Beautiful Star

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Lucas miraba inerte el techo de su habitación, estirado sobre su cama con los ojos vacíos.

Recordaba una y otra y otra vez lo sucedido en educación física esa misma mañana. No podía parar de darle vueltas al asunto:

"Su profesora de educación física los había obligado a todos a participar en un partido de volleyball y Lucas, ignorando la ansiedad que empezaba a ocupar mayoría de sus pensamientos, se posicionó en su lugar con la pelota sin dejar de mirar el suelo que a sus ojos parecía más interesante que las pocas burlescas miradas de sus compañeros que empezaban a posarse sobre su persona. Dejaba salir suspiros cada 5 segundos y solo levantó la mirada cuando sintió manos sobre su cuerpo mejorando su postura y una voz, lejos de ser suave, explicándole brevemente como lanzar la pelota al otro lado de la red. Su corazón aceleró su ritmo cuando ojos ajenos empezaron a observarlo expectantes, algunos esperando ansiosos el inicio del juego, otros llenos de burla, esperando que Lucas se equivocase para poder reírse. O al menos eso seguía diciéndole su subconsciente.

Tras dos, tres, cuatro segundos intentando tranquilizar sus latidos, Lucas lanzó la pelota y como había supuesto, cayó fuera del campo. Cerró los ojos un momento, entre las voces emocionadas escuchó perfectamente el primer comentario, obviamente sin buenas intenciones, y en su cabeza comenzó a escucharse un pitido que parecía lejano, pero estaba claramente ahí. No le gustaba, no le gustaba para nada la sensación de presión que empezaba a crearse en su estómago, pero no habló, es más, dejó salir una risa seca y recibió la pelota entre sus manos por segunda vez, intentando ignorar la persistente voz que le insistía de poner una excusa y encerrarse en un baño.

Esta vez el balón acabó exitosamente donde debía, empezando de una vez el partido. Lucas miraba atento los movimientos de la pelota, rezando en silencio que no se la pasasen a él, pero no pareciendo ser uno de sus mejores días, no tuvo más remedio que intentar devolverla. Con reflejos lentos, la pelota le pasó de lado y salió fuera, exhibiendo así otra acción patosa y permitiendo así otro comentario volar por el gimnasio, penetrando su cerebro como un taladro.

Los halagos de sus compañeros más cercanos empezaron a sonarle sarcásticos y el pitido en su cabeza no parecía querer cesar, volviendo sus ojos acuosos por las lágrimas que gritaban por salir.

Todo su cuerpo parecía estar bajo presión, como si la gravedad lo intentase aplastar contra el suelo. Dolía.

Buscó con la mirada una escapatoria, pero la vergüenza de hacer una escena innecesaria lo mantuvo anclado en su lugar. Sacudió rápidamente la cabeza para despejar las lágrimas y miró al frente, risas haciendo eco.

Sin embargo, falló no solo también el segundo pase, sino que también el tercero y los comentarios no cesaban, tampoco lo hacían las risas, y entre todo el bullicio empezaba a sentir que se ahogaba. En la realidad distorsionada que veía, las ganas de llorar incrementaban y quizás exageraba (le decía su subconsciente) pero sentía que le faltaba aire. A pasos largos se acercó a su profesora y con prisa y voz tenue le pidió permiso para ir a los baños. La señora lo miró por apenas segundos antes de asentir y seguir el partido, llamando rápidamente a un sustituto.

Los baños no estaban lejos, entró justo al girar la esquina saliendo del gimnasio, pero había gente dentro, un grupo de cuatro chavales con los móviles hablando de cosas que en ese momento Lucas no pudo descifrar. Con prisa se encerró en uno de los cubículos, tapándose la boca para evitar dejar salir sollozos. La ansiedad parecía querer matarlo y los ojos empezaban a arderle al dejar salir lágrimas continuamente, su corazón latía resonando con fuerza en sus oídos, hasta que todo el ruido de fuera pareció distante, como si él estuviese encerrado en una caja bajo el agua.

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