Capítulo IV Los engranajes del Tiempo

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La situación había dado un giro de 180°. Nora, mi jefa era en realidad mi ex mujer a la que dábamos por muerta. Melanie, la hija de Alberto y Miriam, estaba en la tierra con el único propósito de matarme. Durante días el equipo entero permanecimos en la base. Sin asistir a clase, y sin dar señales de vida fuera de esas paredes, Cristian, Marco y mi hijo se recuperaron rápidamente de todas sus heridas. Al no encontrar a Miriam, las órdenes de Alberto eran permanecer seguros allí. Mientras la búsqueda del engranaje, que se encontraba en los Alpes, había vuelto sin él contándonos además que lo tenían en su poder. Alberto seguía buscando el último engranaje, pero a pesar de tener bastantes pistas, seguía sin dar con el lugar exacto. Solo nos quedaba una opción entrar en los túneles y conseguir alguna pista más que nos acercará a él.

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Varios días dando vueltas por ese bosque en el que habíamos aterrizado nos llevaron a unos túneles donde Lance un joven bastante agradecido, nos dio cobijo, nos aseguró una nueva nave a cambio de que juntos encontráramos el último engranaje del tiempo y le ayudáramos a dominar el mundo. Axel y yo no dudamos en aceptar su oferta y antes de que asintiéramos Lance ya había puesto en marcha la construcción de una nave desde la que ver toda la tierra sin problemas y poder volver a Vestal. Además, me pidió que grabará un mensaje para toda la humanidad, pidiendo a Alberto. A cambio de devolver los engranajes. Lo emitiríamos a nivel mundial el día que la nave saliera del hangar.

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Definitivamente Alberto cedió, y preparo un grupo para entrar en los túneles y explorar en busca de cualquier pista que nos llevará al último engranaje. Me ofrecí voluntario junto con un grupo de 15 hombres, Marco y Aitor. Entramos en esos túneles que custodiaban tantos secretos. Nos dividimos en dos grupos Aitor junto con 10 hombres entrarían por el bosque, y Marco y yo junto con 5 hombres por el instituto. Al llegar advertí cual era en realidad mi nombre y que cualquiera que se opusiera a dejarnos pasar sería detenido. Dejamos dos hombres vigilando el instituto y el resto bajamos. Lance todavía no había dado señales de vida y los túneles estaban más tranquilos de lo normal. Avanzamos rápidamente y pronto llegamos a una sala que no conocía, entre junto a Marco, era un despacho con estanterías llenas de libros y una mesa de roble en el centro con un ordenador y varios papeles. Mientras yo accedía al ordenador y copiaba todos los archivos en el disco duro, Marco usaba sus poderes para buscar pistas y cosas escondidas en el despacho. El equipo que iba con Aitor tenía la orden de registrar los túneles al completo y poner marcadores que crearán un mapa. Tras veinte minutos por, el pinganillo nos empezaron a decir que los túneles estaban vacíos que no había nadie. Ayude a Marco a sacar lo poco que había en la caja fuerte, tras unos libros y salimos de allí enseguida. Subí con Marco al instituto, antes de volver a la base, para preguntar por Lance. Nadie le había visto en la última semana. Volvimos a la base y volcamos el disco duro en el ordenador de la organización para que buscará indicios de alguna investigación. Tras varias horas, el ordenador identifico una relación de la investigación de Alberto con la de Lance que tenía su unión en una montaña en América del Sur. Rápidamente, un equipo dirigido por Alberto (al que me añadí) salió tras la pista.

Más de una treintena de hombres entre los que Alberto y yo estábamos nos dirigíamos hacia América del Sur, en varios helicópteros. Al llegar una llanura nos esperaba cerca de la entrada a una cueva. Aterrizaron los helicópteros y entramos. La cueva era enorme, tenía una isleta en el centro, un pequeño sendero hasta la isleta y alrededor un gran lago de agua cristalina en la que se reflejaba el azul del engranaje que había en la isleta. Nos acercamos despacio, sin darnos cuenta aparecieron de la nada un montón de hombres. Alberto se acercó para coger el engranaje antes de que cualquiera de ellos lo pudiera tener en su poder. Entonces recibió un tiro en el brazo que rompió el cristal que había alrededor del engranaje dejando caer por su brazo el líquido azul que lo contenía. Cogió el engranaje y su brazo se empezó a congelar y a poner azul. Rápidamente corrí a ayudarle y sin tocarle la piel que cada vez se le ponía más azul le saqué como pude; mientras esquivaba balas y golpes y escuchaba como el resto de los hombres caían. Lo subí al helicóptero y volamos todo lo rápido que pudimos a la base.

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