PRÓLOGO

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Siempre había pensado que el ir a la universidad era lo más importante en la vida de una persona, aquello que te prepara para el futuro y para afrontarte a tu vida profesional. Mi sueño siempre había sido entrar en la Royal Academy of dance, aquí en Londres. Siempre había querido ser bailarina, prácticamente bailaba desde que tenía uso de razón y me había esforzado durante cada año de mi vida para conseguir una beca. A los cinco años mi padre me regaló unos zapatos de ballet, los primeros, y desde que me los puse vi mi futuro claro. Sin embargo, su muerte cambió por completo todos los planes que había estado esforzándome por cumplir. Tras la muerte de mi padre, mi madre tuvo que ponerse a buscar trabajo para mantenernos a ambas en una casa y con comida sobre la mesa cada día. Yo me pasé la mayoría de mi infancia sola, aunque eso no era algo que me causara un gran problema ya que siempre había sido una niña independiente y me la pasaba haciendo deberes y bailando cada día. Supongo que eso condicionó a que no tuviera muchos amigos en el colegio, aunque tampoco me importó demasiado pues con el par que tenía era suficiente. Mi vida nunca había sido algo alocado ni mucho menos, no podía salir a fiestas porque tenía que preparar la cena para cuando mi madre llegara de trabajar y siempre me había gustado adelantar la tarea como forma de distracción y de mejorar mis calificaciones que ya de por sí, eran bastante altas. A pesar de todo, el instituto no fue algo horrible para mí. Mi vida de verdad dio un giro cuando a mi madre la trasladaron a Estados Unidos, lo que hizo que mis sueños de entrar en la Royal Academy se esfumaran por completo y acabaran en pedir una beca para la universidad de Columbia. En el instituto no se paraba de hablar de otra cosa, el primer tema de conversación al pisar la institución era a que universidad ibas a ir, eso era lo que realmente importaba. Y si ibas a estudiar a Estados Unidos, eso ya era otro mundo. Todo el mundo soñaba con irse a estudiar a América, sin embargo la mayoría no tenían la posibilidad de ir y acababan por optar por entrar en la Imperial o en la Metropolitana, no veía cual era el problema. Veía como la gente se esforzaba al máximo por destacar en algo, al menos las personas que no podían permitirse costearse una universidad privada y tenían que luchar por una beca. Yo era una de ellas. Recuerdo que cuando me admitieron en Columbia, mi madre lloró de la emoción y yo me enorgullecí por ello a pesar de que nunca había tenido interés de pisar América, pero sabía que tenía que hacer esto por ella y por mi futuro. Mi vida volvía a estar completamente planeada; iría a Columbia a estudiar bellas artes, me graduaría y tendría un futuro prometedor prácticamente asegurado, palabras dichas de la boca de mi madre. Lo único que no entraba en mis planes, fue encontrármelo a él. Harry y yo éramos como el agua y el aceite, como dos piezas de puzzle completamente distintas pero que extrañamente, encajaban a la perfección. Nunca planeé conocerle, si lo hubiera hecho, hubiese preparado a mi corazón para que no me le rompieran en tantas piezas.

Pieces (h.s)Where stories live. Discover now