Capítulo 13 (Parte 2)

Começar do início
                                    

-Tías, tengo que hablar con vosotras – mis amigas agacharon las cabezas, expectantes

-¡Cuenta, cuenta! – Marta me miraba sorprendida

-¿Os acordáis de todo el rollo de Eilan Bay? – ambas asintieron y yo di otro trago a mi bebida – Pues…adivinad quién es

-¡Hostia qué fuerte! – dijeron al unísono

-Pero tía, qué fuerte. ¿Y no te lo ha contado en todos estos meses? Osea, flipa – Marta no salía de su asombro

-Me descoño con la narrativa. ¿Has hablado con ella?

-No Mari, tu llamada ha cortado la conversación – unió sus manos en señal de disculpa

-¿Cómo estás?

-Enfadada. Quiero beber, bailar y olvidarme del asunto hasta mañana. Ya hablaré con ella porque la quiero mucho, pero hay demasiadas cosas que empiezan a no gustarme

Pasaron varias horas en las que me dediqué a hacer exactamente lo que había dicho. Unos cuantos cubatas después estaba bastante más desinhibida, pero el cabreo no había desaparecido, sino que había incrementado. No era capaz de ordenar mis ideas ni de pensar con claridad, pero tampoco me importaba demasiado. Desde donde estaba, había podido observar a Natalia desde que habíamos llegado. Estuvo hablando con Miki durante un buen rato. Él pareció preocupado y le puso una mano en el hombro, y ella murmuró una especie de “gracias” que no pude distinguir bien. No entendía de qué iba todo aquello, y se sumó a la larga lista de preguntas que tendría que hacerle al día siguiente.

-¡Shavaleeeeh! – gritó Julia  - ¡Vaya temazo! ¡Vamos a bailar! – salió corriendo en dirección a la pista y todos la siguieron. Yo me quedé pensativa unos instantes, usando la poca racionalidad que me quedaba para decidir si me apetecía lo suficiente

-Alba joder – María tiró de mi – Si te encanta Crazy in love, no me jodas – le sonreí a modo de respuesta y fui detrás de ella

Todos empezamos a movernos en el sitio que habíamos conseguido, unos con más acierto y otros menos. Miki hacía movimientos muy graciosos y el resto de las chicas perreaban como si fuese la última canción que fuesen a bailar en sus vidas. Dejé que el ritmo me invadiese y empecé a bailar dejándome la vida en cada movimiento. Me sentía sensual y poderosa, y quería demostrarlo a toda costa. Cuando pude darme cuenta, mis amigos habían formado un círculo en torno a mí, aplaudiendo como locos con cada paso, ante lo que sonreí orgullosa y continué.

De repente noté unas manos agarrarme por las caderas. Me bastó con oler el perfume que emanaba para saber quién era. Me pegué más a su cuerpo, pasándole un brazo por detrás del cuello, de manera que sus labios casi rozaban mi oreja. Mi culo frotaba su entrepierna con cada movimiento, notando perfectamente lo cachonda que estaba al sentir su respiración entrecortada y agitada.

Terminamos la canción en medio de vítores y aplausos. Suspiré agotada y fui a la barra a por algo de beber sin siquiera mirarla a la cara. Era mi manera de castigarla, tal y como había hecho en otra ocasión. Lo malo, como aquella vez, era que yo también estaba cachonda. Me habría encantado dar media vuelta y comerle la boca allí en medio, sin importarme una mierda los demás, pero estaba demasiado mareada y confundida como para llevarlo a cabo. Eran demasiadas emociones en una sola noche.

Alrededor de las 5 de la mañana, el local empezó a vaciarse. Quedábamos dentro una veintena de personas tomando copas con más calma o charlando en las mesas que había al fondo. Nosotros estábamos en una de ellas contando chistes y diciendo cosas sin demasiado sentido.

-Nosotros nos vamos ya – Miki, Julia, Marta, Alfonso y Damion se levantaron

-Mari, ¿tú qué? – miré a la rubia, que estaba justo a mi lado

Sinmigo Onde histórias criam vida. Descubra agora