Capítulo 19

107K 12.5K 1.2K
                                    

Me encontraba apoyado en la pared esperando pacientemente a que llegase

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Me encontraba apoyado en la pared esperando pacientemente a que llegase. Sabía que el camino que recorrería desde su habitación hasta la sala donde tomábamos habitualmente el desayuno era ese, así que después de meditar demasiado la conversación que había mantenido con Egmont pensé que era oportuno tener una conversación con ella, aclarar ciertos aspectos... quizá podríamos comenzar teniendo una bonita amistad y ganarme así su confianza. Quizá era una buena forma de que en algún momento pudiera entender las razones por las que me aproveché de su situación a mi favor y tal vez... solo tal vez, poder tener algo más que no fuera solo esa amistad.

¡Dios!, ¡Me moría de ganas por volver a besarla de nuevo! En ese momento escuché el sonido inconfundible de sus zapatos contra el suelo de mármol que decoraba todo el castillo. Sabía que estaba a punto de girar la esquina, así que estaba mentalmente preparado para la imagen visual que iba a proporcionarme, solo que ya era habitual que me dejase extasiado con esa belleza española que irradiaba su rostro.

—¡Buenos días! —exclamé llamando su atención.

—¡Joder! —gritó asustada dando un pequeño salto—¿Por qué aquí todos aparecéis así, de sopetón? —dijo a continuación hablando en su idioma. Aunque había entendido que lo primero fue una maldición y más o menos comprendí lo que siguió diciendo, la palabra sopetón no entraba en mi vocabulario básico de su lengua.

—¿Qué es sopetón? —pregunte intentando hablar en su idioma.

—Es... es... —comenzó a decir y pensé que estaba buscando las palabras adecuadas para una definición aproximada, aunque parecía algo contrariada—. Hace referencia a aparecer de repente, sin previo aviso.

Esos segundos me dieron tiempo suficiente para evaluar que cada día estaba más hermosa. No sabía que estaba sucediendo en mi, quizá solo era la sensación de no poder tenerla la que hablaba por mi, pero sí que tenía claro que Celeste era diferente, única...  y eso me estaba volviendo loco.

—¿Por qué no vienes a montar conmigo después del desayuno? —Mis palabras salieron con naturalidad, no era lo que había pensado específicamente, pero quizá era un buen principio—. Me vendrá bien refrescar mi español —aludí como excusa.

—Si... claro...

Su respuesta no me pareció del todo entusiasta, tal vez me estaba excediendo, quizá no había sido buena idea pasar tiempo a solas junto a ella teniendo en cuenta que mi autocontrol estaba esfumándose por momentos y que ahora mismo lo único que lo mantenía a raya era mi propia conciencia. De todos modos no iba a presionarla, no haría nada que ella no quisiera...

¿Qué ella no quisiera?, ¿Es que estaba valorando la posibilidad de dejar a un lado la situación y sucumbir a la tentación?

¡Dios!, ¡Jamás había tenido tanta controversia conmigo mismo en toda mi vida! Egmont tenía razón en algo; siempre me he dedicado a hacer lo correcto, a tener presente lo que los demás esperan de mi por encima de mi propio deseo y solo con ella accedí, únicamente por esa mujer he pensado por una vez en mi.

El Príncipe Perfecto Where stories live. Discover now