La Marca

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Me despierto cada mañana y no puedo evitar mirarla. Está allí, igual de nítida y perfecta que cuando tenía dieciséis años, pero no está sola. La acompañan mis pesadillas y los recuerdos de aquél día en el que perdí mi inocencia.

Era sólo un niño, demasiado joven para terminar de entender todo lo que estaba sucediendo y me obligaron a crecer. Con un poco de magia y tinta dejé de ser especial y me volví uno más.

El tiempo pasó, pero las heridas de la guerra y las muertes que dejó son aún muy recientes para olvidarla. Sin embargo, el mundo exterior se llena de colores y risas de todos los que pudieron seguir adelante.

Desearía poder ser como ellos. Levantarme cada día con un poco menos de dolor y comenzar una nueva vida. Pero no es así porque siempre tendré algo para recordarlo.

La primera vez que intenté quitarmela fue hace un par de años cuando por fín logré asegurarme que él no iba a regresar. Tomé un poco de virulana y la pasé sobre ella con todas mis fuerzas buscando quitarle un poco de color. Fue demasiado doloroso y no logré nada, a excepción de unas pequeñas cicatrices y que mis ojos se agotaran de tanto llorar. Nunca se lo conté a nadie.

Me resigné a vivir en las sombras, a caminar con la mirada fija en el suelo y a esquivar las zonas concurridas. Acepté mi castigo, llenándome de desprecio por mí mismo y por todo lo que me llevó hasta allí.

Mi padre, mi madre, nuestra fortuna... Empecé a cuestionarlo todo, lo que me arrastró a una espiral de depresión de la cual creía que no saldría jamás. Todo por es maldita marca.

Hace un año hice el segundo intento de deshacerme de ella. Era una tarde tormentosa y paseaba por el centro de Londres escondido en mi abrigo, cuando me topé con una tienda de tatuajes muggle. Si me quedaba algo de orgullo, lo perdí en cuanto pasé a través de esa puerta.

— ¿Tienen a alguien que pueda cubrir esto? — Pregunté directamente a la secretaria levantándome la manga para que pudiera apreciarlo en su totalidad.

— Señor, no puede venir así como así por una covertura.— Explicó la chica con voz calmada. — Tiene que hacer una cita y...

— Por favor, usted no lo entiende, no tengo tiempo para venir otro día...— La interrumpí desesperado. — ¿No hay ningún artista disponible en todo el lugar? Necesito deshacerme de esto lo más rápido posible.

— Podría revisar si Tommy... — Dijo frunciendo los labios y tecleando algo en su computadora. — Tome asiento, le comunicaré cuando todo esté listo.

— ¡Gracias! — Suspiré aliviado, y por un momento la idea de abrazarla se cruzó por mi mente, pero ya había hecho demasiadas cosas impropias de mí ese día como para agregar otra a la lista.

El tatuador se presentó media hora después. Era un chico de aspecto descuidado y cabello largo, parecía tener mi edad o poco más.

— Muéstramelo. — Espetó de inmediato, dirigiendo la vista hacia mi brazo izquierdo. — Las líneas y el negro son demasiado sólidos, además la piel parece lastimada. ¿Has intentado quitártelo? — Cuestionó mirándome a los ojos, a lo que asentí. — Será difícil hacer que desaparezca del todo...— Dudó. — Pero supongo que puedo intentarlo, me gustan los desafíos.

Luego de eso me indicó que lo acompañara hasta su zona de trabajo, la cual, debo decir, estaba hecho un desastre.

— ¿Qué quieres hacerte? — Se sentó, tomó un lápiz y un cuaderno y giró su silla en mi dirección.

— No lo sé... Sólo quiero quitármelo. — Me encogí de hombros. Jamás había llegado tan lejos. — Quizás... Un cuervo con los ojos rojos. — Desde que mis días se tornaron grices comencé a encontrar consuelo en las historias de Poe y me parecía una buena forma de rememorar lo que me  había salvado de hundirme por completo.

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⏰ Última actualización: Jan 31, 2019 ⏰

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