Capítulo 27

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¡¡Holaaaa bellas florecillas!!

Espero que disfrutéis del capítulo y nos vemos el próximo miércoles bombones rellenos de Nutella!

—Dichosos los ojos que al fin te ven —mencionó Egmont en el momento que entró en la sala de recepción de la suite en la que me alojaba esos días en Viena

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—Dichosos los ojos que al fin te ven —mencionó Egmont en el momento que entró en la sala de recepción de la suite en la que me alojaba esos días en Viena.

Casualmente Egmont vivía allí y solía sacar un hueco para vernos en mis breves estancias por la ciudad.

—Tienes razón, hace bastantes meses que no me dejo caer por Viena, aunque no es que tu visites mucho Liechtenstein —sonreí mientras le estrechaba la mano y le daba un ligero abrazo como buenos amigos que llevan tiempo sin verse.

Aunque hablara asiduamente con Egmont, debía reconocer que no eran los mismo sus charlas cara a cara que a través de un teléfono en el que tarde o temprano nos veríamos interrumpidos por trabajo.

—Lo importante es que al fin estás aquí. Cuéntame. ¿Cómo van las cosas con esa reciente esposa tuya? —preguntó sentándose y recordé la última conversación que habíamos mantenido hacía semanas y en la que le había puesto al corriente de la situación revelando la realidad de lo sucedido.

—Diré que tenías razón, como casi siempre la tienes... —admití encogiéndome de hombros y con una ligera sonrisa.

—Así que has sucumbido antes la belleza española, ¿no? —siseó entre risas y aceptó de buen agrado el café que le ofrecí.

Tampoco quería confesar que me estaba enamorando de Celeste, ni yo mismo lo había aceptado aún como para revelarlo en voz alta, pero si era consciente de lo que sentía, como ella me embriagaba y como suspiraba por las esquinas solo con la idea de volver a verla.

«Eso no me había pasado con ninguna otra mujer y debe ser una señal o es que me estoy volviendo loco» medité.

—Aunque tardé en aceptarlo, me he dado cuenta de que quiero darle una oportunidad a lo nuestro, intentarlo... mentiría si no dijera que ella me atrae demasiado y me gusta como ninguna otra mujer me ha cautivado.

Egmont me miró como si me estuviera estudiando, como si tratara de ver en mis palabras algo más que no comprendía. Desde que tenía uso de razón él solía hacer ese tipo de cosas, meditar la respuesta con los hechos para dar una valoración razonada de los acontecimientos.

—Tal vez ella represente todo lo que siempre has querido —contestó de forma pausada y tomando un sorbo de la taza.

—¿A qué te refieres? —pregunté no entendiendo en absoluto su respuesta.

—Libertad, independencia... —mencionó indicando a lo que se refería.

¿Significaba eso Celeste para mi?, ¿La veía como el camino a la libertad que tanto había ansiado?

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