Capítulo II: I Can't Cry, Because my Life Doesn't Matter

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Una jornada más empezaba en el negocio del Alfa, quién empezaba a abrir sus puertas recibiendo a los Omegas que trabajaban en éste, y de igual manera, le abría las puertas a narcotraficantes y demás criminales.

Uno a uno iban entrando. Algunos se notaban fatigados, ya que este trabajo era muy agotador y otros llevaban todas las ansias del mundo por empezar un nuevo día en ese lugar con olor a sexo regado por todos lados.

Justo ese día llegaría un grupo de la mafia local a recoger a unos Omegas que según Hitoshi no le servían para nada, así que los vendió para que hicieran con ellos lo que quisieran. A los demás sólo les correspondía ver como se los llevaban a rastras mientras lloraban y suplicaban que los dejaran libres, cosa que a Hitoshi no le importaba pues mientras los Omegas gritaban a éste le daban su paga correspondiente. Luego se acercaba a los demás para amenazarlos.

–¡Escuchen, pedazos de basura! –Decía con molestia. –Si a alguno de ustedes se les ocurre fallarme van a terminar como esas malditas escorias que van ahí, ¡¿Entendieron?!

–Entendimos, Señor Shinso.

–No sé si mis oídos me están comenzando a fallar pero no les escuché. Dije, ¡¿Entendieron?! –Dijo usando su voz de Alfa.

–¡Entendimos, Señor Shinso!

–¡Así me gusta, hijos de puta!

Hitoshi siempre los insultaba. Eso no era lo peor que había hecho con un Omega. Si éste no era de su agrado era capaz de asesinarlo, no sin antes haber abusado de ellos.

El olor de cada Omega estaba impregnado en las habitaciones en las que prestaban sus servicios, y por eso todos tenían su propia habitación con varios muebles. Tenían uno en especial donde guardaban juguetes, condones y lubricantes a montones para que los usaran todo lo que quisieran. Al terminar la jornada estos eran reemplazados por más.

Los encargados de limpiar este desastre eran los que más sufrían pero también eran a las que más se le pagaban, ya que ellos tenían que desechar cualquier tipo de rastro de otro cliente que dejó regada sus cosas y dejar listo para el siguiente cliente y el siguiente día. La más alegre de los trabajadores era Toga, ya que si hacía bien su trabajo, recibiría un regalo al terminar el día.

Este día la encargada de la limpieza de la habitación de Izuku fue Asui, o Tsuyu, como prefiere ser llamada. Tsuyu es una chica de curioso aspecto, ya que siempre anda un poco encorvada, con sus manos a los costados y con la punta de la lengua de fuera, pero aún así era una chica bella, e Izuku simplemente esperaba a que la chica terminara con su deber sentado en la orilla de la asquerosa cama en la que se veía obligado a trabajar.

–El día de ayer fue un día terrible, ¿No, Midoriya? –Dijo la chica intentando dejar de lado el ambiente tenso que había en ese lugar.

–S-sí. Aunque la he pasado peor en días anteriores. –Dijo el peliverde llevándose una de sus manos a su nuca mientras sonreía nerviosamente.

–Ya verás que pronto saldrás de aquí y no necesitarás estar en un lugar tan asqueroso como este para poder vivir bien.

–Muchas gracias por darme ánimos, Tsuyu.

Asui consideraba a Izuku como su hermano menor. Ella tuvo uno, pero éste era un Omega, lo cual le costó la vida. Desgraciadamente su primer celo fue en la calle mientras jugaba con sus amigos. El desafortunado estaba rodeado de una infinidad de Alfas quiénes al sentir su aroma corrieron hacia él. El pequeño intentó escapar pero debido al estado de su cuerpo en ese momento hizo que todo su esfuerzo fuera en vano, ya que un Alfa lo tomó a la fuerza y lo llevó a un área desolada, donde fue que lo usó como un juguete sexual con el cual satisfacerse.

Luego de haber hecho una infinidad de asquerosidades con el pequeño, lo dejó abandonado a su suerte en un basurero cercano, donde fue encontrado días más tarde en un estado deplorable, siendo declarado muerto momentos después de haberlo encontrado.

