My Heaven

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Escuchó el sonido de las olas. A veces, las voces de los niños jugando lo arrastraban.

Ji Yong se relajó en una silla en el muelle de su casa de campo, dormitando pacíficamente bajo un gran quitasol. El viento acariciaba sus mejillas como el ala de un ave, arrullándolo incluso hacia un sueño más profundo.

Estos últimos tres meses habían sido como estar en el cielo. Esa era la única cosa con la que los podía comparar. Su mayor preocupación era que si continuaba así, su corazón y su cuerpo se hincharían más allá de su capacidad para contener tal alegría.

– Ji Yong.

Se despertó ligeramente, sonriendo al tiempo que escuchaba su nombre y sentía unos dedos en su cabello. – ¿Mm?

– Se aproxima una tormenta.

– ¿Sí?

Abriendo sus ojos, vio a SeungHyun parado en frente de él. El antiguo rey de Madina, vistiendo una túnica al estilo árabe y pantalones de seda holgados, se había relajado visiblemente desde la llegada a esta isla flotante en algún lugar del Pacífico Sur. Estaba cerca de ser el mismo de antes, el SeungHyun que Ji Yong había conocido en Inglaterra.

– Oh, la veo –, pronunció Ji Yong.

El cielo había sido de un azul claro hasta entonces, pero un trueno distante acompañaba ahora a las nubes que se habían expandido a lo largo del cielo. Volteando su mirada desde el cielo hacia SeungHyun, Ji Yong notó algo en su mano.

– ¿Es una carta? ¿De quién es? – preguntó.

– De Aisha –, fue la respuesta.

– ¿...Puedo?

SeungHyun asintió mientras le entregaba la carta. Ji Yong desdobló el papel y comenzó a leer la escritura árabe formal.

En ella pudo leer los eventos del último mes. Habían esperado una buena cantidad de alborotos, pero se habían sorprendido de lo difícil que había sido para Aisha aceptar lo que había sucedido.

Ji Yong sintió una molestosa culpa mientras leía la carta. Después de la dramática renuncia al trono en su coronación, se habían dirigido directamente hacia el aeropuerto. Habían aterrizado en esta pequeña isla en el Pacífico Sur. Se había sorprendido al darse cuenta de que SeungHyun era dueño de la isla de más o menos 300 habitantes, y que el hombre venía aquí una vez al año para desaparecer del mundo.

– Aisha es la única que sabe sobre este lugar –, SeungHyun había confesado.

Y tal como lo había dicho, nadie parecía darse cuenta de que SeungHyun era dueño de la isla y que, para mejor o para peor, nadie venía a visitarlo. Los medios también los dejaron en paz. Entonces, a SeungHyun sólo lo reporteaban hasta donde quisiera él y generalmente le restaba importancia.

– Hay una frase para esto en coreano, ¿verdad? La gente sólo hablará de ti por muchos días, ¿o algo así?

– Setenta y cinco días.

– Así es.

Quizá SeungHyun estaba naturalmente propenso a tal amplitud de miras. Ji Yong sabía que una vez que el hombre se había decidido, nunca más cuestionaba su decisión – los eventos recientes también habían demostrado ese aspecto de su personalidad.

Aisha escribió sobre los variados rumores que estaban circulando: que SeungHyun estaba moribundo, que había tenido una disputa con el resto de la familia real, que su madre coreana había sido acosada por la sociedad árabe y que por lo tanto él ahora odiaba a la familia real. Pero lo más interesante de todo fueron las historias de los periódicos que cuestionaban su desaparición con ediciones especiales que se leían como una novela de detective; que había vuelto al país natal de su madre, o que quizá porque estaba extrañamente encariñado con Corea, había ido allí. Alguno de esos países debió darle amnistía, etcétera.

『 AMOR ETERNO 』 » GTOPWhere stories live. Discover now