CAPÍTULO V El parecido de mi cantante favorito

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Todos, al menos la mayoría, había llegado, pero Emmanuel aún no y, posteriormente, empezó la clase sin muchas esperanzas de verlo. Por costumbre, algunas personas llegaban tarde y él desde hace un tiempo también lo hacía. A la media hora se encendió mi corazón y me tranquilicé, pues sentía morirme en vida, me estaba preocupando de que algo malo le hubiera pasado y los minutos se hacían horas hasta que llegó él, todo caballeroso disculpándose con la profesora por haber ingresado tarde. Sin embargo, la espera valió la pena, pues sólo quedaba disponible un puesto detrás de la primera fila, y aquél estaba detrás de Paula.

Durante las cuatro horas de clase intensiva, en ningún momento había descanso, mientras un profesor se iba el otro llegaba y casi no había minutos de respiro. Ese día era de milagros, ya que la profe nos dio diez minutos de descanso y fue la oportunidad perfecta para hablar con él. Sin embargo, me dio pena y seguí hablando con mi amiga, pero no de cualquier tema. Le conté que en el salón había alguien que me gustaba y se parecía a mi cantante favorito. También saqué mi celular BlackBerry prestado y le mostré la foto.

—¿Aquí?... ¿Y quién es? —preguntó ansiosamente Paula por saber quién era el chico parecido a mi artista favorito.

Me puse nerviosa y le respondí que después le diría, pues estaba muy cerca y podía escucharnos. Ella miró por encima de su hombro a todo su alrededor y no vio a nadie, entonces me dije entre mis adentros: —si supiera que está atrás, lástima que en ese instante esté recostado con sus brazos en el puesto. —Sin embargo, me puse muy roja y cuando él cambió de postura, me miró y aún seguí roja como antes —o al menos eso creía yo. —Entonces, él para distraerse, se puso a hablar con unos amigos interesados —siempre le pedían ayuda —detrás de él.

Segundos después me sorprendió una pregunta de Paula que cambiaría el transcurso de las clases de ese día.

—Oye... ¿sabes cómo se llama el chico de atrás?

—Emm... —Al ser la admiradora número uno, era evidente que sabía su nombre completo, pero en vez de decirle se me ocurrió una mejor idea. Primero, le toqué la mano y él se volteó rápidamente como si hubiera estado esperando el momento. Como segundo, le pregunté su nombre.

—Emmanuel.

—Ah bueno, ella me preguntó —entonces señalé a mi amiga dándole la oportunidad para hablar.

La conversación de nosotras dos adquirió un nuevo participante y empezamos a hablar de cosas triviales. Empezamos hablando sobre la clase tan mala de matemáticas que teníamos con ese profe que medio enseñaba. Enseguida le dije lo más o menos en cómo entendía esa materia y le pregunté a él y ella cómo les iba. En ese momento no sabía a quién mirar, los observaba a los dos, pero cuando lo miraba a él no podía reaccionar. Luego le pregunté a él como le había parecido el nuevo profesor de física de la vez pasada —me asustaba cómo explicaba la vida, pues dijo que nos abriría los ojos— y Emmanuel me dijo que nos trataba como estúpidos, pero que nos enseñaría muy bien y yo asentí en su opinión.

Después llegó la profesora anunciando el fin del descanso y Emmanuel que empezó a hablar de nuevo con sus amigos interesados, recibió un regalo sorpresa por parte de la profesora de ciencias naturales, por saber el tema de la clase sobre la célula. Yo en mi lugar estaba muchísimo más admirada por él y era justificable, hasta los profesores lo halagaban con dulces. Tiempo después, seguíamos en la misma clase, y una chica que estaba al lado de él y atrás mío, se acercaba pidiéndole explicaciones del tema a él muy de cerca. Eso me provocó tantos celos que me puse a rayar el cuaderno y darle más la espalda, no es que fuera celosa, pero los sentía ya que él se había vuelto importante para mí.

Por fortuna, al fin terminó esa clase para dar paso a la física, detestaba que esa chica le siguiera pidiendo ayuda. Todos posiblemente pensaban que el profesor de la vez pasada nos enseñaría, o tal vez no, ya que el profesor nos había avisado que no asistiría la próxima clase, debido a que le tocaba dar conferencias con una universidad, pero el dilema era ¿cuándo sería esa próxima clase? Creyendo las siguientes dos horas muy aburridas, vino un profesor moreno todo alegre a abrirnos los ojos de una buena manera. Se inició la clase con tanta confianza que, cuando llamaron a Emmanuel, él respondió que no lo llamara John, que no le gustaba. Ahí fue donde aprendí que algunos nombres no riman con sus apellidos, el profesor dio un ejemplo con el nombre Arnold y el apellido Peña, a Emmanuel le dio risa y me contagió a mí, pero reí suavemente y no con la carcajada que él soltó.

Mi vida intentando ser socialWhere stories live. Discover now