Hoseok quiso hacerse más pequeño, tan diminuto que nadie podría alcanzarlo. No respondió ante ninguna pregunta que ella formuló y cuando creyó que se iba a ir, ella se acostó en el piso y se arrastró bajo la cama, quedando escondida a su lado.

- ¿De quién te escondes?, ¿De los cuidadores?, ¿No quieres bañarte? -siguió preguntando, tan terca como una mula. Hoseok cerró los ojos, abrumado, y ocultó el rostro en sus brazos cruzados, temblando por la sola idea de que su voz atrajera a los chicos, pero extrañamente también oía otras voces de chicas fuera de la habitación. Alzando un poco la vista para verla, ella seguía con la mirada fija en él. Pensó que no debería estar allí, porque las habitaciones de las chicas estaban en el otro edificio y no se suponía que las dejaran salir con ese clima-. ¿Eres mudo?, ¿Sordo? Porque si eres sordo tiene sentido que...¡O tal vez eres un fantasma!

- No... -susurró Hoseok, tímido, ante su expresión de susto.

Ella sonrió tan feliz por haberle sacado una palabra que Hoseok volvió a sentirse cohibido y a la vez atraído por lo bonita que era. Le recordaba a su madre, a una foto de ella de pequeña -cuando tenía su edad, pero la chica a su lado era más alta y delgada- que estaba en el mueble del salón en la casa de sus abuelos.

- Sé que no has preguntado, pero me llamo Yang Mi -dijo ella, apoyando el mentón sobre sus brazos cruzados en el piso. Su cabello largo le caía liso hasta la cintura, de un intenso color azabache, con pecas en su diminuta nariz y unos ojos almendrados que acrecentaba el largo de sus pestañas. No parecía de procedencia totalmente coreana. Tenía los ojos más expresivos que había visto en alguien, exceptuando a su madre, y su piel era tan pálida que parecía brillar ante tanta suciedad-, ¿Cómo te llamas?

- Ho... Hoseok -contestó.

- ¿Puedo decirte Seokie? -ella bajó la voz, casi como si fuera un secreto entre ambos, acercándose poco a poco-. Se ve que eres más pequeño que yo. Cumplí doce años ayer, ¿Cuándo es tu cumpleaños?

La chica le causaba mucha curiosidad y, por alguna razón, no se sentía intimidado con ella. La miró fijamente, buscando alguna buena razón para confiar en ella y no tratarla mal como lo hizo con los demás chicos de su edad -o mayores- algunas veces, concluyendo que lo haría por la simple razón de que se parecía a su madre. Mirándola detenidamente, podía ver que tenían el mismo pequeño lunar encima del labio superior.

- ¿Qué haces en la habitación de los chicos? -se alentó a preguntar, tratando de sonar lo menos nervioso y despectivo posible. Ella se encogió de hombros cuando vio que él no respondería su pregunta anterior.

- Nuestras habitaciones tenían demasiadas goteras y moho -suspiró-, así que las camas se estropearon. Nuestras cuidadoras dijeron que tendríamos que mudarnos aquí hasta que las arreglen. Elegimos las piezas al azar, por lo que seré tu compañera de cuarto por un tiempo, así que... ¿Por qué estás aquí bajo la cama?

Hoseok dejó de mirarla y suspiró abatido.

- Unos chicos quieren golpearme -explicó molesto-. No soy bueno peleando... además, son tres contra uno. No es justo.

- ¿Quieres que los golpee por ti? -la chica parecía hablar en serio.

- ¿Podrías hacerlo? -preguntó incrédulo.

- Si eran los chicos que salieron hace un rato, ¡Claro que sí! -rió con suficiencia-. Son como perros, ladran, pero no muerden. Yo sí muerdo.

- ¿Por qué lo harías? -aunque la chica parecía bastante segura, Hoseok trataba de no fiarse de ella. En general, no se confiaba de nadie.

- Estoy aburrida -se encogió de hombros otra vez, escondiendo el rostro entre sus brazos. Luego su voz se volvió incómodamente triste y avergonzada-. Y no tengo amigos, así que no será gran cosa.

Tócame. HOPEV.Where stories live. Discover now