¡Joder! Pude haber arruinado lo que fue una buena amistad, por creer en mi estúpida cabeza que como novios estábamos hechos el uno para el otro, por lastimarla, por hacer lo que mejor hago: crear putos desastre.

A veces de verdad me avergüenzo porque me siento estúpido, idiota y trato de hacer las cosas bien, pero parece que no sé cómo y los resultados son una mierda horrible.

Juliet y yo hemos acordado ser amigos, pero sí, no veo eso sucediendo de inmediato. Hay mucho control de daño que hacer y un puente de confianza que reconstruir, estoy dispuesto a ello y ella también, solo nos tomará tiempo. Le agradezco que me dé la oportunidad de conservar su amistad, una segunda oportunidad. No cualquiera lo hubiese hecho.

—Deberías temer de ti mismo, jodido Dexter —Me digo mientras conduzco.

Y lloraría porque la verdad es que a veces temo de mí. Las personas suelen bromear sobre mis desastres y los resultados de mis acciones, muchas veces me causa gracia de verdad, pero otras solo me da vergüenza y mientras rio tengo una sensación incómoda sobre: ¿Cuándo haré las cosas bien? Quiero madurar, que se sientan orgulloso de mí, sentirme a gusto con todas mis putas decisiones y no solo ser el tipo que hizo algún desastre que todos recordarán. El tipo que siempre la caga.

Me detengo cuando la luz del semáforo me indica, veo la hora en mi reloj y tengo bastante tiempo libre antes de tener que ir a prueba de sonido antes del concierto. Golpeo mis dedos del volante y veo a un par de personas cruzar, luego enarco una ceja viendo a una niña hacer su camino...Sola.

Aunque ella no puede estar jodidamente sola ¿Cierto? Es decir, es solo una bebé.

Miro detrás como si algún representante fuese a gritar su nombre y notar que su niña, de posiblemente cinco o seis años, cruza sola una calle, no hay nadie. Parece que se le caen unas monedas y ella se agacha a recogerlas, el semáforo cambia y comienzo a cagarme de los nervios porque ella está agachada recogiendo sus monedas y no sé si los otros conductores lo notan.

¡Mierda multiplicada por infinito! No es posible tal operación matemática, pero se entiende mi punto.

Arranco mi cinturón de seguridad y abro la puerta del auto con rapidez porque parece que no la ven. Alzo mis brazos haciendo todo un espectáculo de detener los autos y señalar a la niña. En tan solos segundos me he hecho malditamente viejo de la preocupación.

Volteo y la niña parece que terminó de recoger sus monedas y sin ningún tipo de preocupación, parece ver el cielo de manera distraída.

—Eh, corazón —La llamo y mi voz parece asustarla. Grandes ojos color miel me observan y hay tanta inocencia, trago—. ¿Qué te parece si ves el cielo desde aquella acera?

Su pequeña boca se abre y creo ver temor en su rostro, como si temiera...De mí. Baja su mirada y sus pequeñas piernas la hacen correr a la acera, la sigo con la mirada y todavía sigo esperando que alguien grite su nombre y la reclame, pero nada sucede. Bueno, noto las jodidas bocinas sonando y veo un montón de dedos medios saludándome. Cabrones ¿No notan que casi pudieron atropellar a esa pequeña?

—Ya, ya, no tienen que ser unos cabrones toca pollas con sus bocinas —murmuro subiendo a mi auto.

Pero tardé lo suficiente para que el semáforo de nuevo permita el cruce de los peatones y nos toque esperar, apuesto que me están maldiciendo. Veo hacia la acera donde la niña está agachada en el medio pareciendo jugar con sus monedas y me siento jodidamente inquieto. ¿Quién es responsable de ella? ¿Por qué está sola? Me lleno de preocupación y ansiedad.

Me tocan la bocina y me doy cuenta de que debo ponerme en marcha y dejar atrás a la niña. Comienzo a conducir, pero no se siente bien. La sensación amarga no se va de mi pecho y la preocupación solo aumenta.

Escenas extras de La D no es por DexterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora