hecho el amor una y otra vez, me había llevado al éxtasis y me había hecho volar.

Con mucho cuidado de no despertarle, me incorporé en la cama para mirarlo con detenimiento. Estaba frito, aunque no me extrañaba. Aún eran las ocho de la mañana y no bajaríamos a desayunar hasta casi las diez. No había prisa.

Sueños Enredados (Amor Enredado 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora