—¿Qué? ¿A que te refieres?—su humor ya era pésimo desde esta mañana, pero ahora parece que ha ido a peor. Genial, pues parece que no ha sido un buen momento.

—Que no creo que lo que le ha pasado a tu hermana sea tan inocente como parece.—me niego ha devolverle la mirada, así que la mantengo en las puertas cerradas del ascensor.

—¡¿Inocente?! ¡Mi hermana se muere en esa cama de hospital, nada de esto es inocente, Angelique!—sus gritos revotan en las cuatro paredes metálicas del ascensor y me encojo de hombros.

—¡¿Puedes hacer el favor dejar de gritar como un energúmeno?! ¡Estoy intentando decirte algo y no me dejas!—estallo ya cansada de sus berrinches.

—¡Pues dímero ya!—ignora mi advertencia de que deje de gritar.

Exasperada de su comportamiento hago lo primero que se me pasa por la cabeza. Aprieto el botón para parar el ascensor.

—A-Angelique...

—¡Que! ¡Eres tu el que no para de chillar y no es necesario montar un espectáculo delante de todos los empleados!—soy consciente que la que ahora está chillando soy yo, pero eso no tiene importancia.

—De acuerdo, entonces dime de una maldita vez que quieres.—intenta calmarse dando profundas respiraciones.

—Vale,—tomo aire y decido escupirlo de golpe.—el otro día, cuando fui a por unos cafés en el hospital, volví ha recibir uno de esos mensajes.—levanto la vista para comprobar que me está prestando atención y lo veo con los brazos cruzados y la vista fija en mi rostro.

No tengo el valor suficiente como para decirlo en voz alta, así que pienso que mostrándole el mensaje será mucho más rápido y efectivo.

El silencio invado el ascensor y veo como se le van abriendo más y más los ojos y tensando la mandíbula a medida que va leyendo el texto.

—No puede ser...—exclama con un susurro apenas audible.––¿de verdad crees que alguien puede haberle hecho una cosa así a una niña pequeña?—me lo pregunta con un deje de desesperación. Como si no se quisiera creer que es real.

—No quiero ser negativa, pero llevamos siendo acosados por varios meses ya y los mensajes son cada vez más preocupantes,—intento explicarme lo mejor que puedo.—esa puede ser una posibilidad.

Asiente muy lentamente y se recuesta sin miramientos en la pared de metal. Su respiración se va haciendo más trabajosa y con manos torpes se intenta desabrochar la corbata. Inmediatamente sé lo que sucede, está teniendo otro ataque.

—Leonardo, eh.—me pongo de rodillas delante suyo y con las dos manos le cojo de la cara para que me mira a los ojos.—Calma, ¿si? Mírame y respira con regularidad.

El cuerpo le tiemble terriblemente y sus dedos torpes intentan cogerme de los brazos, pero el sudor hace que se le resbalen

A-Ange...mio caro...—balbucea palabras e intenta hablar pero se lo impido.

—Shh, no digas nada y céntrate en tu respiración.—sus ojos van de un lado a otro y su respiración se acelera todavía más. No parece haberme escuchado.

Mis manos hacen más presión en su rostro y unto mi frente contra la suya, sin perder en ningún momento el contacto visual.

—Leo, estoy aquí, estoy contigo.—susurro cerca de su oído para no alterarle.—Sé que es difícil pero tienes centrarte. Mira e imita mis gestos ¿si?––me aseguro de que me está escuchando y empieza a inspirar y exhalar con lentitud.—Eso es, una vez más.—sin despegar la vista de sus ojos, de reojo veo su pecho subir y bajar al ritmo que le marco.

DOBLE NACIONALIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora