𝙶𝚄𝙴𝚁𝚁𝙰 𝙳𝙴𝙻 𝙸𝙽𝙵𝙸𝙽𝙸𝚃𝙾

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—¡Niñas! ¿Pueden salir ya? —pidió Bera desde el comedor, dejando dos platos sobre el desayunador.

Las dos niñas salieron por la puerta de la habitación que compartían, vestidas con el conservador uniforme de su colegio. Bera sonrió al ver lo parecidas que eran a ella y a su misma abuela, Valeska. Pieles pálidas, melenas platinadas y ojos de grises... así eran las mujeres Buskerud.

—¿Verdad que me quedaron bonitas las trenzas de Astlyr, mami?

La mencionada modeló el par de trenzas que llevaba, haciendo sonreír a Bera.

—Preciosas, corazón. Ya siéntense, antes de que se les haga tarde.

—Mamá, vivimos a dos cuadras de la escuela —le recordó Astlyr, levantando a Romee por los brazos para sentarla en un banco.

—Sí, pero... hay algo que debemos hablar primero —explicó, provocando que Romee dejara de masticar el panqueque cubierto de chocolate.

—¿Te vas? —pronunció a duras penas, con la boca llena— ¡Pero acabas de volver!

Astlyr perdió el apetito, así que dejó el cubierto sobre la mesa y no probó bocado.

—Esta vez será poco tiempo. Prometo volver pronto.

—¿Por el meñique? —cuestionó Romee, alzando su dedo más delgado hacia su madre, mirándola con ojos retadores.

—Por el meñique —prometió Bera, enganchando su dedo con el de ella, antes de ver a su primogénita—. Será una semana, Astlyr. De verdad.

—Está bien—aceptó, tratando de sonreír—. Sólo... mantente a salvo.

—Siempre —sonrió—. Cuida a tu hermana, ¿de acuerdo?

Astlyr asintió con la cabeza, rodando los ojos, pero sin dejar de sonreír. Su madre le repetía eso cada vez. No necesitaba que se lo recordara. Ella siempre protegería a Romee con su vida.

—Ahora, terminen de comer. Mientras tanto, iré a cepillarme los dientes.

Con eso, Bera se dirigió a su habitación y se encerró, permitiendo a las hermanas hablar en privado.

—No me gusta cuando se va —murmuró Romee.

Astlyr se levantó por unos recipientes para guardar los panqueques en sus mochilas. Ninguna tenía suficiente apetito con la reciente noticia. Se los comerían en el almuerzo.

—Ya la oíste. Sólo será una semana —le recordó con tono conciliador. Se acercó y la bajó del banco—. Ve por tu mochila. La olvidaste en el cuarto.

Cuando Romee volvió con la mochila en sus hombros, Bera salió con el aliento fresco, arreglada con el cabello peinado en suaves ondas, y usando un vestido azul hasta las rodillas. No usaba otra cosa más que vestidos.

—Andando.

No tardaron en llegar a las instalaciones de la escuela, donde Bera se despidió con un beso en la frente de cada una, pero detuvo a la mayor antes de que cruzara la entrada.

—Recuerda, Astlyr...

—Lo sé, mamá —dijo con tono cansado, y tomó aire para repetir el mantra que su madre le decía cada vez que se iba a una nueva misión—. Sé valiente y bondadosa.

Astlyr no era una chica amargada ni gruñona, pero no podía evitar sentir coraje cuando las compañeras de su escuela la discriminaban a ella y a su hermana por sus características físicas, tan distintas a lo común. Todos esos rasgos llamativos no eran comunes, y menos en una sola combinación.

COPIER [BARNES] LEAGUE OF HEROINES ¹Où les histoires vivent. Découvrez maintenant