Las Sultanas son el pilar del Imperio otomano, ellas no sólo dan a luz Príncipes y Sultanas, sino que también se encargan de que el şehzade suba al trono y sea el dueño del mundo.
Ahí es donde entran ellas, cada una llego de distintos lados del mund...
—Su majestad ha ordenado que vayan a Bursa, no iran con sus hijos a sus provincias
—¿Que? ¿Por que?—dijo Nur
—Según escuche antes de salir para que no envenen la mente de los Príncipes —dijo
—Con que por eso —dijo Sivekar—no le basto con decirle esas cosas a mi hijo, si no que creé que yo se las dije—suspiró
—Lo siento sultanas, a más tardar dos días tendrán que partir, con sus hijas, sus príncipes se irán mañana mismo—hizo reverencia
—Lo hizo, lo consiguió, puso a su hijo en Maniza para luego de que muera el sultán ni Korküt, ni ningún otro pueda llegar—gritó Sivekar
—Calma, veremos que hacer, una tiene que quedar, o por lo menos una de nuestras hijas—dijo Muazzez
—Tuyas no por que no lo quieren—dijo Mihrimah —Mükerrem y Nurbanu igual lo detestan, sólo queda Ayşe y Esmahan
—No querrán
—Tienen que, son sus hermanos, no podemos dejar que esa mujer gane,no ahora, nunca—dijo Sivekar
—Esta bien, hablaremos con ellas—dijo Muazzez
—Madre siento todo—dijo Korküt
—Recuerda que te amo, y olvida todo lo que paso, saldremos de esta —lo abrazo
—Lo se, esperó que veas nacer a mis hijos
—Veré que hago—susurró con tristeza y lo vio subir al caballo
—Madre, Mihriban quiere que veas nacer a nuestro bebé en unos meses,¿llega si?
—Lo haré Yusuf, le prometí a tus hermanos ir a verlos cuando nazcan sus hijos y iré —sonrió Muazzez y así todas se despidieron de todos sus hijos con tristeza
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—Lo haz echó muy bien Mahidevran—sonrió su madre —Eres mi mayor orgullo, no se por que Hürrem no pudo ser cómo tu y Turhan bueno a ella no le importa nada de lo que pase aquí.
—Madre, se que está guerra solo una la ganará y se que serás tu, quiero ver a todas derrotadas, sufriendo, en lo más bajo, y si no eres tu, soy yo, por allah te juró que mi hermano llegará al trono—le dijo—Así tenga que matar hasta mi propio padre.
—Jamás, escuchame bien, jamás toques o si quiera pienses en tocar a tu padre—alzó la voz— quitaremos a esos bastardos uno por uno.
—Está bien—sonrió
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