Ese fue uno de los tantos casos de Omegas abusados sin ser resueltos, y sin embargo, ni Tsuyu ni su familia pretendían hacer algo al respecto, ya que estaban conscientes de la situación en la que los Omegas estaban sometidos y los riesgos que conllevaba el delatar a cualquier Alfa aún si lo que ha hecho ha sido muy grave. Pero también estaban conscientes de que el pequeño no sufriría más las atrocidades de este mundo y eso los aliviaba en cierta manera.

Debido a eso Tsuyu cuidaba de todos los Omegas que trabajaban ahí exceptuando a Camie y Toga a quienes consideraba como dos personas repulsivas. A todos los demás los trataba como si fueran su familia.

–Ten cuidado, Midoriya. Parece que tú primer cliente del día es un sujeto un poco agresivo.

–Muchas gracias por la advertencia, Tsuyu-chan. –La chica se retiró dejando a Izuku solo para que se preparara.

Desde muy temprano el joven Omega tenía clientes, ya que había ganado fama entre los Alfas que llegaban ahí. Todos los que pasaban por él quedaban maravillados ante él ya que a pesar de ser un asqueroso Omega, su aroma y su contextura física era algo que no se podía ver en ningún otro Omega, además lo consideraban como alguien dócil.

Izuku era delgado. Las pequeñas pecas que invadían todo su cuerpo lo hacían ver tentador. Sus rasgos finos era otra cosa que les atraía a los Alfas en busca de placer.

Sin pena y con desgano, Izuku se colocó la lencería que le habían preparado para ese día y se recostó sobre la cama boca abajo, apoyado sobre sus antebrazos mientras levantaba un poco su trasero.

Y efectivamente, Tsuyu tuvo razón. Su primer cliente fue muy agresivo con él. Lo golpeó en varias ocasiones porque según él "no hacía correctamente su trabajo con la boca" y así también le dejó varias marcas por todos lados aún cuando Izuku le advirtió que eso no estaba permitido. Fue cuando lo mordió hasta el punto de sacarle sangre y hacerlo gritar muy fuerte que se acercó Shinso y lo sacó a golpes del lugar, no sin antes quitarle la billetera.

Izuku fue consolado por Tsuyu y Ochako, quienes le ayudaron con los golpes y le limpiaron la herida que le dejó ese tipo. Lo dejaron descansar un poco, solamente durante treinta minutos, y luego volvió al juego. Así hasta que llegó la noche y su turno terminaba. Agradecía que faltaba sólo un cliente y así podría irse a casa.

–¿Ya estás listo, Midoriya? –Dijo amablemente la Beta.

–S-sí.

–Bien. –La chica dejó que el último cliente pasara a la habitación.

Izuku se levantó de la cama y se acercó a su nuevo cliente sin ver su rostro. Rápidamente se colocó detrás de él y le ayudó a quitarse su abrigo para después colgarlo en un lugar seguro. Sin embargo algo le llamó la atención. El cabello de ese sujeto era muy peculiar. Éste era un cabello picudo, el cual era muy común ver en esos días, sin embargo su color... Un rubio cenizo... Recordaba a alguien quien también tenía su cabello así.

–Bienvenido sea, Mi Señor. –Saludó.

–Sí, sí, lo que sea.

–¿Qué servicio es el que necesita? ¿Desearía que use mi boca o solamente mis manos? –El joven repetía los mismo sin ningún tipo de emoción cada vez que un cliente llegaba.

–Lo que sea, sólo haz tu trabajo. –El Alfa se notaba molesto.

–¿Le sucede algo, Mi Señor? ¿Desearía que lo reanimara?

–Solo haz lo que tengas que hacer. –Dijo mientras se sentaba al borde de la cama mientras se quitaba su corbata para luego mirar a Izuku a los ojos. Ambos se quedaron atónitos al verse el uno con el otro.

–¿K-Kacchan...?

–¿Deku...? –El joven peliverde sintió que todo su mundo se venía abajo mientras evitaba que sus lágrimas se resbalaran por sus mejillas. 

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