Capítulo único

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El reloj marcaba las doce del mediodía del catorce de febrero, y aunque fuera una de sus pocas fechas favoritas del año, Dean no estaba de ánimos para festejarlo. De hecho, pasó la madrugada durmiendo en vez de estar festejándolo. Todo eso tenía una razón de ser: Sam Winchester. El rugaru que fueron a cazar resultó ser más testarudo que de costumbre, por lo que se ganó un brazo enyesado y, al contrario de la mirada cargada de preocupación de Sam, una catarata de regaños que sólo faltaba ser exclamado en enoquiano.


Sam esperaba su turno a ser atendido en el mercado del pueblo. Las provisiones se habían terminado, y alguien tenía que salir a comprarlas. Con Dean en la banca por haberle hecho frente a un rugaru, no le quedó más remedio que ser él quien sacara a pasear a Baby –a regañadientes de Dean-, e ir al mercado.

—Disculpe —llamó su atención una anciana—. ¿Podría ayudarme, por favor?

—Lo siento, pero yo no trabajo aquí.

—No me refiero a eso...

La mujer giró su palma derecha para enseñarle un arco con una flecha en el medio. De alguna manera, aunque no sabía muy bien de qué se trataba, Sam se dio cuenta que eso no era algo normal. Muy a su pesar, y luego de que la mujer pasara todas las pruebas pertinentes, decidió llevarla al búnker. Mientras bajaba las escaleras, Dean la miró con el ceño fruncido, sentado él en una de las sillas de la biblioteca.

—Disculpen la intromisión, pero realmente necesito su ayuda —dijo la anciana.

—¿Y qué le dice que la ayudaremos, señora?

—Ustedes son Sam y Dean Winchester. Sé que no tienen la mejor opinión de los de mi clase, pero ustedes son las únicas personas a quienes puedo recurrir.

—¿Y usted es...? —preguntó Sam.

—Soy un ángel. De hecho, soy un Cupido. Mi nombre es Ceph.

—Encantado de conocerla, pero, en este estado yo no seré de mucha ayuda —dijo Dean, remarcando cada una de las sílabas mientras Sam se acariciaba el tabique nasal.

—Oh, lo serás, muchacho, estoy segura de eso —Sam hizo una silla hacia atrás y ayudó a la anciana a sentarse—. Muchas gracias.

—Entonces, ¿qué la trae por aquí?

—Creo que hay un problema con las almas...

—¿Las almas?

—Las almas gemelas, para ser más precisa. Verán, mi tarea como Cupido no es generar el lazo que une a las almas, sino que cada alma se encuentre con la que le corresponde.

—Tengo entendido que nuestros padres se odiaban antes de que ustedes los obligaran a andar juntos.

—Hay casos... y casos... Pero, ahora, me es imposible localizar los lazos.

—¿Lazos?

—Cada alma gemela está unida por un lazo que yo me encargo de acortar hasta que ambas partes se encuentran.

—Y dice que no puede verlo.

—Así es. Pero, presiento que el problema no viene de aquí, y no soy capaz de transportarme al lugar de origen. Es como si algo me lo impidiera. Por eso necesito su ayuda.

—Supongo que podríamos echarle una ojeada —dijo Sam—. ¿Dónde tenemos que ir?

—Yo me encargo de eso. Sólo denme sus manos, por favor.

No del todo convencidos, ambos se tomaron de la mano con la anciana para que, luego de que ella recitara un cántico en el idioma de los ángeles, una luz brillante los cegara.

You'll Always Be My Soulmate (Wincest)Where stories live. Discover now