Capítulo 2: De seis a siete.

212 20 7
                                    

Esa tarde me apetecía más que nunca tocar con Nathan. No sé si porque hacía mucho tiempo que no le veía, por el hecho de probar un local nuevo o por Brian. Seguramente sería por Brian, pero no quería admitirlo. Me habría arreglado un poco más, me habría lavado el pelo y me habría cambiado de ropa, pero no quería que Brian pensase que quería estar guapa para él, aunque era exactamente lo que quería hacer. De todas formas, me abstuve.

Llamaron a la puerta y acudí ansiosa a recibir a Nathan. Hacía cosa de tres meses que no le veía, sé que no parece mucho, pero al fin y al cabo era mi mejor amigo y le echaba de menos.

Abrí la puerta deprisa y me lancé sobre Nathan, sonriente, haciéndole tirar su guitarra al suelo.

-¿Se puede saber por qué me quieres tanto?- dijo, con un tono sarcástico.

Sonreí y le agarré las mejillas mientras exageraba una enorme sonrisa, intentando trasmitirle lo mucho que le había echado de menos.

-Bueno, ¿nos vamos?

-¡Claro! Espera aquí, voy a por mi guitarra.

Entré de nuevo en casa y cogí mi guitarra, era una Gibson Les Paul blanca y negra. Solía usarla mi padre, pero acabé heredándola yo. La metí en la funda todo lo rápido que pude y salí de casa.

-Vamos- le dije a Nathan.

-¿Fuiste esta mañana a reservar al local nuevo?

-Claro, el sitio está muy bien, cuesta un poco encontrarlo pero una vez que has estado no es difícil.

-¿Qué tal las salas? ¿Y el dueño? ¿Parece buena gente?

La verdad es que no sabía si Brian sería buena gente o no, pero tenía algo que conseguía acabar conmigo por completo.

-Sí, no son muy grandes pero tampoco demasiado pequeñas, están bien iluminadas y además hay aire acondicionado. El dueño... sí, parece majo- retiré la mirada.

-No lo dices convencida, ¿qué pasa con él?

-No preguntes más Nathan, estamos a punto de llegar, ahora lo verás.

Cuando llegamos al local volví a llamar al timbre. En parte quería volver a ver a Brian, pero estaba nerviosa, por si me intimidaba tanto como había hecho antes. Abrió la puerta despacio. ¡El muy desgraciado se había cambiado de ropa! ¿Lo habría hecho por la misma razón por la que quería hacerlo yo? Esta vez llevaba una camiseta gris oscura, sin mangas, que dejaba completamente al descubierto sus hombros y brazos tatuados. Me habría encantado poder parar el tiempo en ese momento y examinar todos y cada uno de sus tatuajes. De hecho habría querido poder desnudarle allí mismo para descubrir el resto. Yo no tenía ninguno porque nunca había sabido qué tatuarme, no me gustaba eso de tatuar por tatuar, pero sí que me gustaban los que tenían algo de sentido.

-Buenas tardes, Lucy- dijo Brian, con aquella sonrisa de medio lado -no me dijiste que venías con tu... amiguito- miró a Nathan con cara de asco de arriba a abajo. Eso me molestó. Por una parte me hacía ilusión que se pusiera celoso habiendo tonteado durante diez minutos una mañana, pero por otro estaba metiéndose con mi mejor amigo, en cierto modo.

-Brian, este es Nathan. Nathan, él es Brian Haner, el dueño del local.

-Encantado- dijo Nathan, con un tono algo falso y tendiéndole la mano.

Al igual que antes, Brian se giró sin más y se adentró en el pasillo, solo que esta vez me miró y me sonrió antes, no sé por qué.

Llegamos a la sala, acompañados por Brian.

-Bueno, si necesitáis cualquier cosa... Lucy, ya sabes dónde estoy- lo dijo serio, ni sonrisa de medio lado ni nada, y se fue, cerrando la puerta a su paso.

Como una estrella fugaz (Synyster Gates)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora