Vivit Liberi

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Era la quinta noche después de que los disparos y las criaturas retumbaron como demonios por primera vez en su puerta. Los aullidos, risotadas y gritos eran como los de ningún animal que escuchase jamás y retumbaban en una lejanía que superaba todo eco existente ni todo poder posible. El mundo se había contenido en un silencio absurdo y aburrido que llevaba a la expectativa de la llegada de la noche en medio del caos que esta contenía.

Aun así, él mantenía la calma.

¿A que tenía que temer realmente? ¿Criaturas? ¿Demonios? ¿Hombres?

Todo eso da lo mismo, morir le daba lo mismo. Su apellido cargaba remedos de verdades, historias a cuestas y una reputación que mantener. Ciertas expectativas por cubrir y un deber más grande que él mismo.

A él le dejo de importar todo eso hacía ya tiempo. Él quería ser lo que le diera la gana, quería hacer lo que decían que su familia hacía de verdad y vivir de ello sin apego alguno; pero no podía evitar sentir dolor de ver el mundo a su alrededor moverse y morirse bajo los hilos y las manecillas de terceros.

Había estado quemando la misma carta día tras día sin miedo alguno. Estaba firmada a mano con una impecable caligrafía y dos nombres que él jamás había escuchado: Asmo y Deus.

Desde la llegada de la primera carta los ruidos nocturnos le habían arrebatado el sueño. Su esposa no tenía idea, tan solo la primera noche le comentó de los extraños ruidos pero no se atrevió a hacerlo de nuevo, cuando ella lo regañó cariñosamente por despertarla tan tarde entendió que era cosa de él. Nadie más lo estaba escuchando salvo él.

Esa quinta noche, a las tres de la madrugada los ruidos frenaron en seco. La expectativa de algo más lo levanto de la cama y lo hizo, por primera vez, mirar por la ventana. Cientos de figuras cubrían las calles, unos pocos permanecían de pie mientras que otros estaban desmembrados por los suelos o sus cuerpos inertes reposaban en posiciones imposibles por el pavimento; ninguno de ellos estaba intacto. El combate seguramente había sido tan salvaje y sangriento que no sería posible describirlo con palabras.

De entre las figuras resaltaban dos muchachos de pie frente a su puerta. Ambos con vestimentas completamente blancas y arreglando sus finísimos trajes. Los dos lo miraban fijamente con unos ojos que parecían brillar a esa hora de la noche.

Tras una sonrisa casi inocente los dos golpearon a la puerta de su casa.

-¿Mijo? ¿Sonó la puerta? –Las palabras de su esposa le dieron un susto que paralizó su corazón por dos segundos y le generaron un espasmo tal que casi salta de la impresión.

-No creo, amor; tengo que ir al baño. Discúlpame.

Espero unos segundos a las afueras de su cuarto a que ella se quedara dormida de nuevo antes de bajar las escaleras y abrir la puerta con muchísimo tacto.

-Que tal, señor Santos.

-Muy temprano para venir hasta acá. ¿No les parece?

Los dos chicos eran jóvenes, como de colegio. No serían mucho mayores a su primogénito pero lo veían con una ínfula de superioridad familiar... de algún lado.

-Hemos estado escribiéndole recientemente... aunque suponemos que nuestras cartas no le han llegado por culpa de...-Voltearon a mirar, dedicando una ojeada con desdén a los cadáveres humanos que las otras figuras sostenían – bueno, una guardia innecesaria para la ocasión, estamos seguros que no los había visto antes. Hemos decidido arreglar el problema nosotros mismos y presentarle nuestros respetos de manera formal.

-No es muy formal venir tan tarde a una casa de familia...

-Por favor Juan ¿Puedo llamarlo Juan? No hace falta contestar de esa manera.

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⏰ Last updated: Feb 25, 2019 ⏰

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