Los Descendientes de las Montañas Heladas

19 0 0
                                    

Los descendientes de las montañas heladas


Antaly se encontraba en el rincón más alejado de la habitación. La lluvia no cesaba desde el mediodía, cuatro días habían transcurrido ya desde que ella arribó a la posada. Todas las noches bajaba a beber un poco de cerveza oscura y comer un guiso o de vez en cuando pescado. Usualmente eran traidos por aldeanos que se los entregaban a Tom el posadero, a cambio de cervezas. Ella tenía el cabello naranja, largo y ondulado, una tez pálida y fría y un par de ojos castaños. Se trataba de una muchacha joven, de veinticinco años para ser exactos.

En una pequeña mesa cubierta por una túnica negra podía observar cada rincón y escucharlo todo sin tener que moverse. Un sujeto con un turbante de los colores del arcoíris entró y se sentó un tanto agitado y distraído al lado de otro sujeto. Antaly prestó atención y agudizó sus sentidos, utilizó su energía y apagó todo el ruido a su alrededor dejando escuchar la conversación que tendrían los dos sujetos. Desde niña podía obtener la energía a su alrededor para centralizarla en algo específico y en este momento, a pesar de estar al otro extremo de la habitación podía escuchar y ver como si estuviera sentada en la misma mesa que ellos.

El del turbante era de las cálidas regiones del norte al parecer, ordenó cerveza para ambos. Cuando la bebida llegó el misterioso sujeto del turbante multicolor sacó de su bolsillo un aparato parecido a una flauta pero con engranes y en el centro una piedra Boreal. Antaly sabía que los del reino de Ohtermy creían que cada vez que bebían algún licor debían usar ese instrumento para saborear toda la energía que contenía la bebida. Cuando el líquido entra por la parte inferior y es succionado por la flauta, los engranes giran brindando energía al micro generador atrayendo una leve frecuencia lanzada por el polo norte del planeta, esta se incrusta en el líquido mediante la piedra Boreal, extraída de las Montañas Boreales en el Sur. Aunque los Ohtermystas creían eso lo que realmente hacia la energía era dar más fuerza al alcohol, por lo tanto se emborrachaban aún más rápido de lo normal, pero ellos creían que era un tipo de magia.

En fin el sujeto empezó a hablar y Antaly puso mucha atención a lo que decía:

- ¡Lo hicieron! – habló el del turbante multicolor- ¡Esos bastardos se atrevieron y no se van a detener!

- ¡No! – respondió un tanto borracho el otro sujeto – Ortep, me estás tomando el pelo. Jamás el ejército blanco los dejaría a la libre hacer algo así.

- Te lo digo, lo vi con mis tres ojos.

- ¿Tres? ¿Eso quiere decir que al final fuiste donde aquel loco a implantarte el tercer ojo?

- Justo aquí lo tengo – Se quitó la boina señalando una especie de gema con un circulo negro en el centro que se movía para todas partes y que se encontraba en la nuca. Estos ojos falsos eran gemas de poder que percibían elementos de energía imposibles de apreciar para el ojo humano, mediante alambres de cobre y unos cuantos engranes que se incrustaban detrás de las orejas era posible percibir lo que veía el tercer ojo y eso puso a sudar a Antaly ya que el tercer ojo podría verla usando su poder aunque recordó que en el pasado nunca la habían atrapado.

- Eso debió doler, bueno pero di lo que vieron tus tres ojos.

- Si y bastante pero valió la pena. Yo iba entrando al pueblo cuando una gran sombra cubrió el sol, era un dirigible, gigantesco se podría decir. Tenía dos grandes torres, una al frente en la cima y otra atrás. Mientras todos estaban anonadados ante tal majestuosa nave, yo retrocedí hasta la Loma del Desnucado. Desde ahí vi todo, las torres se encendieron uniéndose por un rayo verde que procedía de las gemas verde agua en cada torre. La nave sacó una tercera torre pero de la parte inferior, esta tenía aros de cobre gigantesco, uno pequeño cerca de la punta e iban creciendo hasta uno enorme en la base.

Los Descendientes de las Montañas HeladasWhere stories live. Discover now