Neblina.

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"El quinto desaparecido de la semana, Samuell Sharon."

Leo la primera página del periódico local, una foto del conocido chico de veinticuatro años y estudiante de derecho en la misma y única universidad del pueblo que asisto.

Solamente encontraron su auto a unos metros del basurero abandonado, no había ningún daño y como siempre, ni una huella de los responsables, unos toques en la ventanilla de mi lado de hace sobresaltar y cerrar aquel periódico dejándolo en el asiento del acompañante.

—Maldicion.—Murmuro por la sorpresa, encuentro solamente al oficial Dustin, y bajo la ventanilla.—Buenos días, oficial.—Éste no oculta su sonrisa al saber lo que ocasionó.

—Buenos días, Ailey, ¿nuevamente distraída y sin tus manos en el volante?—Hago un disimulado gesto al verlo sacar su pequeña libreta de hojas verdes y comenzar a escribir.

—Tengo que informarme sobre los lugares peligros de Relish.—Intento convencerlo esta vez, pero vuelvo a fallar al ver que arranca la hoja y me la extiende.

—La neblina es más espesa adelante, no quites las manos del volante por lo que más quieras, Ailey.—Habla en un tono cansado, pero con ese toque burlón y yo solo le muestro una tensa y fingida sonrisa.—Que tengas un excelente día en la universidad.—Concluye antes de alejarse y yo subo el vidrio de mi ventanilla.

—Maldicion.—Vuelve a escapar de mi boca antes de abrir la guantera y empujar aquella hoja verde entre las demás, algunas ya selladas y otras pendientes.

Me acomodo en el asiento antes de avanzar al tener los ojos del oficial Dustin fijos en cada uno de mis movimientos, acelero a la velocidad indicada en la mayoría de los señalamientos de la carretera y visualizó lo que el oficial dijo sobre la común neblina en esta época del año.

Al estar lo bastante alejada del perímetro del oficial, aumentó un poco más la velocidad y comienzo a relajar mi mente, este es mi camino de cada día para llegar a la universidad o a la preparatoria de Elliot, pero hoy decidió irse con su mejor amiga, Anie, los llevaría la madre de ella, porque hoy yo tenía que buscar una información en la biblioteca y mi hermano es muy perezoso.

Frunzo mi ceño al ver que aquella capa blanca se hace más espesa, algo raro, pero pierdo el interés y aumento las luces del auto, pocos metros más adelante visualizo una silueta humana y sorprendida golpeo el freno causando que me mueva un poco hacia delante, parpadeo algunas veces y busco la silueta asustada de que pude ocasionarle un daño, pero no encuentro nada.

Me inclino más hacia el vidrio buscándola, pero no hay ningún rastro, mi grito hace eco en el interior del auto y golpeo mi espalda contra el asiento cuando algo choca contra el parabrisas, recorro congelada y horrorizada la salpicadura de líquido rojo, pero también el pájaro, tardo varios segundos en reaccionar y coloco las intermitentes antes de quitarme el cinturón y bajar.

Comienzo a revisar alrededor, aún buscando aquella silueta, pero solo estoy rodeada de grandes pinos, árboles y rocas gigantes, me acerco al parabrisa confundida, horrorizada y culpable de la muerte de aquel pequeño pájaro, pero entrecierro mis ojos al no encontrar su cabeza y aquello me causa más náuseas, causando que cubra mi nariz, el golpe no pudo ocasionar aquello.

Maldigo mil veces cuando decido quitar su pequeño cuerpo sin lastimarlo más, y llenándome nuevamente de culpa, olvidando la extraña parte faltante en éste. Me quito la tela que adornaba mi cuello, y la doblo para después intentar reunir todo mi valentía y evitar vaciar mi estómago.

—Lo siento, amigo, soy una gran estupida y...—Mis palabras son interrumpidas por pisadas en las hojas secas delante de mi, elevo mi vista e intento visualizar algo, pero la capa blanca se volvió más espesa.—¿Hola?—Pronuncio al recordar la sombra, me alejo del parabrisas y mis pasos se dirigen a esa dirección, quizás necesite ayuda porque lo herí.—¿Estás bien?—Vuelvo a hablar más alto, nuevamente escucho pisadas.—Lo lamento mucho, si te asuste o si te hice algún daño, déjame ayudarte.—Intento convencer cuando el remordimiento aumenta en mi interior.

Mis pasos son más lentos al escuchar las pisadas más cercas, pero un extraño sonido de lamento o quejido animal me hace detenerme confundiéndome, el claxon de un auto me hace sobresaltar y escucho las pisadas alejarse con rapidez, giro mi cabeza y maldigo al ver las conocidas luces de la camioneta del oficial Dustin.

—Tenía un presentimiento.—Habla alto al bajarse, yo resoplo bajo y espero a que se acerque, él observa la escena del crimen sin dejar de negar y cruza sus brazos en su pecho.—Hija de un sargento, rompiendo las leyes.—Elevo mis cejas antes de acercarme y observar con un gesto al pequeño pájaro.

—Tenía mis manos en el volante.—Aclaro, causando que el oficial me mire de reojo y niegue.

—¿Y tus ojos?—Yo tallo mi rostro con mi mano libre y el sonido de mi reloj me alerta a qué ya voy demasiado tarde a la universidad.—Sostenme esto, yo lo quitaré.—Extiendo mi mano, y él toma el pañuelo grueso, resoplo al reconocer el papel verde en mi mano extendida.—Llegarás tarde a clases, manos en el volante y ojos en la carretera, Ailey.—Vuelve a recordar con cansancio, no vuelvo hablar y solamente camino a la puerta del piloto, llegaría tarde a clases.

El oficial quita el pájaro y veo una extraña expresión adornar su rostro al visualizar la pieza faltante en éste, pero parece reaccionar y ladea su cabeza indicándome que siga mi camino, guardo la hoja en la guantera y enciendo el agua para comenzar a limpiar el parabrisas y veo cómo comienza a escurrir aquel líquido rojizo, causando que me hunda en mi cabeza.

—"Su cuerpo fue encontrado en un callejón, enredado de bolsas negras y cinta."

Aquellas viejas palabras rasgan más el hueco en mi pecho de remordimiento, pero también causan un amargo sabor en mi boca de enojo.

~~~•~~~

Recorro con mi vista a los estudiantes que se detienen a dejar una vela en el mural de los desaparecidos, intento ignorar el perturbador escalofrío que recorre mi cuerpo al ver a una chica de piel morena de cuclillas y llorando ser abrazada por otra chica.

Desvío mi vista al mural, fotografías de cada hombre que se esfumó junto a páginas del periódico donde dan la poca información, habíamos descubierto algo, todos eran atletas y universitarios, no niños ni mujeres.

—Nos están cazando.—Me tenso al ser sorprendida por aquella gruesa voz varonil, giro mi cabeza y encuentro el rostro serio de Cameron, sus grisáceos ojos mirando la misma dirección que yo antes.

—No juegues con eso.—Lo regaño y vuelvo a sentir aquellos escalofríos por sus frías palabras, éste no cambia su expresión y eleva sus hombros.

—¿Quien dice que estoy jugando?—Suelta en su común tono arrogante e indiferente.

Comienza a caminar ocultando sus manos en su sudadera blanca, yo vuelvo mirar el mural unos segundos antes de seguirlo, ya estaba acostumbrada a la rara actitud de Cameron, y más raro, me sentía cómoda al tener su compañía.

—Hoy tienes mejor humor.—Digo con una pizca de sarcasmo, éste gira su cabeza hacia mi mostrándome su seria expresión antes de volver su vista al frente.—Excelente.—Susurro.

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