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Flug caminaba tranquilamente por los pasillos de la mansión rumbo a su laboratorio. Ignorando a su paso los crujidos en la madera de algunas puertas, la forma como a ratos parecían abrirse a medias invitándolo a pasar; había aprendido que la mejor manera de estar a salvo en ese lugar hostil era mostrándose fuerte e indiferente hacia los murmullos, rasguños, gritos y gemidos que de vez en cuando rondaban los rincones de la antigua casa.

Mostrarse fuerte era la única forma de quitarles las posibilidades de que penetraran su mente y se apoderaran de sus pensamientos.

Black Hat un día le había explicado que los diversos espíritus y demonios con los que compartían morada se alimentaban del miedo, y en tanto nadie les diera el gusto de un banquete no tendría por qué temer.

Si bien el lado más científico propio de su profesión no le permitía tragarse del todo aquella mal hecha leyenda, había experimentado suficientemente las fuerzas que habitaban los espacios vacíos y transparentes de la mansión. Muchas veces había sentido respiraciones pesadas y dificultosas cerca suyo mientras trabajaba. Y se había prohibido a sí mismo entrar a ciertas habitaciones abandonadas, donde su presencia implicaba los más oscuros pensamientos, un vacío infinito que le gritaba que saltara, sin importarle su vida, deseando la muerte más que nada. Sin posibilidad de escapar de la oscuridad, sintiendo que el precipicio lo miraba mientras murmuraba su nombre.

Flug aunque escéptico en algunos aspectos había llegado a la conclusión de que las historias que se entrelazaban a su actual morada la habían dotado de una cualidad única. Parecía ser un punto de unión entre dimensiones, donde las diversas realidades, la mente y algo muy parecido al infierno convergían sin destruirse mutuamente.

A su paso le seguían los ojos de los inmóviles retratos de algunos de los villanos que habrían pasado por ahí.

Sabía que llegando a su laboratorio llegaría la peor sensación, era allí donde reposaba un enorme cuadro de uno de los antepasados más sanguinarios de Lord Black Hat. A menudo sentía que aquel hombre vestido de general le lanzaba una sonrisa sádica y enferma, mientras el cuchillo que aparecía en su mano se mostraba listo para decapitarle a puñaladas.

Al pasar por allí, sintió la mirada sobre su nuca, la certeza de que si ese hombre pudiera separaría vértebra a vértebra de su columna sin terminar de matarlo para prolongar su sufrimiento, que jugaría con su médula espinal, dejaría sus piernas inservibles para que no pudiera escapar a ningún lado y se divertiría sobrecargando sus nervios hasta que su corazón, como una reacción lógica ante el nivel de dolor, parara.

Había sido un salvaje en vida, un dictador y un sádico en todo el sentido de la palabra. Era por ello que generación tras generación la familia de Black Hat le había tenido tanto respeto, por ello Flug se encontraba con varios cuadros del mismo sujeto.

Le asqueaba tanto la sensación hacía sus cuadros, su mirada constante, su historia.

Pese a ser un villano en todo el sentido de la palabra, Flug no podía aprobar la historia del sanguinario sujeto. Iba contra sus creencias, un buen villano dominaba el mal, no se dejaba dominar por él.

Finalmente atravesó la puerta de su laboratorio, cerrándola a su paso, eliminando paulatinamente la sensación de esa mirada justo sobre su cuello. Dejó de sentirse como una presa cuando el olor a metal y químicos de su laboratorio inundó sus sentidos.

Había mucho trabajo que hacer y como siempre Flug no tenía tiempo de involucrarse directamente con los entes que rodeaban cada objeto de la mansión.

Black Hat tenía otros planes.

Yellow Soul •Paperhat•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora