- Gracias, Portia, tomaré las medidas que procedan al respecto. Bienvenida, siéntate a mi lado.

Así lo hago, no sin antes echar un vistazo al espacio que nos rodea. Por supuesto, sigue derrochando lujo, pero lo que más me llama la atención es la pintura dispuesta en frente de la mesa. Un grupo de animales humanizados (en mi tiempo los llamamos furros) reunidos en torno a un banquete. Una paloma, un chacal, un toro... todos miran con admiración a la figura central, una cabra blanca de mirada escarlata que parece compartir con ellos la abundancia que proveen sus manos. Sus ojos parecen clavarse en mí con un brillo que parece vivo.

Casi Real.

La condesa se aclara la garganta para llamar mi atención.

- ¿Te gusta, May?

¿Le gusta a ella? ¿La ofenderé si digo realmente lo que pienso?

- No hay duda de que la pintura es de calidad, sólo hay que ver el tratamiento de las figuras y la viveza de los colores.

- No me refería a eso, precisamente, pero ha sido una buena respuesta. – Toma un sorbo de su copa. – Fue un encargo de mi esposo. Si te soy sincera, no es de mis favoritos, el término que me evoca es... siniestro. Esos ojos...

- La cena está deliciosa.

Quiero cambiar de tema, y no miento, la condesa se ha esmerado.

- Igual de deliciosa que tu compañía. Si me lo permites, voy a ir directa al motivo por el que estás aquí.

- Por supuesto.

- Como sabes, voy detrás del que todas las pruebas han señalado como el asesino de Lucio. Quiero capturarlo y celebrar una segunda mascarada a modo de celebración por su ejecución. La gente habla, y no puedo desaprovechar la oportunidad que supone que Julian Devorak esté de vuelta en Vesuvia.

A mis espaldas escucho un grito ahogado y el sonido de una copa que se rompe.

Portia intenta disimular el horror que tiñe su rostro.

- ¿Estás bien?

- Sí, sí. Lo siento, Milady. Me... me resulta preocupante que un criminal de tal calaña esté de vuelta en la ciudad.

- Aquí estarás segura, yo me encargaré de asignarte un escolta cuando salgas del palacio.

La pelirroja asiente en silencio, a la par que la condesa me devuelve su atención.

- Sé que estrás en plena formación, pero un hechizo de rastreo es algo que nos sería de bastante utilidad para que nuestra búsqueda tengas los mejores resultados.

- ¿Es algo seguro? Quiero decir, el hecho de que el doctor Devorak sea el culpable.

- Como supongo que sabrás, el conde murió en un incendio mientras guardaba reposo debido a la enfermedad que por aquel entonces corría por las calles de Vesuvia. En el momento de su muerte, y atendiendo a su estado, el único que tenía acceso a sus aposentos era el propio doctor.

Portia me está mirando fijamente, siento sus ojos azules clavados en mí cuando abro la boca para contestar.

- Si me lo permite, condesa. Me gustaría estar segura por mis propios medios, antes de llevar a cabo un acto del que nos podamos arrepentir después.

Frunce el ceño.

- ¿Insinúas que pretendo acabar con la vida de un inocente?

- Sólo digo que nunca está de más una segunda opinión.

He visto muchos capítulos de C.S.I y la serie completa de Sherlock, estoy preparada para esto. Aunque en este mundo nadie tenga ni la más remota idea de lo que estoy hablando.

Enough [Julian Devorak, The Arcana]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora