Para Amelia

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Mi adorada princesa, nunca ha sido nada más resplandeciente en mi mente que tu recuerdo, tu imagen que luminosa, tiembla en mi memoria, tan frágil y perfecta, como si nunca hubieras sido real. Porque lo fue, Amelia mía. Nadie puede hacer cambiar mi parecer. Porque aunque tu figura se borrará permanentemente de mi mente, tu voz, tu dulce aroma, jamás se irían. Porque la emoción de mi pecho al recordarte, no puede ser la expresión de una mentira, não pode ser, sino tan real como el aleteo vivaz de las aves al emprender vuelo. Sé, querida mía, que sueno como un tonto enamorado, perdido en su pasión y en el vicio que se llama amor, Qué mis confesiones no son dignas de un emperador, y fue esa debilidad la que nos ha llevado a la ruina.

Pero de nada de ello me arrepiento Amelia mía, porque me enamoré, de toda ciudad mexicana que mis ojos lograron observar. De los colores del cielo, del espíritu de su gente, de la firmeza y magnificencia de sus montañas, de las aguas cristalinas y la calidez del sol al medio día. Porque cada color mexicano, me recuerda a ti. Minha doce princesa brasileira

Fue bálsamo a mi alma, el recorrer aquellos lugares donde fuiste feliz, porque sin importar que siento tu fantasma a cada paso, castigándome con el recuerdo de tu partida, tambien siento el espíritu de un amor jamás perecedero llevandome del brazo, como si tu espíritu me guiara con la fuerza y convicción que siempre te caracterizaron, a seguir. Visite aquellas islas que vieron a tu alma dejar tu cuerpo y regresar al lugar al que mi princesa siempre ha pertenecido.

Porque tu inteligencia, tu tenacidad, tu fuerza y humor, el brillo que desprendiste al caminar por este mundo mortal, no pueden ser más que algo divino. Tu belleza, nada más que extraordinaria.

Recorrí los océanos que, afortunados, reflejaron tu rostro, y jamás podre olvidar que, aunque melancólico, mi alma pudo compartir contigo un momento en el lugar donde fuiste arrebatada de mi lado por tan terrible enfermedad. Dónde toda esperanza de mi felicidad en el mundo terrenal fue extinta para siempre.

Sé que tu padre, fue alejado de tu lado por la misma maldición que te atormento a ti, ni el rey Pedro IV de Portugal y emperador de Brasil fue libre de este terrible final.

Sé que tú, más que nadie lo.comprende, pues lo viste partir, sin que nada pudiera impedirlo, ni siquiera tu amor por él, que estoy seguro fue más fuerte que todo el ejército de su patria. De la misma forma mi princesa, ni las fuerzas conservadoras europeas, ni la de los valientes liberales mexicanos, son tan fuertes como las de mis deseos porque estuvieses aquí a mi lado. Porque el amor que te tengo, aún después de tanto años lejos de ti, no ha disminuido un apice, más bien incrementaron en intensidad y entrega por ti y tu amor. Porque sobre todas las cosas. El brillo inquieto y único de tus ojos, me lo entregaste a mi.

Cuando fui a Brasil, y vi lo que tu hermano había hecho con aquel territorio mágico de América, no pude más que recordarte a cada paso recorrido. Amando cada vez más y más la ciudad, y añorandote más y más a ti.

Decidí intentar algo parecido por ti en el ya bello suelo mexicano, quise darle el brillo, la justicia y vida de tu rostro. Veia en el rojo de los atardeceres el color de tus mejillas, y en el color esmeralda de los campos con los cielos celestes despejados, los tejidos de los bellos vestidos que portabas. Sin embargo, mi princesa, fue un mal momento para el amor. Para nuestro amor, que el universo parece no dejar que suceda en este plano. Porque yo ame México, pero México, nunca pudo amarme a mi, y el amor, no es algo que se pueda forzar minha flor dourada, ni los tiempos, ni las vidas eran las adecuadas para que sucediera. Y con una tristeza profunda, he de aceptarlo.

La única dicha que tengo, es que te tuve. Y que sé que aunque fue corta la felicidad. Fue verdadera, más real que la situacion a la que hoy me atengo.

Amelia, la vida se escapa de mi, en mi dedo gire con cariño el anillo con un rizo de tu bella cabellera toda la vida y, aunque hoy, lo último que veré será oscuridad, no puedo ser más feliz.

Porque por fin me reuniré contigo. Y porque aunque inocente del crimen del que se me acusa, es por la justicia e independencia de México que hoy pierdo la vida. Tranquilo camino hacia el destino preparado para mí. Porque es un buen día para morir.

Porque sin ti, la vida estuvo perdida durante mucho tiempo.

Mô, mi princesa. Seré tuyo siempre, y espero poder verte pronto en otro mundo, y escuchar tu voz llamandome, como aquel verano de 1852 donde quedé prendado de ti en un amor, más allá de este mundo.

"¡Maximiliano, Maximiliano, vayamos a pasear por las mágicas calles de Lisboa...!

A princesa florWhere stories live. Discover now