Capítulo 1

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El molesto ruido del móvil retumbando en la habitación y martirizando a su recién levantado cerebro obliga a Jane a tantear el taburete a su lado, aún con la bruma del sueño nublando su mente, hasta que por fin distingue la forma de su iPhone entre sus dedos, cierra su mano alrededor de él y con un bufido se lo lleva a la oreja. — Rizzoli.

— ¡Llevo media hora golpeando la puerta de tu departamento y nadie me abre! — Escucha el quejido de Barry Frost al otro lado de la línea. Jane tiene que alejar el móvil de su oreja para suprimir la voz de su amigo y evitar que siga martillando el interior de su cráneo. Recuerda haberle pedido la tarde anterior que pasara por ella porque Joe había llevado su auto al depósito y suspira derrotada. Necesita seguir dormida para que su mente funcione al cien en el trabajo, pero le es imposible, así que lucha por mantenerse despierta.

Siente un peculiar frío que confirma su desnudez, pero la ignora y se estira, logrando que sus huesos crujan placenteramente, solo para volver a tomar su posición en la cama. Se lleva la mano libre a los ojos y los masajea levemente para aclarar su vista borrosa y eliminar los restos de sueño que quedaban en ella. — Dame diez minutos, me he quedado dormida. — Se disculpa. Se da cuenta de que, mientras más se aclara su vista, menos reconoce el lugar en el que se encuentra y frunce el entrecejo. El sueño se va de golpe cuando siente una pierna enredarse entre las de ella y a alguien apresar su cintura con firmeza.

Siente la dulce fragancia a Pravia que acompaña a Maura día y noche, y de la misma manera reconoce el suave aroma a bebé que tienen las sábanas de la forense. Sus ojos se abren de golpe al reconocer la habitación de su mejor amiga y escuchar su quejido, aún adormilado, a su lado. En la academia de policías la prepararon para una infinidad de situaciones, pero "¿Cómo reaccionar cuando amaneces con Maura Isles a tu lado?" no estaba entre sus clases. Se toma unos segundos para observar a su amiga y la vista es mejor de lo que esperaba. La sábana a duras penas le cubre de la cintura para abajo dejando al descubierto su torso desnudo, y aunque no es el momento, la morena recuerda la suavidad de sus pechos entre sus labios.

Tiene una pierna ligeramente doblada y la otra permanece entrelazada con las de Jane, ejerciendo una placentera presión en su entrepierna. Se aferra con firmeza a las sábanas que la cubren y su mente comienza a regresar momentos de la noche anterior a ella. Recuerda llegar a casa de Maura y los besos compartidos, las promesas arrojadas al aire y el recorrido que siguieron desde el sofá hasta la habitación de la forense. Recuerda el rostro ruborizado de su amiga y sonríe ante la imagen; casi parece escuchar de nuevo sus propios gemidos combinados con los de Maura inundando la habitación y es incapaz de reconocer el sentimiento que la invade.

— Te amo — El recuerdo regresa a ella de golpe y un escalofrío recorre su cuerpo.

— ¡Tienes diez minutos, Rizzoli! — La voz de Frost suena tan cercana que le hace dar un respingo cuando la devuelve al presente. Maura balbucea algo inentendible a su lado y se aferra aún más a su cadera, aumentando el nerviosismo en la morena.

— Yo... Nos vemos en la comisaría, Frost. — A penas responde y cuelga la llamada sin darle tiempo a su compañero de replicar.

Es cuando el pendiente de tener a Frost al teléfono ya no está presente, que se permite pensar en lo que va a pasar después de que Maura despierte.

Puede verlo venir desde ahora. Un par de horas sin hablarse y después las cosas volverán a ser como antes, al menos eso espera. Intenta levantarse de la cama para ir en busca de su ropa, pero Maura aún la tiene rodeado con los brazos y piernas, haciéndole imposible levantarse si ella no lo hace primero. La mueve levemente para no asustarla, pero pareciera que la forense no tiene intención alguna en dejarla marchar, porque solo entierra la cabeza entre el cuerpo de Jane y la cama y se aferra más a su cintura. — Maura... Despierta, cariño. — Esta vez la mueve con un poco más de fuerza, logrando despertarla, pero aún puede ver la bruma del sueño rodeándola.

Lo dulce de sus labios ||Rizzoli & Isles||Where stories live. Discover now