-Un beso enorme – iba a colgar, pero de repente caí en la cuenta de algo – Oye, ¿y Alba?

-Casi se me olvida decírtelo. No he podido contactar con ella. Le he dejado un mensaje y estoy esperando que me llame

-Cualquier cosa me escribes. Un beso

No quería preguntarle por Marina. Bueno, sí quería. Pero si lo hubiera hecho sólo habría conseguido que llorase aún más, así que era mucho mejor la opción de esperar a llegar al hospital.

-Tú – me dirigí a María para retomar la conversación sobre su “cita” – Algo estábamos hablando tú y yo ¿no?

-Joder Natalia. ¿Tanto interés tienes? – estaba cada vez más roja

-Nos quedan varias horas de viaje. Ya me dirás

Suspiró, resignada.

-Se llama Vicky. Es profesora de baile

-Vaaaaaaya con la Mari – di golpes en el salpicadero en señal de alegría – Quiero todos los detalles

-Detalles pocos, porque Miguel Ángel me llamó un par de horas después de vernos

-Bueno, tú cuenta. ¿Cómo la conociste? ¿Cómo es? Todas esas cosas

-¿Te acuerdas de la noche  que te fuiste con Mikel al cine? – asentí. Ni me había acordado de él hasta que María le había mencionado – Pues esa noche salí con Marta a tomarnos algo a un bar no muy lejos de casa. Nosotras nos habíamos sentado en una mesa al fondo y ella estaba sentada en la barra con gente, amigos suyos supongo, y no me quitaba los ojos de encima.

-Mari – la interrumpí riéndome - ¿estás segura de que no eras tú quien no le quitaba los ojos de encima?

-Gilipollas – me dio un golpe en el hombro – Pero tienes razón. Yo tampoco se los podía quitar. Es que tía, está buenísima – no paraba de sonreír – El caso es que después de varias horas allí y medio borracha, la invité a una cerveza y ya empezamos a hablar. Nos dimos los números de teléfono y hemos estado hablando todos estos días hasta que quedamos esta mañana en su casa…

-¡¿En su casa?! Joder con la Mari

-Me invitó ella, lista. ¿Te vas a callar de una vez y vas a dejar que te lo termine de contar?

-Sí sí, perdona. Sigue – me acomodé en el asiento y esperé en silencio

-En principio íbamos a salir a dar una vuelta por el centro, pero me dijo que hacía demasiado frío y que no estaba por la labor, que si quería podíamos vernos en su casa. Obviamente no le dije que no, y ahí fue cuando entré en tu habitación para lo de la sudadera. Y nada, en su casa estuvimos hasta que fui a por ti – pareció quedarse satisfecha con la explicación que me había dado, pero yo sabía que había algo que no me estaba contando

-¿Eso es todo? ¿Segura?
María se estaba mordiendo el labio.

-No. Pero tampoco te pienso dar todos los detalles – recalcó el “todo”, queriendo dar por zanjado el tema

-Por favor. Sólo quiero saber si os habéis comido la boca – le dije juntando mis manos en señal de súplica

-Es lo último que voy a decirte. Sí, nos la hemos comido

Aplaudí eufórica. Me alegraba muchísimo por ella

-Me alegro mucho por ti. De verdad

-Por cierto – cambió de tema – tenemos que parar a echar gasolina. Luego échate a dormir un rato si quieres, porque nos quedan algo más de dos horas

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