Argentina no podía distinguir si eso era un sueño debido a la fiebre o algo real, así que supuso que se trataba de lo primero antes de caer dormido y luego nuevamente cuando despertó. Estaba listo para decir que había sido un grato delirio hasta que abrió los ojos y se dio cuenta de que estaba en una carpa que no le pertenecía, con una toalla húmeda en la cabeza y los brazos vendados.

–¿Me capturaron finalmente?–A pesar de la gravedad de su afirmación no mostraba un real interés, solo esperaba un sí que nunca llegaría. 

–Al fin despiertas. Y deja de decir que te capturé.–Se sorprendió al oír ese particular acento que le ponía los pelos de punta. Intentó sentarse pero apenas levantó el torso se arrepintió de inmediato. Todo daba vueltas a su al rededor y ni siquiera estaba seguro de tener los ojos abiertos por lo hinchados que estaban. Sintió el peso de una mano sobre su pecho que lo obligaba a recostarse y la resistencia de otra detrás de su cabeza que evitaba que hiciera un movimiento brusco de nuevo.

–¿Arthur? I didn't know you were here (No sabía que estabas aquí).

–Es ofensivo que pensarás que no vendría a ayudarte.

–Cejitas, no tenes que fingir para llevarme con los demás, it's ok! Iré, de todas formas no podría escapar.

–Yes, you could, but I' m not lying (sí, podrías, pero  no estoy mintiendo).–Exclamó tranquilamente mientras observaba al argentino desde una silla junto a la cama.

–No, no podría, no ahora, no mas ¿Y no vas a llevarme con Alfred?–Martín no podía definir si estaba más confundido o incrédulo, pero no se permitía a si mismo ilusionarse.

–Of course not! Su plan es ridiculo y desagradable. Nunca sería parte de algo así.

–¿Y por qué...–se interrumpió un segundo para soltar una fuerte tos– ...estás aquí?

–To help you.–Mientras decía esto puso un líquido en una cuchara y la acercó a la boca del argentino quien lo bebió tranquilamente. Fuera el británico su enemigo o no, no sería la primera vez que lo curaba en plena guerra estando en bandos opuestos.

–No podes traicionar al gringo. –Dijo eso casi riendo luego de tragar el amargo medicamento.

–It's not treason, my' m not an ally of him (no es traición, no soy su aliado). 

–Él no ve el mundo así, o estas con él o en su contra.–Tosió un poco más–De todas formas es peligroso que siquiera me estes curando ahora mismo. Si vas a entregarme deberías avisarle pronto o mal interpretara todo.

Inglaterra suspiró cansado de esa conversación, incapaz de culparlo por no creerle. Argentina llevaba un largo tiempo solo intentando luchar con su propios problemas internos, y cuando la guerra empezó nadie se puso de su lado más que algunos pocos, y todos de forma diplomática. Gran Bretaña no fue uno de esos, sin embargo sí mostró su repudio ante la decisión de las otras potencias. Y solo por eso el latino dudaba de que de hecho si le dijera la verdad.

–No voy a entregarte. And you can't go out (Y no podes salir). Escuchamos que China viene hacia este lado y sería peligroso que siquiera te asomes de está carpa. Necesitamos mantenernos ocultos de ellos hasta que tengamos un plan bien preparado en conunto.–Martín había intentado mantenerse escéptico en caso de que fuera una trampa, pero la idea de que realmente lo estuviera ayudando lo aterró y lo hizo levantarse de pronto asustando al inglés.

–¡Arthur, si no vas a entregarme tenes que dejarme lejos, ya! ¡Si Alfred se entera de que me estás ayudando se la va a agarrar con vos... y eso es una guerra que nadie quiere!

–¡Argentina, lie down (Acuéstate)!–Martín no lo hizo. Se quedó sentado sobre la camilla, pero guardo silencio unos segundos para asegurarse de no hacerle caso. Arthur lo miraba con el ceño fruncido mientras con una mano intentaba hacer peso en su pecho nuevamente para que vuelva a su lugar. Esto le era difícil porque debía tener cuidado con las heridas del argentino que eran múltiples y difíciles de evitar.–Necesitas ayuda y necesitas descansar.

–Arthur, es peligroso que...

–Soy tu aliado quieras o no, y ahora mismo no estas en condiciones de pararte siquiera ¡Así que vuelve a acostarte!–Está vez si obedeció. No tenía fuerza para discutir con la primer persona que al menos pretendía estar de su lado. El único que no le apuntaba con un arma en más de un año. El único que al menos se preocupaba por verlo en ese estado deplorable. Fuera mentira o no, era lo mejor que tenía en mucho tiempo.

Y el agotado argentino volvió a dormir mientras sentía como cambiaban la toalla de su cabeza. Algo simple pero que en la desesperante realidad que era su vida en ese último tiempo le transmitía una paz y una tranquilidad impropias de la situación. 

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