Capítulo 23: "Re inicio"

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Kain sintió un fuerte dolor de cabeza. Números y letras danzaban en un fondo negro mientras lentamente abría los ojos dejando entrar la luz. La claridad le causaba dolor pero se encontraba tan desorientado que no le interesaba. Una vez pudo sentarse se dio cuenta porque la luz le lastimaba, había estado acostado en una especie de camilla o mesa de trabajo justo debajo de una gran lámpara, como las que usaban los dentistas. Miró distraídamente a su alrededor mientras sentía sus bancos de memoria trabajando para ayudarle a ubicarse, sentía como si hubiera dormido por siglos.

El lugar en el que estaba tenía un techo alto, por lo que su primer pensamiento fue que se encontraba en un galpón, pero al girarse vio que el lugar estaba abarrotado a más no poder de estanterías de libros, mesas de trabajo, estanterías con piezas metálicas de todo tipo, paredes llenas de herramientas colgadas. El jodido lugar parecía un laberinto de fichas de dómino, pero en lugar de fichas eran estantes de piezas o libros. La luz provenía de un par de lámparas más en los altos techos y una hilera de pequeñas ventanas cuadradas en la cima de la pared izquierda. Él ya había estado allí, aquel inconfundible olor a aceite y libros llenos de polvo, era el taller de Yuki.

Yuki. Como si ese fuera el engranaje faltante recordó todo. La misión, la traición de su hermana, la herida de Yuki y su hermano Abel. Las emociones asaltaron tan deprisa a Kain que el vértigo le dio ganas de vomitar. Necesitaba centrarse, por el momento solo había una cosa que podía hacer, si estaba en su taller debía estar bien. Yuki debía de estar bien.

Arrastrándose algo mareado por los estrechos caminos entre las estanterías, Kain se abrió paso buscando a su amo en aquel laberinto de anaqueles. Las nauseas no desaparecieron hasta que lo encontró. Durmiendo sobre una de las mesas de trabajo y rodeado de tazas vacías que desprendían aquel nefasto olor a café, estaba el joven de cabello rojo. Kain no pudo evitar sonreír aliviado al ver sus hombros subir y bajar al ritmo de su respiración, estaba vivo, estaba a salvo.

Se acercó lentamente a él dispuesto a poner su mano en su cabeza cuando el carraspeo de otra voz lo detuvo.

– ¿Qué se supone que estás haciendo? – Inquirió aquella voz con suspicacia.

Calzado contra uno de los estantes detrás de él estaba Muroto, brazos cruzados y sus ojos celestes clavados en él.

Como si lo hubieran atrapado haciendo algo malo Kain bajó la mano ocultándola detrás de la espalda y parándose derecho. – ¿Qué hacía? ¿Qué no es obvio? ¡Iba a levantarlo! De repente me despierto en este mugroso lugar, necesito una explicación. – Respondió levantando le tono para disimular su vergüenza.

Muroto enarcó una ceja pero descartó aquello con un suspiro. – Déjalo dormir, han sido tres días duros, le vendrá bien algo de sueño.

¿Tres días? El número lo golpeó como un ladrillo, pero Muroto simplemente se marchó obligándolo a perseguirle.



La casa Shem era tan jodidamente grande que le costaba creer a veces que el profesor Marvelous no la hubiera hecho adrede para albergar tanto Biotics como amos. De los cinco pisos tres estaban destinados a habitaciones, baños y la gran biblioteca; en la planta baja estaban la cocina, la sala, el comedor y un estudio; el taller de Yuki era un anexo al salir de la galería más allá de la alberca; por lo que sabía el cuarto y el quinto pisos estaban casi vacíos pero con la gentuza actual no tardarían en darles uso.

BIOTIC  -  [HIATUS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora